martes, mayo 29, 2007

Excursión/Incursión


Excursión es cuando dos timbrazos de una chica de catálogo te impulsan a mirarla a poco centímetros mientras inventas frases poco convincentes para seducirla.

Incursión es cuando piensas “tienes una cara perfecta. Y triste, como si te hubieran robado la luz. Y tu curiosidad me pone más curioso”

Excursión es una cena diez años después de haber dejado el nido. Un lugar inexistente, porque ese patio y la gente con la que sueñas hace tiempo han dejado de existir.

Incursión es la pereza de revisar las celebraciones y miedos del pasado. Al final, comprendes, es un problema de actitud. No siempre tienes la confianza suficiente para seguir tu camino. Menos aún con diecisiete años.

Excursión es una noche con los muchachos. Un lugar donde te sientes cómodo, disparatado o impredecible. Pegando bromas por las cabezas de todos tus viejos amigos.

Incursión es cuando agradeces tantas frases irónicas sobre lo que no está sucediendo. Y una particular reivindicación de la creatividad de unas copas, una canción o, claro, unos pechos batallando con la blusa recién manchada.

Excursión es tomar la cámara y probar encuadres imposibles que sólo salen bien en tu cabeza. Besos arrebatados de una antigua compañera. Caras de enfados simulados. Manteamientos al chico más carismático y fustigado de la camada.

Incursión es pensar ha merecido la pena viajar a esta noche. Por ejemplo para confirmar las risas y anécdotas de ese viejo amigo que había desparecido del mapa. Uno de tus compinches de cuando una mesa de escritorio hacía de helicóptero y te cagabas de risa inventando un programa de radio contracultural en un colegio de curas.

Excursión es hacer el tonto como en la universidad. Pelear con el aburrido de turno para que a tu amigo le dejen sacar la copa medio lleno, quizá la décima, aquí sí, de la noche. Cuando todos sabemos que ahora viene el camazo.

Incursión es pensar “que bien te queda el rojo”, o “me gusta cómo te ríes” cuando conoces a la chica buena de la película. Esa con la que hablarás de debilidades, mientras algo te dice sigue acercándote, y compartirás bailes y paseos marítimos. Hasta que sus amigas de la alejan de la galaxia. Quizá para siempre. Todo en la misma noche.

Excursión es guardar en la maleta los buenos recuerdos. Las pequeñas fiestas con los de baloncesto, los disparates absorbentes de cuando proyectabas cimbreantes escenas con algunas de las mejores desconocidas en cada uno de los recreos. El temblor de las primeras borracheras, cuando nos estábamos inaugurando. Algún destello de calidad en clase de literatura o historia.

Incursión son tus amigos. Tu gente. Los que te han visto perder el control, llorar en silencio o levantar la copa. La gente con la que te formaste, hermanos, tíos con las que puedes reírte por lo más absurdo y emprender las mejores pequeñas hazañas. Los que te acompañan en el hospital o celebrando el humo de algunas fugaces en los recitales.

Excursión, también incursión, es escuchar al señor Johnny Cass a las tres de la madrugada de un lunes cualquiera, cuando acabas de estrenar trabajo. En armonía.
Por fuera. Y por dentro.

