miércoles, diciembre 26, 2007

Empapelamos los vacíos con tus protestas


Melancolía en el país de las mañanas. La gente quiere cargarse la navidad a hachazos y no se cómo pedirles un poco de calma. Me refiero al vaso de leche que me acaban de servir mis manos. Miro a través del sueño y veo a un hombre nieve, hombre con gorro y un suave deje de amargura pero también de dignidad. Está solo. Pide su café y lo toma con gesto despacioso reconcentrándose en los bonitos ojos de la camarera. Bonitos ojos le dice con su sonrisa y ella, princesa del barro y el buen humor, le devuelve el gesto con una timidez supersónica en los labios. No se por qué, pero el hombre se empeña en duplicarse y se sienta cerca. Habla con su hijo, o no, es su hijo el que le comenta una incertidumbre y ese hombre está más contento que nunca. Contento de no ser un perdible y contento de que su nene padre acuda a su choza como si fuese un borges de barrio y su cabeza contuviese casi la mitad de las respuestas. Al menor descuido, me vuelcas negaciones sobre la falsedad y la fiebre que llena todas estas mareas. No hay espíritu. Lo hay, respondo sin mutarme. Pero quizá no en proporción supermercado. Revisa relatos, tus relatos, de estas semanas. Mira dentro: mineros pacientes de la alegría. Es novedad y estamos los dos solos en mitad de la calle. Sonríes y miras el cartel. O es el cielo. Los dos solos. Empiezas a cantar y nunca te había escuchado esa canción. Quiero todas tus (también protestas) para mí.
Es navidad dentro de tu cuerpo.

martes, diciembre 25, 2007

Voltereta acuática

El camino está lleno de hojas derrengadas. Un chico despistado, un chico contento vuelve al escenario donde los cambios se volvían ciclón y sonríe despacio. A unos pocos centímetros, le acompañan un coro de patos, a cual más naranja. Su sonrisa es la de un recién premio. Una mezcla de alegría y vacío (como cuando tiemblas y se te cumplen los sueños). Navega sobre la fluidez, pero su amigo el pato punk no es de la misma opinión: se afila la cresta y empieza a girar sobre agua en sí mismo. Transparente está helada pero a él indiferencia. Es diversión. Repite y repite hasta perder el contacto con el grupo. ¿Por qué el resto de patos no le acompañan? El humano azul tuerce el pico de sorpresa y se divierte viendo su amor a la ola, aunque le vaya a costar una pulmonía. Cuando quiere darse cuenta, tiene calor en el barrizal de un ático en Menorca. Ella le roza. Sólo la piel. Y la fascinación dura hasta la noche cuando descubre la inaugural de ojos increíbles. Eso ya es otra historia.
Porque a veces una mirada resume el universo.

martes, diciembre 18, 2007

Belleza y repetición


Me gusta cuando miras porque estas como soñando

lunes, diciembre 17, 2007

Belleza y repetición



Me gusta cuando sueñas porque estas como mirando

jueves, diciembre 13, 2007

Aprende a comer bombones


No te digo que te empaches, que me pruebes alto todas las noches. Pero aprende a relajarte. Aprende a decir no con una sonrisa. O sin ella. Quiero que me hagas temblar sin que me de cuenta. Y quiero que te pierdas. ¿Serás capaz de reírte sin pensarlo? Me gustaría que una noche me llevarás a la piscina a robar peces de colores. Con las manos. Me encanta esa manera de mirarme. No pierdas el asombro. Tu asombro me provoca perdidas. Perdidas de frío. Escóndeme en un tu caja y pruébame a traición, como si fueras a comerme. Y bébeme. No te pediría todo esto sino fuera porque se que nos vas a hacerme ni caso. Quiero que me improvises. No quiero nada. Sólo morderte la sonrisa.

viernes, diciembre 07, 2007

Canción secreta de Pep


¿Mis alicientes?
Convertir sus pechos
en dos olas embravecidas
y abandonarme a su arrastre.

¿Mis satisfacción?
Los músculos fatigados
adiós de pensamientos invernales
con helado de premio y los pies del mar.

