jueves, noviembre 30, 2006

Profundidad de cómplice (Para Juan Yuste, cazador de momentos perfectos)

El relato de un par de personas te sobrevuela
(las venas)
y aterrizas en un río atestado de cuerpos

y concordia.

Apenas si chapurreas un poco de indie,
lo suficiente para comer un bocata
junto a ellos en una destartalada tarde de otoño.
Esta gente está muerta de risa, también de hambre,
pero nadie dirá que carecen de eso

tu llamas encanto.

Imposible memorizar su profundidad
un destello les cubre de
risa por cualquier gesto cómplice.

¿Cuánta tristeza es capaz de registrar la cara?
Me pregunta el fotógrafo que nunca ha salido de

su laberinto.

No me importa eso
por esta tarde
estoy por encima de mis miedos.

La invención del recuerdo habla
de un sabio hindú con
los ojos tristeza.

Miedo y la infinita tristeza.

Pierdes conciencia del tiempo
reconociendo buena parte
del sufrimiento
y espanto.

Y sin embargo
si hubieras estado
sabrías
el tipo sonríe como un reflejo
como si el desconcierto se le hubiese
reventado
en alguna parte del cerebro y ya solo supiera
celebrarlo.

Celebrar el cansancio
como ensayo dulce de muerte.

Celebrar el deseo
como arañazo triunfal
a través del que prolongar nuestras oportunidades.

Sí, algo así, como tambalearnos de placer.

Celebrar la conciencia de
estar vivo y limitado
esclavizado a la determinación cósmica
donde
(no te preocupes)
también es posible escaparse.


No tienes desperdicio
no tienes estrellas que incinerar
ahora mismo
con alguna parte de cuerpo.

Y así
con unas bromas silenciosas
aprendes a no precipitar el momento

¿para qué esconderse?

¿para qué desmentirse?

El río se retuerce sobre su exceso
y aquel sabio indio sigue ofreciéndote
su lejanía cercana mientras aspira
la calma propia de quien sabe que
estamos a tiempo.

Dicen la clave es no tener elección.

Poco importa
porque este tipo sabe como acompasarte
una inspiración.

Ya sabes,
inspirarse es ponerse cómodo por dentro.

miércoles, noviembre 29, 2006

Dubrovnik


Alguien dijo una vez, no te escondas y las excursiones marítimas (un decir) se hicieron prometedoras. Algunos veranos después, miles de noches más tarde, aquel talentoso jugador de instituto, y eso era lo de menos, seguía botando la pelota. Había escogido la ironía y nadie podía reprochárselo. Tampoco su afición a las mujeres bellas y urgentes. Debe ser difícil sentirte especial, dominar las palabras con la fiebre de la gente fanática del juego. Pero él lo consigue. Por eso aquel verano quedó halagado por la insinuación del Meditaraneo a orillas de un país virgen, lleno de canchas de baloncesto y ruinas en equilibrio. Por segunda vez en el viaje dejó de buscar la risa fácil y se dedicó a memorizar el océano. Algo medieval surgió con el encanto de la gente en apertura que sabe lo que vale una convivencia. Se supone no debería hacer nada, pero ella le buscó con los ojos. Y no era nada fácil esconderse. Es sólo todo tiene su ritmo. Ha merecido la pena sonreírte le dijo con la mirada cuando llevaban un par de bromas. Hablas en inglés y es una lástima que los misterios de tu piel guarden su propio ritmo. Conforme discurra el hechizo, ella le prometerá una visita a la capital mundial de la juerga, pero nunca llegará a partir. Es melancólico imaginarlo. Pero de vez en cuando alguien olvida el hielo y en algún descuido el príncipe de la radio cae rendido ante una sirena croata.

