lunes, enero 28, 2008

Los cielos del Cairo son ruidosos


Miro dentro de mis vísceras y emerge una ciudad llena de de faraonas semidesnudas. Esas chicas miran con extrañeza a las mujeres arena que apenas tienen ojos. Cabecean y sonríen con la relajación de los que han aprendido a resumir el mundo con respiraciones.

Dentro del salón, Emir se rasca la barriga y mira uno de sus tebeos preferidos. Dentro de media hora, empieza el partido del Barcelona, que para los egipcios de este futuro medieval es lo que para nosotros un día representaron los Boston Celtics. Héroes con tanto talento para jugar como atormentada relación con la gloria.

Entretanto, un poeta cántabro roba una lámpara del palacio chino y la mezcla con los cielos del Cairo, donde debajo de una superpoblación de antenas parabólicas se esconden unos pocos adoradores de estrellas.

sábado, enero 26, 2008

¿Señor García?


La azafata, una chica guapa y algo estressada, mira al cielo, hace la pregunta y se encuentra con un tipo tímido, medio canoso, que va camino de los 31 años (los cumple el 23 de febrero). Nunca se anima a preguntarlo de viva a voz, pero esa chica sospecha que el hombre debe ser jugador de baloncesto. Aunque si prescindiéramos de su altura, podría ser perfectamente un vendedor de seguros o el panadero de al lado de casa.

Es verdad que el señor García es un tipo sencillo, que ama por encima de todas las cosas a su mujer, de quien dice se parece a Penélope Cruz, y a sus dos hijos, uno de los cuales le tiene muerto de risa por su ocurrencia de querer ser torero. Al señor García le gusta el cocido maragato y una copa de ron añejo. Es un hombre con gustos comunes aunque elevados, como su preferencia por el cine de Meryl Streep y las playas de Punta Cana.

Pero hay detalles que no se aprecian en el primer flash. En esa fotografía difusa de una mañana en el aeropuerto de Barajas o la estación de Atocha, no se ve al adolescente cordobés de 13 años cargado de ilusiones rumbo a la capital, donde se formó en la cantera del Real Madrid e incluso debutó con la selección nacional sub-22. Aunque no tardó en llegar la puerta abierta de una ristra de equipos humildes donde aprendió a ganarse la vida haciendo lo que mejor se le daba. No era malo. Tenía agallas en defensa. Y raptos de inspiración en el tiro. Pero siempre parecía faltarle algo para echar raíces.

Así las cosas llegó al Baloncesto Fuenlabrada en otoño de 2004. Para la mayoría de la afición era un perfecto desconocido. Pero no tardó en quitarse el celofán de hombre corriente para jugar algunos partidos más que notables. La apuesta salió bien y el equipo recuperó la jerarquía. ¿Pero este tío tiene calidad para jugar en la ACB?

Tres temporadas después, el señor García se ha convertido en el mejor desconocido jugador de la categoría. Tiene un porcentaje de acierto en triples (48%) del que no pudo presumir ni su tocayo Garbajosa en los momentos más brillantes. Convierte cada una de sus defensas en un tratado de instinto y astucia. Y a veces prueba cosas maravillosas que no vienen en el guión, como ese semigancho. Definitivamente, el señor García tiene una vida como para sentirse importante, pero prefiere hacerse el distraído y llevar el traje de timidez los sábados por la mañana. Y, como sucede con el panadero cuando enferma, es ahora que está lesionado cuando más se valora su tarea esencial.

jueves, enero 24, 2008

Cuando las mujeres se piensan con el cuerpo




La Tana es un bar situado a cinco minutos escasos de la estación de Cercanías de Pinto. Está decorado con buen gusto, en sus paredes se alternan retratos pop de celebridades con los cuadros de talentos emergentes de la zona. A esa categoría pertenece la pintora Virginia Aguilar (Pinto, 1977), que ha escogido ese enclave para organizar su primera exposición.

Después de varios años creando un universo propio, Virginia se ha decidido a enseñarlo. Está contenta y emana serenidad. “Bueno, ahora me ves tranquila, pero pasé unos días de nervios y bastantes dudas escogiendo y titulando los cuadros. Por suerte, conté con la ayuda de mi hermano José Antonio”.

Hay quien dice que la felicidad es el momento previo a una experiencia largamente deseada (la imaginación se dispara sólo de pensarlo). Según esa teoría, cuando se cumplen tus sueños sientes una extraña mezcla de alegría y vacío. Aguilar parece inmune a ese vacío, al menos en la mañana en la que tiene lugar la entrevista. Bromea con las camareras del bar donde expone, que son amigas, y a pesar de que ahí fuera llueve, irradia una ilusión parecida a la que suelen tener las niñas cuando estrenan ropa o acuden por primera vez a un club de equitación.