¿Mi descanso?
Mi hijo durmiendo,
unas ignotas lectoras liberando
y la paz animal de unas sábanas.

martes, diciembre 04, 2007

El mejor poema tiene 37 años


Bebo tus cantos y blasfemias
y me sientan como una carcajada de cartón.
Este envase, tu envase está lleno de grumos poéticos,
versos blancos medidos con el esmero de un estraperlista.
Blasfemias que today son un ídolo rock estadounidense.
En mi mundo ya no hay provocación, bucanero, por eso tus maldiciones
me provocan ternura.
Y una sonrisa.
También de admiración porque
en tu tiempo cazaste bisontes con un frasco de absenta.
No, amigo, ni siquiera, aunque sean lo mejor, tus colores
gastan fascinación
(aunque me gustan).

Toda tu
mejor inmemorial la viviste
recibiendo balas de amantes diabólicos
y creando catedrales de espuma.

Esa tarjeta postal de un adolescente cambiando la energía.
¿Después cómo?

copiado como un beatle.

Todo tu
también
tiempo para
traficar con cuerpos y armas

Y no se por qué pero gracias quiero gracias
por mearte en el catálogo de temblores oficiales
y llenar los labios con frutas prohibidas.

lunes, diciembre 03, 2007

Noches como locomotoras


Niña, enséñame las mariposas de tu garganta.
Ponte a cuatro ideas
y ensuciemos juntos el libro viejo de nuestro futuro.
Sólo tres viajes
y me dura la sensación de vela incendiada
en algún lugar de la piel
que sólo acierto a sentir cuando te tengo delante.

viernes, noviembre 30, 2007

Hijo del viento


La música sonaba en el coche y eso le llevó la tristeza sin tiempo para preguntar. Es un sentimiento. Algo se suspende en tu estado de ánimo y parece que los músculos se van a convertir en natillas. Es extraño. Pero se alegró de entristecerse. Se alegró de tener tiempo y serenidad para saber que aquella melancolía no sería definitiva. Su vida era una existencia insólita pasada al ritmo de una pantalla gigante. Creció en un bosque de Menorca, en un ambiente de caras cerradas, mucha tierra roja y el cariño de los abuelos. Lo que en aquel tiempo equivalía a un tazón de leche caliente. Con su imaginación era capaz de ser protagonista de cualquier escena. Esta tarde, lechero. Antes, salvaba vidas en algún poblado de Siberia. Mañana le robaría la timidez a la primera camarera que le sonriera. Quemó las hojas del calendario y se descubrió dejándose llevar con la amiga de su prima. La más triste. También la más interesante, con un cuerpo de efigie y la cara de una belleza tan evidente que se notaba en sus ojos, en estado de alerta. Se dejaba llevar. Y empleaba sus manos con una diligencia que inventó nuevos acercamientos.
Aunque aquella tarde los dos estaban envueltos en un estado de vergüenza y adoración. Son cosas que pasan después de moverte como un animal complaciente. Animal y complaciente. A veces era de esa especie. Y otras prefería esconderse en sus pensamientos, a ratos de cansancio hacia el mundo, a veces conmovido por las cosas pequeñas. Por eso aquella canción de Dylan le había convertido en un ser de luz y deseo. Estás muy cerca. Se concentró un poco y pudo sentir el tacto airado de su espalda. Nadie diría que habían pasado quince años. Delante de sí tenía una larga autopista, uno de sus mejores momentos de confianza y un puñado de sueños.

