miércoles, enero 31, 2007

La suela de mis zapatos


Podría ponerme melancólico y relatar los amaneceres porteños desgastados con mis zapatillas azules, hoy día al borde del desahucio. Pero prefiero señalar uno de esos libros que te enseñan a escribir (vivir) mejor. ¿Y qué significa mejor? En este caso: la palabra precisa descolgándose sin miedo por todos los ambientes, desde el fútbol a la barriada más desfavorecida. Pasando por el mundo del boxeo, la alta política y las bajas pasiones del espectáculo que lo engrandecen en la misma manera que le restan misterio. En este caso significa escribir sencillo y brillante, concreto y divertido, siempre con la ironía (y ternura) a punto para llenarlo todo de surrealismo, encanto y memoria. Con una sintaxis recia, que entretiene y desparrama inteligencia en la conciencia del lector.
No todo son caramelos. También hay una buena dosis de sarcasmo. Pero eso lo hace todo más real y carismático.
Sucedió a mediados de los sesenta. Un tipo que se hacía llamar Martín Girard se pateaba de esquina a cumbre la Barcelona de entonces; una Barna saqueada, triste y sin apenas vanguardismo (apenas la Gauche Divine) poco que ver con la que decenios más tarde sería celebrado por un puñado de temerarios madrileños. En ese confuso territorio convivía la tristeza de Pelé, las bellezas de Batista, aquel dictador cubano previo al de ahora, el mal humor de Di Stefano o las cervezas y siestas de un centenario de Sarriá que sólo se convenció de la idoneidad de dejarlo cuando murió su mujer (por qué no decirlo) en una tarde de nieve.
Unos pasajes para entristecerse y reír un rato. Así era la vida entonces. Cuando la gente iba de cara. Cuando los periodistas tenían valentía y talento, irreverencia y lecturas. Claro que el señor Gonzalo Suárez (Remando al Viento, el Detective y la Muerte), al poco se hizo escritor y director de cine. Y ahí entra en juego la opinión de un tal Julio Cortázar: “Escritor que hace cine, cineasta que regresa a la Literatura? De cuando en cuando hay mariposas que se niegan a dejarse clavar en el cartón de las bibliografías y los catálogos, de cuando en cuando, también, hay lectores o espectadores que siguen prefiriendo las mariposas vivas a las que duermen su triste sueño en las cajas de cristal".
Por mi parte, privilegio en mi memoria el disparate que debió ser una cena con Buñuel, en la que el genio reía, criticaba, improvisaba nuevas vidas y dibujaba lucidez sobre el mundo y el cine como quien se rasca la cabeza.
También queda una escena que habla de todos los tiempos. El periodista quería seguir la trayectoria de una semigloria españolista; brasileño y de natural amable. Tras varios pasos en agua, estaba a punto de dejarlo. Pero abrió la puerta el negro y su mujer, el (intuimos) precioso y alborotado culo de su mujer, se escondía habitaciones adentro dejando tras de sí el desorden de la mejor batalla. El caso es que al tío le habían puteado a base de bien. Pero lejos de bajar la cabeza mantenía una dignidad poco frecuente. El brasileño del que nadie se acordaría decenios después, sonreía con su mejor deje melancólico y declamaba: “No les guardo rencor. Porque querer a quien te quiere no tiene mérito. Lo difícil es lo otro”. La escena, el libro (mi libro), ojalá el día, terminaba con la puerta cerrándose de nuevo y las risas de la mujer. La gloria (de nuevo) a punto.

miércoles, enero 24, 2007

No me sale a la primera


Ya me gustaría
pero la tabla de surf
está abandonada

En toda caso
te ofrezco un baño en el mar

No creas, no es tan sencillo
Estaremos expuestos a las picaduras del recuerdo


A cambio plastificaré una sonrisa con
(el sabor de) tus besos

Antes no te lo dije pero
me gusta
cuando te celebras con nuevos asombros


Te queda salvaje el pelo mojado


Ya
Lo siento
Pero detesto cuando te pones tan silenciosa
Sí Mejor a la primera


Me gustaba mirarte


Perderme con tus manos rebuscando en el bolso
como si fueses a encontrar un nuevo juego
Y lo encontrabas

Tienes razón ya no sirve nada

Pero fue increíble acercarte en esa piscinacuando todavía creíamos en la perfección del deseo

martes, enero 23, 2007

Tus propios límites


Un paseo por la playa
al borde de la noche amplia,

cuando un defensa central derriba
a un delantero con el toque suave
del balón abriendo un túnel entre sus piernas

la lenta velocidad de los cuerpos
incinerando estrellas

alguien cincela un verso libre
si tiene imaginación
y ganas
sobre todo ganas
y sentido del descubrimiento

entonces puedes convocar
pequeñas maravillas
sólo con algo de

espontaneidad.