Las paredes de La Tana tienen estos días un trozo del Parque Güell de Barcelona, la mirada de una chica que es maltratada o el relajante baño de una mujer enroscada en su placer. Todo es posible en unos cuadros que ofrecen la crónica de las pequeñas alegrías y reveses cotidianos.A la artista le encanta mirar cómo la gente observa sus cuadros.

En cuanto te descuidas, pregunta qué te han parecido o qué interpretación das a la escena. La mayoría de las veces se sorprende: “El otro día un señor me dijo que por qué colocaba una cara de lobo como sombrero”. A la persona que estaba a su lado en ese momento también se lo pareció, aunque sea una cara superpuesta sobre una cabeza. Es la magia de su manera de filtrar la vida por un dibujo. Su universo remite a las caricaturas de Sciammarella o los personajes de Tim Burton. Pero tiene algo único.

En el mundo de Virginia, las mujeres se piensan con el cuerpo. Si están melancólicas o aburridas se estiran. Si por el contrario viven contentas o asustadas lo sabes por su cara. La ternura y el deseo se transmiten a través de los colores. En sus palabras, “la calidez es un color”. Se nota en el abrazo entre abuela y nieta.

Las ilustraciones de Aguilar cautivan en el detalle; hay que mirarlas despacio para comprender sus historias, cuyo contenido se percibe a través de un gesto, el cambio de unos colores o una mirada. Sus creaciones están disponibles (la mayoría de las obras expuestas están a la venta) en La Tana hasta el 31 de enero.

miércoles, enero 16, 2008

Probando el vuelo


Este viernes a las 21.00 horas cita con el desconcierto. La señorita Torvisco y este humilde minero de la espuma recuperamos historias y proyectamos asombros (los nuestros, no se apuren). Amigos, amigos nacientes, amigos invisibles o misteriosas. Todos están, estáis invitados. El lugar se llama Club Bukowski. Es fácil caer en su cueva, según se sale del metro Tribunal (el de Bilbao tampoco cae mal). Calle San Vicente Ferrer, orilla de la izquierda, no hay que remar mucho; es la madriguera de un drácula con ínfulas de escritor maldito norteamericano. Decidan lo que decidan...

Gracias por estar ahí.

Torvisco y Fernaud

Pedro tardó en dar sus primeros pasos, lo hizo al año y medio, apoyándose en la pared, impulsado por la emoción de ver a una de sus tías canarias. Ya de mayor, olvidó los buenos hábitos y los años de esfuerzo practicando deporte para castigar algunas barras de bar. Lástima que sobre todo castigara su estómago y haya tenido que reciclarse como tenaz bebedor de zumos. Un día se enfadó y se lió a insultos, y pensó, no se me dan mal las palabras, así que empezó a perder la virginidad. Misteriosas, confesiones, tristezas protesta, pequeñas historias de lo cotidiano, mujeres preguntándose, tipos fronterizos...Escribe sobre lo que le interesa o se interesa sobre lo que escribe. Ya no lo sabe, hasta el punto de que a veces se ha sorprendido sintiendo cosas que no sabía que sentía. O que pensaba. Supongo que para eso sirve la escritura, para conocer nuevos territorios dentro del último continente desconocido: nuestra conciencia.

Vestida de negro

“Vestida de negro se me olvida que tengo que estudiarte.

Tu piel prueba nuevos recorridos difíciles de negar.

Vestida de negro tus palabras siguen temblando y ya no

vértigo.

Tu piel es la de un animal impertinente

con la que quiero derrotar incertidumbre...”

María

Escribe para negar el ruido de lo cotidiano.

No sé si se quebró la luz

o fue el hielo,

al congelar mi retina,

quien me enseñó la negrura de la noche.

martes, enero 15, 2008

Alex de la Iglesia ronca


¿Qué como lo sé? Todo empezó este domingo, en el preciso instante en el que mi bolígrafo dijo hasta aquí hemos llegado. Y no me quedó más remedio que ponerme cómodo, reclinando mi cabecita contra el generoso regazo de una de las azafatas. Cuando me quise dar cuenta, vislumbré al famoso director vasco. El tipo que tenía al lado dijo sí que se parece. A lo que le repliqué: es él. A veces mola parecerse a Jhon Wayne.

Al minuto se confirmó la sospecha. El tío que nos ha regalado El Día de la Bestia, 800 balas y Crimen Ferpecto iba acompañado de su buenorra esposa, la hermana de esta y dos nenas encantadoras. La más pequeña, Claudia, se puso con su papi, lo que él celebró con un sentido del humor que hizo que me cayera bien.