jueves, noviembre 29, 2007

Cuando lo tienes claro


Se levanta tarde, llega también tarde a los entrenamientos. Y los sábados después de los empates (también de las victorias) se infla a fumar a la manera de un búfalo vaciando la charca. Le encanta esconderse detrás del peinado pop mientras engaña a alguna rubia de la comuna.
Su nombre tiene carisma. Y sobre el terreno de juego es lo más parecido a un poeta maldito. Inventa espacios, detiene el tiempo y se aburre con facilidad. Hasta que empieza a pasárselo bien. Le basta con pintar la pelota y abrir formas geométricas de extraña belleza. Todo vale para una maravilla.
Algún tiempo después le dirá a su mediocampista más talentoso: ponte de lateral derecho y harás girar el mundo. Ocurrencias así solo salen de un visionario. Lo cortés no quita lo imprudente. El tío tiene cambios de humor, es egocéntrico y despiadado con los jugadores que no entran en su plan. Pero a cambio revolucionó el fútbol en los años setenta. Inventó regates que estiraban la persistencia del tiempo. Se dormía flotando en champan en las vísperas de una final de Copa de Europa. Y su banda era capaz de componer una sinfonía con 24 toques en menos de un minuto y la mirada (nunca el robo) de los germanos. Holanda perdió el campeonato mundial y se ganó un espacio en la leyenda.
Los más románticos dirán la belleza de la derrota. Y los más listos, soltarán y un carajo. Bien por los eurocaribeños porque luego el tío ganó tres Copas de Europa, no se cuentas ligas holandesas (alguna española?) y ya como entrenador, ya en España, una Copa de Europa, una Recopa y cuatro ligas.
Pero lo mejor de las leyendas (aunque su historia esté medio inventada como es el caso) es lo que no se ve en la inscripción de la estatua. El tío conquistó a la diosa nórdica, cambió los cigarrillos por el consumo compulsivo de piruletas y creó una filosofía para el Barcelona. Juego porque quiero fascinar, sería el lema blaugrana. Jugadores en campo abierto, muchos pases, balón corriendo, piensa rápido, cánsate poco. El motor final del sapiens. Y el caso es que hoy día los chicos de la cantera embaucan como algún día les enseñaron en el campo de cuando alevines. Hemos perdido la improvisación y el genio. Hemos perdido los adoquines del barrio y el sabor de los retos. A cambio, los chavales llegan más centrados. Hacen más felices a su gente, pero faltan dificultades para el solista inolvidado. Llámalo Johan. Llámalo genialidades.

jueves, noviembre 22, 2007

No hay rencor


En mi mundo las mujeres son completamente sábado.
Seducen desconocidos con su cara de Halle Barry,
estrechan su cuerpo furioso furiosas te estrechan
y traen fascinación con sus ojos de cazadora ártica.

De donde yo vengo las perdidas son una cena de compromiso
¿repostáis combustible para vuestros carros eléctricos?
Pues nosotros dormimos del mismo modo.

La procreación es el pago de un impuesto:
intercambiamos cromos genéticos con nuestros preferencias.
Todo lo más te provoca un leve cosquilleo.

No existe dolor en mi mundo.
Somos gente feliz desde el principio.
No hay envidia, no hay rencor, todo fluye.

El único problema es el aburrimiento.
Nos lo curamos explorando otros mundos.
Lugares y estados de conciencia difíciles de imaginar para seres tristeza
esclavizados al nunca, jamás, muerte.

Lo nuestro es una conciencia colectiva donde nadie se siente desamparado.
Es un mundo perfecto.
Y al contrario de lo que tú crees, poeta, la perfección es fría.

Por eso he venido a tu mundo, para conocer cómo fabricáis belleza
de los derrumbamientos o las limitaciones.

Me llama
ese ruido interior que os causa tanto sufrimiento,
con la vida funcionando, os obstináis en averiaros,
también me conmueve eso de vosotros.

Poco claro cómo superáis el dolor
y provocáis lluvia en mitad de los cuerpos.
O cómo vuestros cachorros privaciones son los que más ríen.

En mi mundo no hay rencor.
Pero a cambio nada nos hace temblar.
Y al contrario de lo que tú crees, poeta, la perfección es fría porque no tenemos sueños como los vuestros.

