jueves, junio 24, 2010

Estelas cotidianas, mitología rock y palabras baile



(Este sábado tuve el lujo de presentar, aquí en Madrid, el segundo poemario de mi amiga Guaci, éste fue el texto que tapizó mi admiración por los versos de esta talentosa poeta chicharrera)

Hace tres meses tuve ocasión de presentar en Santa Cruz de Tenerife el segundo poemario de Guacimara García Hernández, que como algunos de vosotros sabéis se llama ‘Elemental’. Hoy tengo ocasión de repetir el privilegio aquí en Madrid, en una suerte de embajada cultural del archipiélago. Una amable expansión isleña que nos alegra el horizonte a los que guardamos un vínculo especial con las islas.

Guaci estrena hoy el alcance de sus poemas en la metrópoli. Es un sueño plasmado en realidad. El resultado de muchas horas de trabajo, lectura y vida. La poesía de nuestra protagonista posee aliento universal. Está admirablemente tejida, con una rara mezcla de experiencias a fuego y sencillez expresiva. Lo primero que cautiva de su mirada es su facilidad para trazar sugerencias del relato cotidiano.

A través de su sensibilidad, encontramos diálogos con el recuerdo por medio de cafés o entendemos como pequeños actos de heroísmo el cumplimiento de la rutina para con la gente que precisa de nuestra serenidad y alegría. Guaci es así, una mujer terriblemente considerada con los que le rodean e insondablemente libre cuando dialoga con la realidad diaria. El chocolate, la ironía y las palabras nunca alumbradas son sus materiales para conformar, por ejemplo, su foto rápida de una mudanza, como hace en ‘Mi vida en siete cajas’. A través de lo mundano, nos explora la conciencia.

Lo consigue por medio de un recorrido exigente con su biografía. La poeta que tengo a mi lado tiene nacionalidad inconformista. No se conforma con hacerle ajustes de fantasía a la realidad, como cuando invita al rockero a que reactive sus ilusiones junto a ella. También tiene buenas dosis de sentido común, que le lleva vivir pegada a la realidad. Quizá por esa misma clarividencia traza con tanto acierto la coreografía de una banda de rock y los inevitables excesos a los que se aferra su estrella solista.

Gracias también a esa lucidez, compone himnos generacionales a favor de la dignidad velada de cientos de mujeres. Piezas como ‘Nosotras’ o ‘Las heroínas de hoy ya no visten trajes de licra’ constituyen cantos de emoción y dignidad a favor de todas esas mujeres que trabajan con la alquimia de lo invisible para hacer funcionar esta vida.

En este continente en miniatura de sugerencias también queda espacio para el romanticismo. Primero, el deslumbramiento, los buenos momentos, los diálogos que nunca serán entonados en voz alta. Luego, inevitablemente, fatalmente, el desencanto. De nuevo, la poeta lo consigue. Conecta con el hilo de lo universal a través de su experiencia personal. Pero hasta cuando se lamenta, hasta cuando se despide, Guaci mantiene la entereza y un punto de autoexigencia.

Así es la poeta. Le pide cuantas a la vida. Se las reclama a su amante. Pero también a ella misma. Por momentos, parece reprocharse su fe en todo lo que acaba de desvanecerse. Pero es parte del proceso de desencanto. Todos lo hemos vivido. ¿Pero qué ocurriría si pudieses leer pasajes embellecidos de los diálogos de tu conciencia? Guaci hace esa valentía, ese arte, por nosotros. Y de nuevo conecta a escala mayoritaria con la esencia del desengaño sentimental, lo hace con piezas como ‘Farewell’, ‘Aprender a no esperar’, ‘Susurro’ o ‘Cobarde’.

Pero después de todo, el amor, la conexión íntima, vuelve a aparecer. Es inevitable. Es parte del cauce de los sentimientos. En esta crónica, al final, empiezan ya a amarillear las nostalgias y se sitúa en ruta de próximo despegue. Antes, la escritora nos relata el precio a pagar por el olvido: “plagiando besos, robando gestos, refugiada de silencio, errada de noches vespertinas”.

Aunque su catálogo de miradas no se detiene ahí. Fluye en permanente renovación. Es lo que ocurre con la gente con el corazón multiplicado: la empatía y también la cercanía son sus materiales para dialogar con lo elemental y rascarle versos a la belleza.

Merecen mención propia composiciones como ‘Recopilaciones’, un poema donde la narradora homenajea a todas esas mujeres esquinadas por la mentira. Un desahogo, enrabietado y contenido, poético y piadoso, contra esos hombres que hacen de la huida un pozo de anulación y placeres tóxicos. La pulsión de la vida, expresada en ‘Fuerzas centrífugas’, o el paso del tiempo, concretado en el deje onírico de ‘1979’, son otros de los ejes frecuentes de esta mujer en permanente estado de indagación emocional.

La embajadora de una realidad íntima de alegrías, pesares y búsquedas que bien merece que uno se asome a sus versos. ‘Elemental’ es sinónimo de aire y viaje. Nada menos que al centro mismo de nuestra actividad cotidiana. Supone la oportunidad de conectar con nosotros mismos. Ese viaje que siempre dejamos para otro día, persuadidos por una rutina que nunca se cansa de pedirnos evasión.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pedro, nadie como tú valora y aprecia mi poesía, sólo tú le das un halo misteriosamente químico, que parece incluso que toma forma corpórea. Gracias amigo, me siento en deuda contigo, y espero poder pronto presentar tu libro, arriésgandome, tal vez, a no estar a la altura. Aunque ya sabes, cuando las cosas se hacen con amor siempre salen bien. Te quiero mucho.
G2H

Pedro Fernaud Quintana dijo...

Muchas gracias Gua

Será un un honor que presentes mi poemario cuando los dioses decidan que ha llegado el momento de que vea la luz. Por lo demás, yo también te quiero mucho. Un abrazo.