Buen tipo este de la Iglesia capaz de convertirse en una suerte de Don Pimpón humano (con el carácter de un niño rebelde y amable, es lo que no tienen los niños de cuarenta) para delite de sus niñas. Después de un poco de persuasiva comedia, Don Alejandro (zapatillas de adolescente) miró por la ventana de una revista e inmediatamente cayó fulminado por un reparador sueño.

De manera instintiva, Claudia escondió su cabeza debajo del frondoso ala de su papá, todavía con la piruleta en la lengua. La hermana de la morena estilizada demostró que el papel de tía solícita no se ha perdido todavía en esta generación y le evitó a Claudia una sobredosis de azúcar. A cambio, disfrutó de una piruleta casi intacta que saboreó con fruición para deleite de los imaginativos. Antes de todo esto, De la Iglesia preguntó:

-¿Quien va aquí?

A lo que la morenaza contestó con una risa cómplice, ni idea.

-Lo va a pasar mal, porque ya le estoy colonizando...

Ciertamente, el viejo seminarista no cabe en sí, pero regala una escena entrañable. Como de adolescente que ha sobrevivido aferrado a los cómics formato biblia y un sano escepticismo, sin necesidad de adaptarse al molde. No parece que le haya ido mal. Ayer leí a uno de los héroes del Hombre Elefante decir algo así como que es “persuasivo y magnético”. Es lo que tiene el sentido del humor y una inseguridad bien digerida.

A todo esto, el tipo del asiento contiguo resultó un perfecto estúpuido. Y ahí es cuando el autor de mirindas asesinas hizo honor a su currículo y le lanzó una mirada que valía por todos los insultos, pero contra lo que no se podía poner denuncia porque era eso, código animal del que de vez en cuando es indispensable echar mano.

Cuando me quise dar cuenta, casi me tropiezo con él a la salida de la aeronave. A Claudia le había entrado la llorera al descubrir que ya no estaba en el mágico Bilbo. Por suerte, ahí estaba su papá doblando el lomo para acordonar unos zapatos rebeldes. Inspira cuando ves cómo un padre todavía puede regalarle a sus pequeños un cuento para dulcificar el mundo.

sábado, enero 12, 2008

Ingrávido

¿No te ocurre a veces? De repente parece que no sabes nada. Las cosas te fascinan como el primer día. Te quedas mirando animales salvajes y pasas la mano por el vientre de una desconocida como si tu toda mano fueses tú…

…un tío sueco con pinta de malas pulgas cuida a su nena con un lenguaje delicado de sonidos y muecas. En uno de tus viajes fuera de la nave espacial una chica comienza a gustarte, y piensas a veces uno por uno es flotando.

Quizá sea esa manera de bromear

sales a jugar al fútbol y dejas de sentirte un maldito. Si tienes alma de boxeador lo mejor será ir a por todas. Pegar empujones, caer al vacío como una pluma que está sobrecargada de tinta. Enseñar los dientes y nadar en barro. El dolor en esta flotante cubierta de césped pasa en poco tiempo. Sólo necesitas un motivo para encender tu rabia.

Una carrera y te robo la pelota. Otra carrera y me como tu autopase. A la siguiente casi me rompo el tobillo (en realidad casi ni le he rozado). Aunque lo más probable es que me rompan una costilla. O no. Si vas con convicción la gente se acaba achantando. Lástima que haya perdido 15 kilos por el camino. Echo una mirada a lo que ocurre fuera del campo y nadie hay motivante…Recuerdo un partido en el que nos llamaban de todo menos guapos.

Daba igual.

En el banco había un ángel de esas que piensas por qué no se cruza en mi camino.
No es del todo verdad.

Ángeles hay ceca. Alguna hasta me ha prestado alguna vez sus alas. Pero lo que me ha gustado de verdad de esta tarde es he sentido una alegría contagiosa desafiando mis límites.

Ingrávidas y copazos de oxígeno

Ahora más que nunca levanto mansiones de espuma e invito a los amigos para que nos asombremos por todo lo que nos reservan las ingrávidas de Andromeda...

ya no estamos tan lejos

jueves, enero 10, 2008

¿El mejor momento de esta semana?