lunes, noviembre 19, 2007

Completamente sábado

En mi mundo las mujeres son completamente sábado. Sonríen a los desconocidos con su cara de Halle Barry, te prueban con su cuerpo de Sofía Loren y traen la fascinanción con sus ojos de diosa ártica. De donde yo vengo las cenas son un gasto innecesario de tiempo, nos alimentamos del mismo modo que vosotros repostáis combustible para vuestros carros eléctricos. La procreación es una necesidad fisiológica, del mismo modo que vosotros dormís, nosotros intercambiamos cromos genéticos con nuestros cerebros. El dolor no existe en mi mundo. Somos criados en un una bañera de opiáceos donde la gente es feliz desde el principio. No hay envidia, no hay rencor, todo fluye. El único problema es el del aburrimiento. Un tedio que nos curamos explorando otros mundos. Lugares y estados de conciencia difíciles de imaginar para seres que siempre están peleando por un territorio. Lo nuestro es una conciencia colectiva donde nadie se siente desamparado. Es un mundo perfecto. Y al contrario de lo que tú crees, poeta, la perfección es fría. Por eso he venido a tu mundo, para conocer el modo en cómo fabricáis belleza de los derrumbamientos o las limitaciones. Ese ruido interior que os causa tanto sufrimiento, esa incapacidad para comunicaros y contentaros con lo elemental, con la vida funcionando, es lo que me conmueve de vosotros. Me fascina cómo superáis el dolor y construís la solidaridad en mitad de la catástrofe. O cómo vuestros cachorros con más privaciones son los que más ríen. En mi mundo no hay rencor. Pero a cambio nada nos hace temblar. Y al contrario de lo que tú crees, poeta, la perfección es fría porque no tenemos sueños como los tuyos.

viernes, noviembre 16, 2007

¿Me das un muerdo?


De acuerdo, lo suyo sería que te lo diera yo, que para eso soy una lujuriosa abandonada a su sed. Pero francamente no tendría mucho mérito. Soy guapa, puedo llegar a voluptuosa sin mover un músculo y conseguiré que la sangre no me inyecte los ojos. Bastará con que te enloquezca la mirada. Pero yo quiero algo más de ti. Quiero que me tomes tal y como me ves ahora, histérica, descompuesta, llena de tiniebla. Quiero que me quieras en mi peor versión. Sólo de esa forma sabré si todavía puedo sentirme viva. De qué me sirve envenenar el cielo, salvar a los suicidas o emborracharme a los pies del Sena si no soy capaz de inspirarte ternura.
Sí lo eres. Te he estado observando, por eso te he escogido. Tienes suficiente miedo. Y suficiente humanidad como para ponerte en la piel del otro. Te gusta leer los periódicos en la terraza de tu novia. Y abandonarte al placer. Y a las tormentas. Pero también eres un equilibrado, de los que se esfuerza por tener una palabra agradable o que riega todos los días, podrían ser noches, sus pasiones. Te gustan los soles eléctricos, lo se, también conozco tu manía de entristecerte con lugares que posees en tu memoria. Aunque sea una memoria que no te pertenece. Por eso te he dejado leer mi historia. Esta noche, cuando abra el balcón, no dudes. Hagas lo que hagas no dudes. Simplemente te prometo que te prometerás para siempre. Ya lo sabes, o me salvas y nos salvamos para esta semana. O nos hundimos. Y nos condenamos para el próximo rato.

miércoles, noviembre 14, 2007

¡Me están estressando!

Qué demonios hago yo aquí. Vale que mamá me quiere mucho y que estas señoras son molto amorosas y mola que me estrechen contra sus pechos. Pero me están llenando de agua hasta convertirme en un pez y francamente todavía no estoy preparado. Lo de menos es ese quiriqui que veis en la foto, mola darse un aire al abuelo (que a fin de cuentas es el único que me dejará tomar leche condensada ).
A todo esto, me han interrumpido el vaciado que estaba haciendo de la piscina. Nada me gusta más que esta pala. Al menos, ahora, que son las cinco de la tarde de este verano romano. Bien mirado, estas madonnas son consideradas, no quieren que me convierta en un bebé K.O en el primer asalto. Pero se les va la mano, no obstante confieso que me encanta cuando las miro y me sonríen, haga lo que haga, ya sea echarme un pedete o poner cara de niño selva...Me gusta esa amiga de mamá que lleva los pies desnudos, ojalá todo el mundo fuera tan surfera como ella y se dejaran llevar por las ganas de sed. En realidad ahora estoy muerto de agobio y con la incomodidad de que te quieran ahogar en barro. Pero me gusta ser un pequeño emperador acuático que todavía no tiene miedo para ir detrás de las cosas.

sábado, noviembre 10, 2007

Tren atardecido


Ocho de la noche. Invierno. La mayoría de los pasajeros nos sentamos sobre nuestro cansancio. Suena mi móvil. No es mi móvil.