Un beso a traición en el telesilla
la solidaridad del quinceañero
o la
ternura de tus manos reglando

un dibujo en espiral
a una muñeca de ébano.

A veces las manos libres
sirven para eso
para disfrutar en la lenta cartografía
de nuestros juntos límites poéticos.

Mapas de asombro y respiración que
solo surgen
cuando liberas nuestras fronteras

en el blanco de tu cuerpo.

viernes, enero 19, 2007

Especial


Una de la tarde. Un grupo de rockeros desparraman estilo, atrevimiento y hambre por un escenario lleno de figurantes. El público no existe en un tiempo donde importa más que te televisen que la emoción naciente de tus melodías y palabras. Pero a veces conviene engañar al sistema. Dices a todo que sí y logras la adoración de diez nuevos seguidores. Los mismos que se quedan alucinados tras encontrarte en la madrugada de la caja sedante. Letras emocionantes cinceladas en la asfixia interior, emociones hilvanadas con toda elegancia a un ritmo de rock y pop tan atractivo como para sugerir nuevos estados de ánimo. La promesa de la música funcionando a toda insinuación. Espacios íntimos donde mejorarse las heridas.
Algo parecido puede decirse de Gonzalo Escarpa, un trovador irreverente de treinta que hace del acto poético una seducción. El tipo, con trazas de actor, se sube a la mesa y declama, se enfada, bebe despacioso los versos y busca el contagio. Tampoco olvida el juego, esa corriente eléctrica que hace más interesantes esa clase de encuentros. El mundo sigue llenándose de niebla. Pero él aprovecha un mismo poemario para conciliar clasicismo, simbolismo, coloquialidad y todo el afán lúdico propio de quien está buscando. Descubriendo texturas que convoquen nuevas rabias y promesas a través de las que mejorar la comunicación y, por qué no, la calidad de este sueño.

miércoles, enero 17, 2007

No vendría mal un poco más de humo


Buenas noches, ¿qué tal chicos? Bienvenida, soy Salvatore. Confío en vuestras sombras para que no dejéis nada de bebida. No os riáis. Lo digo en serio. Es verdad, nunca hay suficiente humo ni bebida ni mujeres como para terminar la locura que me nace en los ojos. Pero hoy me lo estoy pasando bien.
Me gusta tu país. Puede que solo sean tópicos. Pero me gusta vuestra energía. Ese aire decididamente suicida con el que amáis y os peleáis por tener un trozo de pescado, una de esas delicias, en la boca. Lo de la creatividad siempre es relativo. Pero me fascinó un tipo, como se llamaba, sí ese pintor que se quedó sordo. Había algo familiar en su tiniebla. Ese trazo compulsivo con el que retraba la crueldad de nuestra raza. Jajajaja. En serio te gustó esa película. Está bien te absuelvo, muchacho, deja de llevar todo el jodido peso de la vida sobre tu espalda. ¿Dónde está tu novia? Bien, bien. Acéptame un consejo. No está mal que de cuando en cuando te dejes llevar por la polla. Pero no olvides lo más importante: esa criatura es lo más cerca que vas a estar del paraíso. Trátala bien.
Más sangría. Claro que amo el fútbol. Soy del Inter., mi padre era del Inter. Y hay cosas que simplemente no se pueden elegir. Amo la locura de querer conservar un premio. Aunque esa maniobra sólo conmueva a tu gente. Por eso somos campeones del mundo. Porque nos aferramos al miedo. Hazme caso el miedo nos hace peores personas pero gente más serena. Por qué crees que paso tantas noches alcoholizado hablando con tanta gente extranjera. En vuestro hambre están los futuros miedos que moverán este mundo. Claudia ven aquí, que te voy a decir, que estas tremenda. Hazme un favor enséñale a este chico donde está el guarda bar...
¿Y bien? Jajajaja. No, no vendría mal un poco más de humo. No te engañes. Soy un perdedor, se me cayeron de las manos 8 estatuillas, ocho, que tiene la jodida lucidez para no cambiar de tren a mitad de partida. Pero no está nada mal hundirse con una copa y la dulce René arañando. Al contrario, estoy contento, siempre es agradable reencontrar a un amigo. Ya estamos con lo mismo. No me des las gracias.
Buona Sera, Spanish Doubt.