martes, noviembre 28, 2006

Deshecho


Al sur de Madrid existe un lugar donde pintar en las paredes es un síntoma de buen gusto. Un viejo bohemio camina por sus calles y se encuentra esto. Está lleno de rabia, natural. Pero también de insinuación. Y terror. Dicen es un homenaje al Guernica, plasmación inmortal del horror, mayor legado de Picasso. El veterano coleccionista de belleza se detiene, contiene el escalofrío. Difícil control. Una mano de sangre (no hace falta inventar) está a punto de sepultarlo. No encogerse no puede con tantas caras deshechas. El coleccionista es ahora un coleccionista de muertes. Quizá no se hayan extinguido. Su cuerpo aúlla. Pero casi todas las fibras emocionales han estallado. No les pidas empuje. Hay algo roto creciendo en el ambiente. El surtidor de gasolina sigue inyectando sangre en el bebé. ¿Dónde está la luz? Sangre nos sobra. Caretas para olvidar también. Pero en el centro del mar hay una mujer. Está flotando. El cuerpo tensado y los labios sellados. Busca el cielo porque sus ojos buscan al bebé. Si aguanta, tendremos una oportunidad. Pero quién aguanta sin vida. Tiene lagrimas. Dignidad. Un misterio invencible que funciona desde milenios. Y emerge, emerge de la sangre, su grito es el nuestro. Y, nadie sabe como, pero habrá oportunidad. Nadie sabe como pero el color se filtra en alguna avenida de Leganés, a través del tubo de luz de Suso 33.

viernes, noviembre 24, 2006

Un Bardem para Goya (for the next time, I hope)


Algunos directores disfrutan del privilegio de representar por sí solos una marca que remite a una idea de cine de calidad, intransferible. Algunas veces, esa marca crea películas memorables, momentos que sirven de inspiración para toda una vida. Otras, sin embargo, la marca se limita a regalar algunos destellos llenos de promesas, sin el merecido desarrollo. Milos Forman pertenece a esa estirpe de creadores. No es precisamente prolífico. Pero le ha regalado a la historia del cine dos piezas singulares: Amadeus y Alguien voló sobre el nido del cuco. Hace siete años cinceló la desigual pero de alguna forma conmovedora Man on the moon. Y acaba de volver a primera plana con Los fantasmas de Goya. Una cinta que arranca muy bien, repleta de sugerencia, con unos personajes fascinantes: densos y turbadores. Interpretados con clase por Stellan Skarsgard (Goya) y Natalie Portman (Inés y Alicia). Lo de Javier Bardem está en otra categoría. Crea una piel para el personaje y le compone una historia y un acento. Estremece en pantalla. En la versión original se aprecia con más nitidez su lograda dicción inglesa; el personaje del Padre Lorenzo, dueño de historia y escena, está lleno de ambición, dobleces, sentido estético y magnetismo. Por sí solo valida el coste de la entrada. La fotografía también es sobresaliente, mérito que corresponde al también español Aguirresarobe. Y qué comentar de la genialidad de los lienzos de Goya, intercalados con sabiduría a lo largo de la narración.Pero la historia sufre varios lastres. Alterna momentos de brillantes escenográfica y ambiental (como el preludio a la tortura del Padre Lorenzo, donde José Luis Gómez incendia la pantalla) con discutibles hitos argumentales y problemas para manejar la elipsis narrativa. La banda sonora resulta bastante pobre. Sobre todo por el contraste con la belleza de las imágenes. Las licencias históricas y argumentales que se toman Forman y Jean-Claude Carrière (guionistas) acaban cayendo en el tópico (España como gran prostíbulo, vivero del fanatismo religioso occidental) y restan verosimilitud al desarrollo de los personajes. Aún así, surgen algunos momentos de liberación espiritual y actoral.
Pero, siendo honesto, lo que de verdad uno espera es un yankee con talento para acceder a las entrañas del genio aragonés: visionario, contradictorio, arraebatado y, por qué no decirlo, un poco afrancesado. El sueño es tuyo Javide.

Y además es imposible


En algún rincón del futuro, las imágenes
te aceleran y aceleran

(por dentro).

No sabes muy bien donde estás,
pero aparece en la video pantalla una cara amiga.
Sonríe
(y no necesita más ceremonia)

para hacerte sentir en casa.

Por eso el cerebro consigue que los cuerpos
viajen solo con un chasquido

(de manos, espero).

Nadie como ella


sus ojos profundos y asustados
permanecen intactos

pero es la risa lo que nunca falla

(tu risa es una ducha en el infierno).

