jueves, enero 04, 2007

Babel


El planeta crece a un ritmo exponencial y algunos nos preguntamos de donde carajo sacan tantas almas nuevas. Echando un vistazo a nuestro mediano-pequeño país, los problemas de convivencia, el gusto por no entendernos (y no me refiero a las diferentes lenguas) cuesta menos comprender el caos (muchas veces multiplicado) mundial.
Sobre el empuje de tanto sufrimiento (tercera entrega) versa el nuevo viaje del señor González Iñarritu, un tío que suda talento y, algo mejor, ambición. La ambición diferencia a los buenos de los grandes. Y este señor mejicano, acompañado de su pinche cómplice Guillermo Arriaga, ha compuesto un caleidoscopio que estremece.

Sin grandes aspavientos, te descubres cautivado por la alegría de una familia de pastores marroquí. Te pierdes entre los labios de Cate Blanchet, una occidental belleza llena de neuras y un resentimiento más que razonable hacia su marido. Memorable la escena en la que se queda mirando a las tribus de mujeres de negro arrastrándose por el desierto.

Y, como sucedía con la película de la princesa Copola, te quedas intrigado por la cultura frenética de imitación, música y deseo de Japón, ese país tan diferente que se empeña en mimetizar al imperio.

Cometí (cometimos) la temeridad de ir a verla a un cine de versión doblada. No es que sea un sibarita de postal (apenas entiendo el inglés) pero coño ya que te pones hubiera sido más divertido escucharla en inglés, español, árabe y-o nipón, las lenguas en las que fue rodada. Iñarritu no hace patria fácil y también pega fuerte contra el árbol mejicano, aunque su afición a la fiesta, el alcohol y el rollo salvaje deja buen poso.

El caso es que viendo estas historias lo pasas mal, no es fácil contemplar la constatación de que nazcas donde nazcas la vida tiene preferencia por torcerse. Los actores japoneses impresionan, casi no tuercen el gesto y te transmiten un tormento que parece un poco más arraigado en esa cultura. Aunque la autodestrucción humana tiene sello universal. Padres que no cuidan a sus hijos. Trabajadoras ilegales que no tienen libre ni cuando se casa el hijo. La tragedia de las armas de fuego abriendo sus tentáculos en el desierto... Y en mitad de esa angustia, Brad Pitt se gana nuestros respetos por su interpretación de marido en redención.

Y hay más cosas. La estupenda ligazón de las historias por ejemplo. Con algún requiebro temporal que eleva la vibración de la trama y hace buena la teoría del efecto mariposa a escala planetario. Como señala Davide en su LO MEJOR NO ES DORMIR (ahí al lado, tienen gratis otra lectura de la peli) siempre está el riesgo de que algún listo se empeñe en comentarte la película cada cinco minutos o que a media docena de pájaros se les olvide apagar el móvil. Lo que de verdad será difícil de olvidar es a esa chica aislada buscando el modo de encontrar alguien, algún sitio, algún estado de ánimo, con el que borrar la huella de la sordera y el suicidio.

Lo mejor de esta película es que sales a la calle con conciencia de estar de suerte. Y sentir que debes celebrarlo. Pocas cintas, pocas cosas te dejan esa sensación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pete, ¿sabes por qué siempre llevo sombrero? ... Para descubrirme ante usted. Pedazo de artículo te has marcado. Enhorabuena una vez más.
Un abrazo.
PD: Voy a ver si me pongo un algo en la oreja, para ver si escribo asi de bien, crack. ;-)

Anónimo dijo...

Me apetecía mucho verla... (las dos anteriores me encantaron) ahora sé que no me defraudará.

Iría esta misma tarde al cine, pero tengo una cita con un poeta en el octavo de libertad.
Nos vemos allí!