viernes, enero 12, 2007

Aunque tú no lo creas


Ya me gustaría, pero la tabla de surf está abandonada en la isla. En toda caso, te ofrezco un baño en el mar. No creas, no es tan sencillo. Estaremos expuestos a las picaduras del recuerdo. A cambio, plastificaré con una sonrisa el sabor de tus besos. Antes no te lo dije, pero me gusta cuando te inventas nuevos asombros. Te queda salvaje el pelo mojado. Detesto cuando te pones demasiado silenciosa. Enfádate. Pero a la primera. Me gustaba cuando rebuscabas en el bolso, como si fueses a encontrar un nuevo juego. Y lo encontrabas. Tienes razón, ya no sirve nada. Pero fue increíble acercarte en esa piscina, cuando todavía creíamos en la perfección de la música y el deseo.

miércoles, enero 10, 2007

Vacío magnético

La imagen de este pensamiento puede pertenecer a Maria Antonieta, la última pirueta de la princesa Coppola. O puede que no. A la confusión contribuye el caos espacial de la red. Quizá sólo sea un fotograma de esa pequeña maravilla titulada Las Vírgenes Suicidas, el primer reto de Sofia, un regalo para los adolescentes anhelantes de este mundo. Su segunda acuarela, Lost in Trslation, diseccionaba la soledad con tanta lucidez como poesía. Por eso aguardaba con impaciencia el retrato de la última reina de Francia.

Y ya de pronto, lo digo: me ha decepcionado. Me ha aburrido muchos más segundos de los imaginables. No al punto de un castizo de la sala cuando le soltaba a su querida “es mala con ganas”. Pero sí como para dejarme vacío. Tampoco he encontrado una orgía de melodías poporockeras que hicieran más sufrible el tedio de las ceremonias reales.

Es extraño, no obstante, una parte de estas imágenes me han fascinado. Y buena parte del mérito corresponde a la sonrisa y el cuerpo de Kirsten Dunst, la novia prohibida de Spiderman. La chica tiene un imán y consigue darle a la reina ese toque caprichoso, carismático y artístico que dicen gastaba la última jerarca prerrevolucionaria.

Ahí está el crimen de esta cinta. Te promete mucho más de lo que luego te da. Por momentos te parece que la vida y los afanes de la reina adolescente se parecen mucho a las de cualquier ninfa de nuestra época. Con todos los gastos pagados, se dedica a escoger una cantidad inmemorizable de zapatos y peinados hechos para desinflar la ley de la gravedad. Y es divertida. Seductora. Variable. Por no hablar de su afición desenfrenada a los pasteles y el juego donde sí surte efecto el toque surfero de los Strokes o la música electrónica. El mejor pretexto para revalidar el talento escenográfico de la peor actriz de la historia. Lo de la noche y sus infinitos antifaces ya es otra historia. MA da dos pasos hacia delante y uno atrás, se quema, pero por encima de eso incendia.

No se puede olvidar así como así sus medias, el endemoniado cruce de sus piernas, la bienvenida donde inaugura con un conde sueco. Tampoco su pelo rubio confundido con el de su hija, cuando las dos se ponen a darle galletas (o como se diga) a un corderito mientras se camuflan con la belleza de un césped cuidadamente asilvestrado, incitante a las lecturas de Rosseau y los mimos para la pequeña y el recién llegado.

Echando mano de una agradecida racionalidad, la cinta sirve como documental. Para cobrar conciencia del absurdo de la monarquía, intensificado en tiempos absolutistas cuando el detallismo del ceremonial era tan ridículo como surreal. Eso por no hablar de la ineptitud geopolítica y geoestratégica de un par de jóvenes coronados de una día para otro. Porque Luis XVI y María Anonieta ni sabían, ni intuían la oleada de pobreza que asediaba a su pueblo. Y como perturbadoramente muestra la película ese desconocimiento era bastante razonable.