Acosado por los uranianos,
seres melancólicos y agresivos,
no se me ocurre

reconocerte

ya sabes
idéntico desconcierto.

Me gusta verte
agarrar tus manos
mientras el viento solar
aguarda su momento para extinguirme.

este momento.





Sigues convocando la potencia de las olas
con cada timidez de tus manos.
y no se por qué
te beso


te beso

No hay peor cárcel que
alejarte

como única guía
para sobrevivirme.

Entonces lloras
algo te anima a acercarme
y algo aún más irremisible
te empuja a volverte

Y lloras

(24 imágenes de tristeza por segundo).

Y me sigues pareciendo dulce

dulce entre las imprecisas

con una imposible propensión a la melancolía
que me pone
melancólico.

Qué raro cuando
tu tristeza es el único lugar donde puedo sentirme.

Lejano, alegre

y torpe como un pegaso que reniega de su velocidad.


Por eso,
porque no recordaré todo esto
me besas
se nos caen los besos

te beso.

miércoles, noviembre 22, 2006

Sucedió una noche (primer intento)

Cuando la era adolescencia era eterna
surgían noches-miedo sin descanso;
piensa en noches como alegría abierta,
sitios donde bailar lento descalzo.

El firmamento desciende de estos miedos
y ellas, dulces rotundas como promesa,
anuncian queremos algo más que el cielo;
difícil no mezclar sonrisa y cerveza.

No, nadie nunca te creerá muchacho
pero ellas ella se acerca sin miedo.
Y, rabia, no cede tu desencanto.

lunes, noviembre 20, 2006

Punk lento

“Estar centrado. Ésa es la clave. El mundo está lleno de poetas ágrafos, gente con ingenio, brillantes, que parece que pueden con todo a través de las palabras. Los encuentras en las barras del bar. Pero lo difícil es vencer la apatía y plasmarlo. Esto vale también para la música o para la pintura. No basta con tener una facilidad, hay que trabajarla”. Reflexiones de este estilo son habituales en Ezequías Blanco (Paladinos del Valle, Zamora, 1952), un poeta nacido para pulverizar algunos estereotipos mientras consume la vida a dentelladas.
Un rato de charla con Blanco es algo muy parecido a una conferencia distendida de lírica. Quizá le pueda su otra vocación (es profesor de Lengua y Literatura española en el IES Matemático Puig Adam de Getafe). Sea como fuere, se agradece. De una tacada entremezcla poemas y anécdotas de algunos de los más grandes. Gente como José Hierro. Y cuando te quieres dar cuenta, anota (un decir) en la servilleta: Aníbal Núñez. “Un poeta maldito del que se hablará mucho. Ya es conocido pero lo será mucho más. Escribe rabiosamente bien”.

Desdén hacia el sistema
Ezequías tiene casi todo el pelo de nieve, sí. Pero gasta unos ojos quemados de cerveza y humo que revelan su verdadera condición: la de un adolescente que ríe con facilidad y que se maneja con acierto en el desdén hacia buena parte del sistema. “No hay estética sin ética”. Por eso rechaza contratos que le obligan a promocionar sus libros y por motivos parecidos se niega a entrar en el juego de los premios preasignados. O rechaza cortesmente participar en programas como el de Sánchez Dragó.
“Con la libertad no se juega. Quiero formar parte de cosas con las que me sienta a gusto, donde pueda expresarme libremente, sin pontificar ni ser pontificado”. Cincuenta y cuatro con actitud punk. A veces, parece que se enfada. Harto como está de zarandajas. De la maquinaria de promoción de bodrios. “La mayoría de los escritores costumbristas de aquí y ahora escriben lastimosamente mal. Pero tienen detrás los imperios mediáticos. Así no vamos a ninguna parte”.
Le pides ejemplos y no se corta. “Rosa Montero tiene problemas con la sintaxis. Javier Marías suple su falta de biografía con lecciones pseudofilosóficas que cansan. Antonio Múñoz de Molina crea símiles sin sentido, irreales y absurdos, carentes de profundidad”. Y así podría continuar.
Pero no sólo habla Ezequías el desencantado. Al menor descuido, surge el chico de provincias, fascinado por cada centímetro de la piel nocturna. “La noche está muy bien, en Getafe y casi en cualquier sitio. Su magia te permite conectar con gente con la que de otro modo nunca hablarías. Algunas veces te sientes cómodo y puedes liberar ideas y bromas, con las que lo pasas realmente bien. Y, bueno, ya sabes, por la noche puede pasar casi cualquier cosa”.