-¿Sí? Soy Guillermo. Bueno, pues su hermano gemelo (risas).

…………

La voz joven, como de corredor de triatlones, pertenece a un chico con dos mechones canosos y la cara congestionada por la coca cola.

-Eso no me lo puedes decir por teléfono (voz grave).


-Esas cosas se dicen a la cara. Tienes que mirarme para saber si me pongo rojo. O nervioso. Por teléfono no tiene mérito.


Y el equilibrista lo sigue pasando bien.

entretanto, la locomotora tiembla con la mirada de una chica
chica del continente luz.

viernes, noviembre 09, 2007

La reina de los excesos


Siempre se vio guapa en el espejo. Las niñas del cole querían regalarle su sándwich y tenía tiempo hasta para inventar nuevas modalidades de salto a la comba. En casa, sus padres solían andar a la gresca. Papá alcoholizado todo el día y mamá neurótica con sus tetas y los potingues de la cara. Había algún momento bueno, como cuando se comían la tarta de chocolate y abrían los regalos de la tía de Shangai.
A los doce años, los chicos de quince se la comían con los ojos. Su cuerpo se sacudía por oleadas intensas de rubor y placer. Los pechos le crecieron a la edad justa, suficientemente tarde como para no ser la primera y lo bastante pronto como para seguir jugando en primera división sin bajar de categoría. Por el camino, mamá la seguía colmando de cariño y sobreatenciones. Todo por su nena artista. Le pasaban los libretos y no le costaba memorizarlos. Un par de horas y caían las diez hojas del capítulo, interpretadas con la mezcla justa de naturalidad, control y seducción delante de una cámara que le hacía feliz. Siguió creciendo y la meca del cine la cubría de ofertas. Las pelis cada vez eran mejores. Los chicos se volvían locos contigo. Pero tú siempre querías tener todo bajo control y, al tiempo, vivir fácil, sin pensar. Dejando a la piel todas las ventajas del hedonismo. Por eso la diosa se calza las copas con una cantidad prohibitiva de lujuria. Alguien se la encuentra un día en el pasillo de una fiesta casera. Vestida de princesa punk sonríe con la mezcla justa de picardía y desinterés. Hablar con ella es fácil y tentador. Le gusta besar. Le gusta provocar. Su cuerpo se tensa como una estatua de mármol y le entra el pánico. Pero lejos de dejarlo prueba el más rápido como un animal salvaje. No es fácil ser una diosa de excesos. La gente te envidia. La prensa te bromea y las drogas son el único combustible para estar siempre a punto.

martes, noviembre 06, 2007

La barriga ardiendo


Esta sensación nunca desaparece. Un día tienes un montón de calles escalando en tu conciencia. Hace frío y mamá ha disimulado bastante bien pero a ti no te engaña. Pronto te entran ganas de vomitar, pero no eres el único y esa limitación te envalentona. El vértigo es una cuestión de elección. Y créeme sólo hay una respuesta, en casa te han enseñado a no quejarte. Y John, uno de los capataces, es buena gente, por eso nos cede la media hora de rigor para echarnos los primeros pitillos y ahuyentar los fantasmas de lo que pueden estar viendo o sintiendo los hermanos enviados al abismo. Nada como esa taza de leche hirviendo que te ha hecho entrar en acción. Camino de la tortura, el alma se alegra con las pequeñas cosas, como esa mujer de la ropa que canta como si la hubiesen tocado para ser un ángel. O esa estanquera, chica maravilla, mujer inaugural, que no se corta con las sonrisas. El mundo puede ser oscuro como una enfermedad sin segundas oportunidades. Pero también puedes ser rabiosamente feliz con las fiestas del barrio o los regalos que abrirá mañana, día de San Jorge, tu hermano pequeño. Cosas que no aparecen en esta foto. Pero hay cosas que sólo el alma puede eternizar.

viernes, noviembre 02, 2007

Desordéname


La chica que lleva ropa interior en sus pensamientos activó una suma de recuerdos difíciles de mejorar. Vio a una ojos azules pidiéndole que acelerara y se encontró a punto de desplomarse desde la cima de unas vallas. Estoy hecha de luces y sombras, por favor ponte esto. Y los cuerpos hechos de madera se curvaron hasta empezar a llover.