Pero la cinta, concebida a volantazos, termina por dejarte desganado al borde de la carretera. Preguntándose si la princesa habrá perdido su toque. No obstante, ya lo sabéis, si monta otra fiesta acabaré yendo, no se olvida tan fácilmente a quien pone imágenes a la poesía de las renuncias o rebusca en la puesta de sol que sucede a una juerga.

lunes, enero 08, 2007

Si me dejan elegir


Una nube de humo escogerá la intriga de las misteriosas. El tiempo dará tiempo (dulce tempo despacio) para corresponder la sonrisa de tu gente. Al principio, la voz se quebrará. Nadie es inmune a la magia de un círculo de silencios. Pero pronto nacerán las bromas, esa naturalidad donde te refugias cuando las cosas se ponen graves. Cuando te des conciencia, detectarás un suspiro, una risa, tal vez unas notas de tristeza. La filarmónica de unos ojos involuntariamente cómplices. Y aterrizará el escenario más deseado. Allí donde te sientas junto a tu hermano y Javi te presta su talento para componer un momento diferente, allí donde la música mejora la insinuación de unas palabras hechas para viajar donde no llegan los cuerpos. Un intento. Tan solo eso.

jueves, enero 04, 2007

Babel


El planeta crece a un ritmo exponencial y algunos nos preguntamos de donde carajo sacan tantas almas nuevas. Echando un vistazo a nuestro mediano-pequeño país, los problemas de convivencia, el gusto por no entendernos (y no me refiero a las diferentes lenguas) cuesta menos comprender el caos (muchas veces multiplicado) mundial.
Sobre el empuje de tanto sufrimiento (tercera entrega) versa el nuevo viaje del señor González Iñarritu, un tío que suda talento y, algo mejor, ambición. La ambición diferencia a los buenos de los grandes. Y este señor mejicano, acompañado de su pinche cómplice Guillermo Arriaga, ha compuesto un caleidoscopio que estremece.

Sin grandes aspavientos, te descubres cautivado por la alegría de una familia de pastores marroquí. Te pierdes entre los labios de Cate Blanchet, una occidental belleza llena de neuras y un resentimiento más que razonable hacia su marido. Memorable la escena en la que se queda mirando a las tribus de mujeres de negro arrastrándose por el desierto.

Y, como sucedía con la película de la princesa Copola, te quedas intrigado por la cultura frenética de imitación, música y deseo de Japón, ese país tan diferente que se empeña en mimetizar al imperio.

Cometí (cometimos) la temeridad de ir a verla a un cine de versión doblada. No es que sea un sibarita de postal (apenas entiendo el inglés) pero coño ya que te pones hubiera sido más divertido escucharla en inglés, español, árabe y-o nipón, las lenguas en las que fue rodada. Iñarritu no hace patria fácil y también pega fuerte contra el árbol mejicano, aunque su afición a la fiesta, el alcohol y el rollo salvaje deja buen poso.

El caso es que viendo estas historias lo pasas mal, no es fácil contemplar la constatación de que nazcas donde nazcas la vida tiene preferencia por torcerse. Los actores japoneses impresionan, casi no tuercen el gesto y te transmiten un tormento que parece un poco más arraigado en esa cultura. Aunque la autodestrucción humana tiene sello universal. Padres que no cuidan a sus hijos. Trabajadoras ilegales que no tienen libre ni cuando se casa el hijo. La tragedia de las armas de fuego abriendo sus tentáculos en el desierto... Y en mitad de esa angustia, Brad Pitt se gana nuestros respetos por su interpretación de marido en redención.

Y hay más cosas. La estupenda ligazón de las historias por ejemplo. Con algún requiebro temporal que eleva la vibración de la trama y hace buena la teoría del efecto mariposa a escala planetario. Como señala Davide en su LO MEJOR NO ES DORMIR (ahí al lado, tienen gratis otra lectura de la peli) siempre está el riesgo de que algún listo se empeñe en comentarte la película cada cinco minutos o que a media docena de pájaros se les olvide apagar el móvil. Lo que de verdad será difícil de olvidar es a esa chica aislada buscando el modo de encontrar alguien, algún sitio, algún estado de ánimo, con el que borrar la huella de la sordera y el suicidio.

Lo mejor de esta película es que sales a la calle con conciencia de estar de suerte. Y sentir que debes celebrarlo. Pocas cintas, pocas cosas te dejan esa sensación.