Zumos de cebada
Imposible negar la evidencia. Revitalizado como está por los zumos de cebada en uno de esos bares donde le saludan por el nombre. Así pues no extraña demasiado su combinación perfecta para un poema: “mitad frescura, mitad técnica. Cuando eres joven, derrochas espontaneidad. Conforme pasan los años, dominas la técnica y te refugias un poco en ella. La clave está en conseguir un equilibrio”.
Queda la duda de si hoy día la gente ya no se expone cuando escribe y por eso igual ya no hay la misma conexión que antes. “Puede ser. Pero eso de poner las tripas no lo es todo. Vale para muchas cosas. Y también ayuda a la poesía, pero volvemos a lo de antes, a la idea del trabajo y el talento, si no hay técnica, si no hay sugerencia, exponerte no sirve de nada”.
También juegan un papel capital las lecturas. Blanco cita de corrido nombres de toda condición, un baratillo de sensibilidades donde conviven “Gil de Biedma, Rimbaud o San Juan de la Cruz”. Pero siempre con una reverencia especial para los clásicos del siglo de oro: “Quevedo, Garcilaso y Fray Luis de León son esenciales”. Su montaña de adoración tiene aromas clásicos: “La generación del 27, Bécquer, que sé yo, los grandes de la historia”.
La charla se enciende cuando Blanco diserta sobre su labor como director de Cuadernos de Matemático, una de las revistas más singulares del ámbito literario. Un lugar donde confluyen “escritores consagrados y chicos que están empezando”.
En un rapto de honestidad, reconoce que si por el fuera “no publicaría un número considerable de colaboraciones. Pero la idea es que esto sea un espacio de encuentro, no una colección de afines. La ventaja de esta publicación es que no es esclava de una editorial o de unas directrices. Es multidireccional”.
De nuevo surge la determinación de no subyugarse al gran negocio en el que parece haberse convertido la literatura. “He recibido ofertas para mejorar y amplificar la distribución. Pero a cambio de que nos esclavicemos a las exigencias de la editorial de marras y reseñemos sus libros”.

Matemáticas poéticas
Cuadernos de Matemático representa algo así como la encarnación del espíritu autogestionario. Una publicación donde los miembros del consejo de redacción nunca se reúnen y trabajan de manera autónoma, coordinando sus talentos a través de la figura unificadora de Blanco. Se tiran 2.000 ejemplares y ha convocado a “prebostes como Ángel González , José Ángel Valente o Seamus Heaney”. Una caterva de ilustres a la que ahora se suma el hispanista Ian Gibson, que es entrevistado en el último número, a punto de ser publicado.
El milagro es posible gracias a la diversificación de gastos. Con el apoyo central del Instituto Matemático Puig Adam y suscripciones de pequeños comercios y amigos, Y algún que otro canal convencional de distribución.

Aventuras pendientes
En el plano personal, Blanco está a punto de publicar el poemario Otras tribus urbanas y mantiene inédita su última novela, Islandia 2004. Su aventura no cesa. Casi al final de la noche, sentencia: “La literatura es la verdad de las mentiras”, una sugerencia contemporánea de otra de Ángel González: “Escribir un poema, marcar la piel del agua”, que sirve para incitar a la seducción de las palabras en desconcierto.