La calle cubierta de una niebla como la que envolvía a las mujeres de los burdeles londinenses en el siglo XIX. Caminas despacio y es agradable cuando una chica bonita te sonríe sin aparente motivo. Dentro del restaurante, despliegas el diario Marca, donde Santiago Segurola, ese profeta del periodismo deportivo, explica como no lo harían cinco entrenadores germanos superpuestos, por qué el delantero holandés es el mejor del momento o cómo viven y se hacen grandes los mejores atletas del fondo mundial. Abres mentalmente Fake plastic tree, la canción que Incantevole te ha regalado anoche. La camarera, que es la chica más simpática del planeta sur, te trae tu desayuno favorito: un vaso de leche caliente y un par de croissants. La garganta tiembla de calidez, estás contento porque después de unos días taponado puedes saborear el bollo. Me gusta el sabor de los bollos. Y esa sensación dulce y rotunda del estómago contagia al resto del cuerpo para acabar escalando el monte de la repetición con una sonrisa.

viernes, enero 04, 2008

Comer caliente y reventar cráneos


Ridley Scott tiene setenta años. Es un director del que en realidad no sabemos casi nada. Sus películas hablan por él. Sin forzar la memoria, señalo Blade Runner y Thelma y Louise; los adolescentes del siglo XXII seguirán descargándolas de internet.

A mediados del siglo pasado prosperó un mafioso negro. No tenía rollos con los señores de la cosa nostra. En realidad era chófer de uno de los capos de la forma bronx de hacer pasta a través de negocios turbios. Durante un par de decenios aprendió que el mundo lo entiende siempre si se lo dices con un par de hostias. Aunque la opción de meter un balazo nunca debe ser descartada. Es una forma de intimidación que funciona bien si lo haces a la primera. Luego, el miedo construirá por sí solo el imperio.

De eso habla American Gangster, una historia dedicada a celebrar algunos de los lugares comunes de las pelis de mafiosos. Ya saben, el ambiente adverso, las mujeres bellas, el chico modelado en el odio que se hace a sí mismo. También a pulveriza algunos de esos tópicos porque está edificada a través de una situación verídica.

Los gangsters en la vida real se dedican a trabajar como personas serias y respetables. O se hacen pasar por locos, como nos contó Enric González en sus historias neoyorkinas. En la vida real los mafiosos son serios, desconfiados, trabajadores y tienen un código moral que básicamente sirve para tener contentos, muy contentos a los suyos. Denzel Washington es el gran jefe malo de esta moderna peli de indios y vaqueros. Pero en el siglo XXI los indios también se ganan la simpatía de los espectadores.

Pondré un ejemplo. La noche está a medio batir pero tú estas fatigado (todos los días te levantas a las cinco). En tu club todo el mundo quiere chuparte. En sentido real y figurado. Pero también ser un dios cansa. Lo que no pierdes son los impulsos primarios. Cómo no sentirse atraído por la portorriqueña que te alumbra desde lejos. Son sus ojos. Ojos que saben mirar y descansar, ojos para enloquecer. También sus curvas elegancia lenta.

-Buenas noches
Hola
-Lo estás pasando bien?
Sí, mucho. ¿Eres Frank Williams?
-El mismo. ¿Me sueltas la mano?


Sí pero no. No pero sí.


-¿Adónde vas?
A dar una vuelta...
-¿Necesitas alguien que te acompañe?

Una sonrisa resume el sentido del éxito para la mayoría del planeta: trabajo duro, superación, crueldad, montañas de dinero, mansiones, piscina, una forma arbitraria y seca de ordenar el mundo. Y la familia. Todo por un sueño, la admiración instantánea.
Has ido a por la materia prima al lugar de origen. Te has cargado todos los convencionalismos y ofreces mercancía el triple de buena a la mitad de precio. Así son los pioneros. También en el imperio de las sombras.

En el otro lado del ring, Russell Crowe, un policía que devuelve un millón de dolares “porque es lo correcto”. Un estudiante cuarentón que come fritangas a deshora y adora a su hijo. El mismo tipo que levanta pesas como coches mientras empotra contra el mobiliario de su casa a todo pibón que se cruce en el camino. Azafatas espléndidas y un matrimonio roto, con una esposa despechada y lúcida, que le echa en cara su vida desordenada, su incapacidad para hacer bien las cosas.

Malos que se ganan simpatía y terror. Buenos desastres que luchan por encontrar el camino. Porque en medio de todo este carrusel de descalabros, Crowe se granjea la desconfianza de sus compañeros, pero también conquista la admiración para dirigir una unidad especial y ganarse el derecho a hacer realidad su sueño de abogado.

La historia no es el colmo de la originalidad. Pero engancha. Y en muchos tramos convence, porque los monstruos tienen detalles humanos y los héroes se dejan masajear por las debilidades. Todos estamos en el camino.
Y cada uno saborea como puede su porción de sol.