martes, octubre 30, 2007

Involuntariamente brillante



Cuando empiezas a leer te quedas fascinado con el estilo incansablemente brillante de gente como Umbral. Cada una de sus frases es una pequeña explosión de belleza que acaba llenándolo todo de ingenio, sugerencia y hasta desasosiego, porque ya se sabe que alguien que se empeña en llamar la atención todo el rato acaba cansando. Pasa el tiempo y maduras. No es que le reproches nada a aquel viejo escritor castellano, aprendes a valorar más incluso la cantidad de talento y trabajo que convocan cada una de sus sentencias pero comprendes también que detrás de sus provocaciones se esconde un alma resentida con el mundo, que necesita aprobación en cada paso.

Todas la necesitamos y el propio Umbral decía admirar la contención. Por eso supongo que, esté donde esté (apostaría a que en una tasca metiendo mano a la diosa del vino) no se enfadará mucho si hoy señalo a Enric González como un referente.

A fuerza de pegar algunas piezas de su biografía lo imagino como un tío infinitamente curioso, con facilidad para beber lo que sea, escéptico de los que se curan con una ironía, elegante y lo suficientemente obsesivo como para relatar historias al detalle.

A veces ese gusto por el dato satura la lectura, pero otras le da una extraña forma poética, el lirismo de los niños cuando diseccionan algo desde una perspectiva olvidada o inédita. Hace un par de semanas leí uno de los libros más consumidos de este periodista catalán: Historias de Nueva York. Digo consumidos porque sus páginas se leen del tirón. No son muchas, pero se dejan querer. Con razón, el tío Enric confiesa que si por él fuera lo condensaría todo en epigramas. Tiene guasa viniendo de alguien con la memoria tatuada de referencias variadísimas que descolocan y cautivan al que se acerca.

En este libro González, que tiene la mala cabeza de ser hincha del Inter y el Espanyol, escoge un puñado de historias para dejar su impresión de la capital del mundo occidental. Queda la sensación de una ciudad donde todo es posible. Concebida por los libertarios holandeses, la naciente York (luego llegaron los guiris) americana no tardó en convertirse en un foco de inmigración de un buen puñado de pueblos europeos: irlandeses, italianos, escoceses...Sobre ese pastiche cultural, combinado con los nativos, hispanos y afroamericanos, se ha cincelado una urbe llena de energía, donde los sueños se cumplen a fuerza de voluntad y resulta fácil deprimirse si uno está desorientado.

Un lugar donde los rascacielos se convierten en las catedrales de nuestro tiempo (a quién no le gusta el dinero y el éxito) y los deportes nos conectan con nuestro viejo vicio de la supervivencia y celebración. Por eso quedan tan bien las historias de mafiosos que empobrecen el mito. O que lo mejoran, como aquel chiflado que espantaba a los transeúntes de Little Italy, así durante decenios, para acabar siendo descubierto como capo número uno de un gigantesco emporio de negocios turbios.

Hay más, claro. Filántropos o magnates como Hearst o Murdoch, tipos con una buena neurosis, que vendieron a su madre para prosperar. Son historias que definen un pueblo.
Pero lo que de verdad interesa de este libro son las vivencias del autor. Dispersas en un puñado de frases que amenizan y conmueven. A través de ellas conocemos el alma atormentada de Ricardo Ortega, aquel periodista de Antena 3 que murió asesinado en Haití. Un tipo que hablaba ruso y “un inglés aproximativo”, que relató el drama de Chechenia y que gustaba de beber licores imbebibles mientras buscaba huecos que no había en una agenda siempre a punto para nuevas conquistas femeninas. También se traza un boceto del hambre y promesa que arrastraba Julio Anguita Parrado, otra víctima de la guerra, esta vez de la de Irak.
Para ser honestos, los relatos de González son tan prolijos que a veces no tengo más remedio que desconectar. Demasiado detallista, consigue que te quedes ajeno al relato. Pero de repente encuentras frases perfectas: sencillas y brillantes.