viernes, noviembre 10, 2006

Caos futurista y verosímil


Hijos de los hombres, la nueva película de Alfonso Cuarón
(Y tu mamá también) es una fábula futurista que será vista dentro de diez o quince años como un clásico del cine de ciencia ficción. Y como sucede con la mayoría de las historias del género, el arranque está repleto de sugerencia. El director mejicano dibuja un mundo irreal pero verosímil, donde los odios, miserias, discriminaciones, guerras y nacionalismos se han desarrollado hasta tal punto que la humanidad se ha colapsado; desde hace poco más de dieciocho años no ha nacido ningún niño.
El protagonista (Clive Owen) es un tipo que a duras penas se agarra a la rutina del trabajo. No permanece ajeno a la miseria moral y física que le rodea, pero ha decidido entregarse al whisky y la apatía como tablas de salvación. Por suerte, cuenta con la comprensión y el estímulo de un extravagante sabio (Michael Caine) que vive escondido en el bosque, entregado a brillantes sentencias cósmicas y el alivio de la música mezclada con hierbas de sabor a fresa...Un respiro de humor y optimismo en medio de tanta tiniebla.
La acción pues se desarrolla en un escenario planetario convertido en una distopía integral: los refugiados y los inmigrantes ilegales han aumentado exponencialmente, y ya no hay guetos, ni gobiernos, ni esperanzas que puedan detener el instinto de autodestrucción de la raza humana. Hay también fugitivos, denominados solidariamente fugis por los menos sobornables. Entre ellos destaca una chica.
Esa chica cuenta con la protección de la ex-novia, o puede que ex mujer, del protagonista (Jualiane Moore). Pero todo empieza a salir mal. De esa forma en la que vida te demuestra que las cosas siempre pueden ir un poco peor.
Y durante ese descenso, la película cobra su dimensión metafórica más estremecedora. El espectador muta en refugiado, caminando hacia ninguna parte, con la gasolina de la desesperación como única forma de no extinción. Más drama bélico. Lástima no haber desarrollado un escenario y unos personajes más sugerentes que la media. Pero ha habido espacio para fascinarse con la mirada de Clive Owen y los encuadres y diálogos, tan sutiles como envolventes.

sábado, noviembre 04, 2006

¿A qué te refieres exactamente?


La gente dice que soy una chica guapa

Y no voy a negar que me gusta mirarme en el espejo
hasta siento placer cuando no necesitas palabras
y me encuentras

la piel se me subleva y...

No
no te equivoques
esta conciencia no se me nota

Entre ellos, dicen que soy una tía enrollada

Lo soy, soy
una chica
una niña quizá
enrollada en mi sufrimiento

Y sí, lo he intentado
pero no se,
no me sale detenerlo

mi angustia por agradar
detener el instinto de
salir corriendo la mitad de las tardes que

me quedo sola con las amigas


Y sonrío para que no me noten

(las ruinas)

no
no es un problema siempre

Es sólo a veces
me aburro
y hasta me cansan
y no soporto

Porque otras
reímos sin querer
es tan fácil
basta mirarnos
como si para nosotras sentir lo mismo
fuese un acto reflejo como el boqueo del pez en

río abierto.





me noto cambiante
y a veces me sorprendo
mirando la techumbre vacía del cielo
buscándote

Necesitas una jarra de estrellas
me dijo Eli el otro día
y nos reímos
nos salvamos con esa facilidad
con la que ella me pinta los labios

Y sí ya se lo que estas sintiendo

pero no es eso

porque cuando nos olvidamos
verdad no necesitamos nada
no nazca aquí dentro

Nada que no sean nuestras explosiones de ternura
donde modificamos universos

Lástima estemos tan lejos del Atlántico
y la barcaza se hunda cuando
las palabras
se nos caen

porque no sabemos
nombrar el susto

no todo lo que podría siento podría acercarme.


Tan lejos, tan sueño.


Quizá sólo tendría que relajarme



me parece
que tengo estas manos

y la música suave
de cuando nadie puede entrar en palacio

y los labios que dejan de llevar miedo.

Y lo digo esta noche
porque
papá parece un poco más alegre

y por la calle he cruzado mis caras favoritas con los nanos
y cuando me he querido
dar cuenta
se me ha olvidado que tengo que estudiarte


No, no me preguntes eso
tan sólo quería
perder conciencia


Ahora que los diecisiete me decoran
con un traje
pensado para la pelea

Y no, no es arrogancia,
es el miedo
aunque creo que con las bromas
y el calor de tus invitaciones
ya no necesitaré las alas esta noche.