martes, mayo 22, 2007

Dentro de su falda

José Hierro y Claudio Rodríguez tienen compañía. En vida ya fueron amigos de Ángel García López y ahora el Centro de Poesía José Hierro de Getafe ha decidido hermanarles con la edición de una antología homenaje para cada uno. La última en salir a la luz es la de García López, un tipo que escribe con la mayor sencillez posible para robarle besos a las desconocidas que prueban alguna de sus historias en el metro.
A los 72 años, el poeta sabe bien de la importancia de decir las cosas en voz baja. Como si la luna hubiera exprimido la luz en alguno de sus versos: frases sencillas depuradas en la música de un soneto, imágenes llenas de insinuación con las palabras de toda la vida. Son historias al alcance de cualquiera y, al mismo tiempo, exigentes. Demandan toda la concentración y sentimiento.Lo mejor de este bardo es su aparente falta de pretensiones. A través de ese disfraz despliega su ironía, esa medicina para el alma, y convierte cada declaración de amor en una carga de profundidad. Recuerda el mundo y sugiere lo mejor de varias ciudades para descontar alegrías a los recuerdos, materia esencial de sus sueños, estos cantos donde convergen soles profundos y blusas descubriendo el verano. A veces, tienes la sensación de que es una poesía mil veces gastada, bella pero con un deje tópico o melifluo. Por suerte, esa impresión queda desterrada cuando encentras pequeñas maravillas como Trasmundo, Memoria amarga de mí o Himno para empezar la primavera.Última luna tiene la frescura de quien recurre a la naturaleza como la paleta de colores más elocuente. Algunos de los versos asombran a la memoria (“Esta tarde, no hay duda, está bien empleada./ Estuve paseando detrás de una muchacha/ que, al andar, deslumbraba por dentro de su falda”). Supongo que la poesía sirve para eso, para dejarnos con la boca abierta cuando alguien recuerda algo de todos y filtra unas notas de luz para explicar con belleza, desde un encuadre inédito, la violencia del deseo.Para los que prefieren entristecerse: “Ya ves que no soy yo./ No soy el mismo./ Aquél que fui no está. Se fue. No existe./ Soy otro. Soy mi sombra. Un espejismo./ Soy un dolor con el pijama triste”. Una crítica, se supone, es una pequeña nota escrita en el mejor de los casos con un poco de criterio, sobre los atrevimientos del de al lado. Pero, por suerte, a veces podemos abreviar los pasos y soltar algunas ventanas abiertas con palabras gastadas donde el amor, la fiebre o el cansancio suenan a descubrimiento.

viernes, mayo 18, 2007

Cuerpo hambriento


Al sur de Madrid acaban de ser editadas las notas de un náufrago. Su nombre resultará familiar a los lectores de este periódico: Eugenio López García, el escritor maldito de Griñón, el hombre lobo de nuestros tiempos. De día, educado librero; por la noche, escritor voraz. Entre medias, mujeriego melancólico. Con un estilo sencillo, Eugenio retrata al detalle la conquista del cuerpo femenino. Una excusa para fijar su adoración por la inocencia de las adolescentes, la derrota de las meretrices y los mejores arañazos junto a su compañera.
No sé si alguien se animará, pero López merecería una película como Ed Wood, aquella genialidad de Tim Burton en la que se daba cuenta de la vida de un cineasta lleno de ingenio, un tipo entregado a su obra, tan involuntariamente desastre como el autor de Nada de nada (Ediciones Calipso). La experiencia es la gasolina de estos relatos pero no es la vida de su autor. Más bien, es la disección de sus obsesiones. de ahí esa mujer repentinamente confinada en un asilo. O los guiños a sus hijas. Estremece esa historia donde sentimos, simultáneamente, como un secuestrador y su víctima. Hay demasiada repetición, pero, de repente, surgen deslumbramientos como un “miedo nuestro que estás en los cielos”, el monólogo de una cabeza sin cuerpo o una autoparodia quijotesca.

lunes, mayo 07, 2007

Donde no pasa nada


Tumbado donde hace cuatro siglos jóvenes escogidos por el absurdo impresionaban a las cortesanas con algunas bestias, un par de apenas lagos y la altura de unos árboles entristecidos. No me gusta alardear de ello, pero hoy día esos dominios me pertenecen. Me basta con preguntarme por aquello que no funciona, es suficiente con respirar, un sitio del que no he tenido que huir, un palacio donde cualquier seducción funciona. Payasos dudando, universitarias emborrachándose o niños filmando. Si me dejan elegir, me quedo con el sonido de los europeos africanos convocando una danza multitudinaria. Me quedo con esta gruta a la vista de todos. Uno de esos sitios donde mezclas expectativas con tierra mojada. El lugar donde no pasa nada porque es lo justo. Y lo exacto.

martes, mayo 01, 2007

¿Nos cansamos juntos?


Teatro es lo que sucede en el descanso
entre tú (silencio) y los acaparadores de niebla.

Teatro también el modo en que te recoges el cuerpo
mientras los esperas con severidad
a través de tu pulsera de espuma.
En el tobillo.

Teatro es la insistente imaginación
de tus labios impacto y esponja labios medio sonriendo.

A la salida, jugueteo con los cristales de la timidez.
Pero no me animo a girar tu sistema solar.
A la próxima probaré con una servilleta cualquiera.