Una de dos o Washington y Crowe se tomaron medio frasco de tranquilizantes, o tienen alma en unas caras que necesitan mover muy pocos músculos para transmitir expansión. No todo el mundo sabe ser torturado, carismático y cabrón en la misma jugada.

Tanta guirnalda contiene dosis de amargura. Es verdad: el sistema tiende a corromperse. También vacía el cinismo de una madre adorable e hipócrita en cantidades bíblicas.

El tío Davide dice que a la historia le falta épica. Pero es lo que ocurre cuando decides prescindir de los trajes de Armani, los toques teatrales y la taquigrafía sentimental (no muy diferente a los culebrones venezolanos) de genios como Coppola o Scorsese. Es lo que ocurre cuando miras a un barrio donde el orden llega de un tío que lo mismo te regala un saco de comida que mata a tu hijo de una sobredosis.

jueves, enero 03, 2008

Mi primer día como aprendiz de héroe


La chica está nerviosa. Puede desmayarse en cualquier momento. El murmullo es una ola a punto de romper. Y por momentos me convierto en un rapero o en un velocista que mira desafiante a la cámara. Pero no, aquí estamos hablando de una experiencia más parecida a un largo mantra donde debo afrontar mi tendinitis mental, esa que a veces me hace resistente al miedo y otras me enjaula.
Cuando quiero darme cuenta, la música me envuelve. Con ella y este frío mi cuerpo está preparado para temblar y también para probar nuevos límites. ¿Qué diablos es eso? Pantalones, cariño, son pantalones. Y sudaderas. Montañas de camisetas, bufandas y pantalones. Es un sueño, imagino a decenas de mujeres semidesnudas fumando al lado de un inmenso lodazal. Joder, que casi me sacan un ojo. La gente ha enloquecido. A la chica han terminado por sacárselo (el ojo). Temo acabar sepultado por todos estos kilos de ropa. La situación lleva melancolía. Pienso en nuestros abuelos. Esa gente que hacía largas colas para conseguir algo de comida. O que dormía envueltos oscuridad y frío. Bueno, supongo que no hay que ponerse tan dramáticos. Ellos serían los primeros en reírse de alivio si supieran que en el lugar donde ellos sobrevivieron la gente acabaría pegando brincos al ritmo de unos irlandeses futuristas.
He estado a punto de no empezar. Durante el entrenamiento ya estaba cansado. Pero ahora voy bien. Me pica un pezón. No es coña. Pero por encima de todo estoy contento. Estoy suave. Me gusta estar. También recibir el cariño de la gente. Mis rodillas rugen. Soy un tío con propensión a la derecha. No te asustes. Mi cuerpo se tuerce hacia ese lado. Pero lo estoy arreglando: dormir mirando las estrellas.
Recorremos las calles de los ricos céntricos. La gente se vuelca. Es simpática. Lanza piropos. Aunque lo más divertido es chocar las manos con los enanos a un lado del río. Cinco kilómetros, puede que ahora me desmaye. Me comunico por señas. Estoy gobernando mi cansancio. Alegre. La chica lo está aún más. Y mi amigo Rulo, el verdadero instigador de esta locura, cabalga con un entusiasmo contagioso. Es un gamo. Podría dejarnos tumbados, pero prefiere olvidarse de todos los pequeños esfuerzos de Asturias, Santander o León y disfrutar del momento. Disfrutar de las carantoñas de las cuarentonas, fascinarse con las luces del Prado o hacerse el muerto en plena subida para insuflar ánimos a su viejo camarada. Así las cosas, continúo por todas esas mujeres (ellas animan más, quizá por madres, tal vez por luchadoras). Robamos amapolas a las compradoras compulsivas de la Castellana. Y hago mi primer avioncito de la noche con la Puerta de Alcalá tentándome con un dulce abandono.
Pero resisto. Y contrariamente a lo que esperaba Vallecas y su gente es la zona yerma de ánimos. En la cuesta penúltima, la mitad de los vagones de descarrilan, pero cuando sabes que algo llega se te dobla la energía y empiezo a silbar. Planeo inspirado por un viento silencioso. Cuando me quiero dar cuenta, galante Rulo espera a la chica, para que ella (50 años, mamá de rockero, mujer exigente) se una a nuestra reverencia final a la madre de todas las San Silvestres. Un par de horas más tarde tendré agujetas hasta en la barriga, pero ahora que bebo agua, me siento como un gladiador que ha recuperado el sabor de la cerveza. Serán los efluvios de la hazaña (10 kilómetros sin entrenamientos ni aditivos). Una hazaña de andar por casa. Pero una hazaña.