jueves, abril 26, 2007

Perder ( 3. No lograr lo que se esperaba o se necesitaba)


Resopla, con el cigarrillo a punto de ser salvado. Lo está pasando bien. El local tiene suficientes brumas y, más importante, movimiento. Belleza. Locura conteniendo los dedos. Las bromas nacen con facilidad mientras disparata sobre la noche bonaerense del tío Calamaro o la indeterminación de la falda de la chica francesa. Esa que se tumba y se sienta todas las tardes a horcajadas. Ahí, en el centro cósmico de un lago que nunca visita. Otro trago. Otro. Algo violento y dulce como los mejores incompletos. Evocaciones. La liturgia diaria de Palop, su paciencia, los reflejos para evitar la caída de esa amazona en su safari por la pista de baile. Esa en la que prueba la perversidad de unos inocentes dedos. Pocas aficiones, depuradas hasta el fanatismo. Cine de maleantes carismáticos. Baloncesto. Comida napolitana. Sin saberlo, o haciendo como que no, está en pertenencia de un tiempo no existe. Un mundo de apretón de manos, donde cada fiesta es un cielo del sur cubierto de tentación. Y el sonido de la guitarra pone alfombras para derribar a los amigos con otra colleja y la misma broma cincelada hasta el absurdo. Y la risa. Esta luz es una batalla de cuerpos postrados. Conjurar el miedo. Apariencia. Y el miedo. Una imprudente. Tiene cuerpo de rubia y labios de pruébame.

El ruido de la cabeza contribuye a la dedicación.
Y en la parada hacia ninguna parte relaja
sus besos
buscando

la confirmación de su cuerpo.

Mañana me deprimirá conocerte.
Pero hoy no pararé

sacudamos el universo.

(Para Fran)

miércoles, abril 25, 2007

En sus mágicos bolsillos (mejor cosidos)


Esquinando rascacielos
descuenta temblores a la belleza
con el mismo asombro
con que roba chocolatinas a los fantasmas.

Adolescente
confinado en las cansadas paredes de su piel
invita a probar todo el humo
del incendio en el azul de su házmelo.

Ella le ignora con los ojos bien abiertos.

Y Don José musica sus alucinaciones
para disimular el la vergüenza
de quien apenas contiene la vida sublevada.

En sus mágicos bolsillos
palabras como economía, sordera o
dinosaurio
fermentan en una lluvia de imágenes
aún por descifrar.

jueves, abril 19, 2007

Temblando


Nombrando la multitud en silencio,
escoltada por ella,
la chica proyecta su asombro
sobre el enfurecido trovador.

Sus ojos comprenden rápido,
como dos sonajeros de luz
abandonados a su buena suerte.

No hay por qué decirlo,
pero la chica ha organizado el recital
y se refugia en el encuadre antitelevisivo de

la esquina.

Tiempo atrás
alguien
entrega la piel de su alma
al muy joven desgastado
que prueba engaños múltiples
ante los focos de

la ambición.

Al contrario de las otras,
a ella le hacen gracia los verbos equivocados
a través de los que filmar recuerdos en el futuro
(como para cambiarlos).

Lástima
no le haya salido bien la preferencia de
la esquina
y un recién llegado
no tarde mucho en
fascinarse ante su fascinada

forma de temblar el cuerpo.


Instintiva conmoción
idéntica
a la empleada por las ondinas cuando
llenan de lluvia el cuerpo de su

ex-ángel.

miércoles, abril 18, 2007

Preferencias y encierro


A veces las películas reciben una promoción desmesurada. De algún modo, los espectadores se sienten obligados a probar suerte; algo de eso sucede con Pudor, la primera película de los hermanos Ulloa (David y Tristán). Cuando termina la proyección, una chica se queja del dolor de cabeza que le ha entrado. No extraña demasiado. Porque por encima de otras consideraciones, esta historia produce una sensación de asfixia interior. Es la consecuencia de poner la cámara (y el corazón) tan cerca de los miedos y el aislamiento de los miembros de una familia.
La coherencia entre el título de la cinta y el encierro vital de sus protagonistas es irreprochable. A través de un puñado de arquetipos (un adicto al trabajo, un ama de casa incompleta o una adolescente confusa hasta la perdición), el espectador no tarda demasiado en encontrar alguna identificación con su estancamiento. Pero las cosas no fluyen como deberían. El aire de tragedia oprime; casi no hay humor. Aún así, la cinta ofrece destellos. La mirada de la quinceañera (Natalia Rodríguez) vale un mundo. Y la manera de hundirse de sus padres (Elvira Mínguez y Nancho Novo) estremece. Por no celebrar las peripecias de los pequeños rebosando simpatía y naturalidad. Así las cosas, el segundo tercio de la historia tiene momentos logrados a través su tensión narrativa y el lirismo de sus imágenes. Pero no es suficiente. El final se entrega a un tremendismo poco creíble, convirtiendo la película en un exceso de flagelación existencial. Los directores podían haber prescindido de tanto énfasis. Es una cuestión de preferencias. Y de inicios. Al principio, queremos subrayarlo todo. Para la próxima, harían bien en confiar más en el espectador.

martes, abril 17, 2007

De la tortura no mencionaban mucho


El Quijote del siglo XXI también tiene
pequeñas intolerables dosis de genialidad y locura.

El Quijote del Siglo XXI frecuenta varias cárceles para
su cuerpo, cada día más cerca del mástil.

Me lo encuentro de cuando en cuando,
siempre con prisas y una melancólica broma a punto.

El Quijote del Siglo XXI
es un visionario de la arquitectura
que bebe coca cola
y habla como un poeta romántico
mientras gana y gana premios.

Prefiere no enamorarse,
ahora lleva gafas
y aspira humo prohibido
para liberarse la cabeza de otros sueños y otros tiempos.

La humana prueba de que a veces es
mejor no contarlo todo.

martes, abril 10, 2007

En sus mágicos bolsillos




(A José Hierro, en la noche donde esta playa celebra sus primeras 100 miradas)

Esquinando rascacielos
descuenta temblores a la belleza
con el mismo asombro
con que roba chocolatinas a los fantasmas.

Adolescente
confinado en las paredes antiguas de su piel
invita a probar todo el humo
del incendio en el azul de su házmelo.

Ella le ignora con los ojos bien abiertos.

Y Don José musica sus alucinaciones
para disimular el la vergüenza
de quien apenas contiene la piel sublevada.

En sus mágicos bolsillos
palabras como economía, sordera o
dinosaurio
fermentan en una lluvia de imágenes
aún por descifrar.

Un tipo raro
este dibujante
de olvidos.

Sus ojos proyectan kriptonita
y deseo.

Kriptonita para palpar a las camareras,
esa cara hirviendo que reblandece

promesas.


Deseo para conciliar conciencia y vacío
en un futuro cargado de revoluciones
con la noche y el disparate
como únicas banderas.