Porque hay que decirlo, detrás de la aparente falta de pretensiones de González hay muchas horas de trabajo o de lecturas o de talento, vaya usted a saber.

Sus relatos son entretenidos pero no superficiales, están depurados con las dosis justas de melancolía, precisión, ironía y estilo. Conoces las anécdotas con una sonrisa. Una anécdota que te lleva a comprender mejor un momento o una sociedad gracias a su tono dialéctico. Pero de repente se te hiela la sonrisa. “No pude llorar por la muerte de Ricardo. Tampoco pude, ni puedo llorar por la muerte de mi hija. Sin embargo, lloré, y mucho, por la muerte de mi gato. Debo de tener algún problema en el lagrimal”. A veces escribes para eso. Escribes para curarte. No se te ocurre otra forma de si quiera drenarte el alma. Con las palabras escasas el tipo conmueve cien veces más que si hubiera empleado un tono sentimental o sensiblero.
Para eso se escribe. Para dejar a la vista tormentos que de otra manera acabarían pudriéndote. Enamorado de la nieve que cubre las calles neoyorkinas. Insinuando que nunca volverá a la gran manzana y apareciendo por allí a los pocos meses. Así es Enric González, el tío que te cuenta cómo es la vida en Italia a través del fútbol, el chico que pocas veces se cansa de mirar el mundo, el vagabundo que pocas veces se siente solo porque le pagan por aprender a memorizar (y celebrar) el mundo.

lunes, octubre 29, 2007

Azul


El sitio que nunca conoceré está en algún lugar del trópico. Allí la gente se deja hacer en español mientras las mujeres toquetean. El lugar al que yo pertenezco no lo conoceré en vida porque tengo demasiada facilidad para preocuparme. Pero eso no quita para un mental. Veo unas barcas y con ellas la posibilidad de encender estrellas a las horas más turbias. La veo a ella, preocupada y desinhibida, haciéndonos perder el equilibrio mientras el agua nos descubre. Quizá lo que no veo es porque todavía no lo he encontrado. Al menos de esa manera (aquí dentro). El lugar al que yo futuro es un sitio en el que tengo hambre y me permiten saciar la sed mientras los miedos se me relajan y las adolescentes me cubren de tierra tibia. El sitio que nunca conoceré está más allá del recuerdo y tiene una gruta con una inmensa charca tan pronto se llena de pompas como recibe un coro de amazonas. Esas chicas tienen dos pieles, a veces hasta tres (relajaciones) y relatos que nunca se repiten. Me refiero por supuesto a la respiración.

lunes, octubre 22, 2007

El sabor de una coca cola


Casi no queda tiempo, pero conviene asegurar la posesión. Hay nervios pero sobre todo ganas de recibir la pelota. Jorge se abre al otro lado del campo. Agacho el espinazo y pido la pelota, el movimiento mil veces ejecutado con la imaginación, amago hacia un lado me muevo hacia otro y surge el semigancho que toca la tabla y entra la canasta. El éxtasis. Y salimos corriendo hacia todos lados. Los compañeros fundidos en un abrazo donde descubres un oxígeno desconocido. Estoy muy contento. Estoy entusiasmado. Por momentos como esos uno juega al baloncesto.
Los mejores los viví con mi amigo Jorge cuando teníamos once años. Aquel año no perdimos ningún partido. Escuchábamos como a un maestro zen al entrenador. Cada pequeña lección sobre el juego y los estudios era grabada a conciencia. Nunca podré olvidar el mejor cansancio de cuando el míster nos regalaba una coca cola y unas papas fritas mientras comentábamos entusiasmados la mejor jugada o las dificultades de tipos que ya entonces eran gigantes. Tampoco borraré aquella victoria contra el Estudiantes (C) con ocho puntos de cada uno. O la manera en la que los dos nos crecimos en la final del torneo del Stella Maris, donde aprendimos a superar la presión ambiental.
Si tienes coraje se puede mirar hacia el cielo. Jorge era, en cierta manera, lo opuesto a mi. Tenía altura (entonces yo no andaba mal de eso) pero sobre todo tenía mucha clase. Jugaba con el gusto diletante de los que van a hacer algo diferente. Por amor a la virguería. Nunca perdió esa preferencia. Por eso veneró hasta la broma a Míchel, aquel tipo que hizo grande el callejón del 8 en un Madrid que todavía hoy es recordado con nostalgia por la calidad de su juego.
Con el tiempo llegaron las borracheras y las distracciones. Pero Jorge nunca se dejó tentar. Los suyo era fascinarse delante de una pantalla gigante de cine, mientras seguía interiorizando la elegancia y una broma como mejor válvula de escape a las situaciones más exigentes del día a día. Era un tío tranquilo dispuesto a sacarle las mejores cuentas al mundo: un partido del Madrid, primeros amores fugaces, goles desde el medio del campo como portero y sobre todo la risa. Además de una extraña forma de cumplir con brillantez en los apuros académicos cotidianos.
No dejaba de sorprenderme porque en la universidad seguía saliendo ileso de apuros que antes o después nos desgastaban al resto. Por aquel tiempo dejó destellos de lo que podría haber sido un nuevo grande. El suyo era el sello de gente como José María de la Casa o Jose Manuel del Toro. Puro sentido común que, generación tras generación, construye una sensación de que todo puede y a salir bien.
En la universidad exploró el mundo y le dio tiempo para entusiasmar a una chica de calendario a la que prefirió no destrozar el corazón. Él prefería otras mujeres. Todo o nada. Y el todo se estaba haciendo de rogar un poco. Hasta que apareció Carmen. Tardé un par de años en conocerla. Pero mereció la pena. Carmen es una de esas chicas que te hacen sentir cómodo casi desde el mismo momento en que la conoces. Simpática, atenta y con la timidez justa como para pensar en ella como alguien excepcionalmente agradable.
Hace ya dos semanas navegan juntos por toda Argentina, el país de los extremos donde pacen los mejores cuentistas del planeta. Tuve la suerte de asistir a su boda y sentirme como un personaje de Scott Ftgerald mientras sonaba jazz y probaba canapés de salmón. Casi me quedo en el techo mientras los amigos nos dejábamos llevar por la juerga y la camaradería en una serie de manteos de la que tampoco se libró el novio... La ocasión sirvió para hacerme moderadamente feliz mientras los veía ejerciendo de perfectos anfitriones, con esa armonía contagiosa. Felicidades, amigo.

viernes, octubre 19, 2007

17-0


Se supone que anteayer por la noche cambié un aquaruis por unas líneas. Se supone que yo ahora debería estar rebanándome los sesos por cincelar un par de páginas de cultura para el diario donde me pagan los vicios. Se supone también que esta botella tenía que estar en circulación desde el miércoles. Pero así son las cosas. El mecanismo de la memoria tiene sus propias reglas.
Esta noche asistiré a una cena. Allí me encontraré con un puñado de grandes amigos, gente que ha estado en las mareas y las celebraciones. Todo empezó hace diez años. Éramos tres chavales con ganas de revolucionar el mundo. Pero aquella tarde (todavía funcionaba la inercia del toque de queda) cogimos varias botellas de varios licores y nos plantamos en el mítico parque de Tribunal. Eran los cumpleaños de Davide y Fran. Su estreno en la mayoría de edad. El sol nos cegaba y nos dedicamos a rememorar anécdotas de fútbol, sexo y del instituto. Poco a poco empezamos a proyectar mejoras y curiosidades, la actividad por excelencia muchachesca.
Las estrategias competitivas de los genios de la NBA y alguna anécdota que ilustraba la grandeza de su carácter. Las bromas alrededor de los adultos que se encastillaban en su aburrimiento y paranoia. O la textura de los muslos de alguna ninfa de otras edades (nunca tuvimos suerte con la suerte de las de nuestra quinta). Seguro que más de la mitad de lo que evoco en este pergamino es pura invención. Lo que es seguro es el recuerdo de la piel: el efecto de la bebida relajando el cuerpo y la euforia llenando la cabeza. La convicción de ser indestructibles y la confianza de que podríamos cambiarlo todo. El calendario estaba lleno de playas y triunfos inminentes. Aquel día hasta nos animamos a bromear con algunos malotes del instituto mientras seguíamos con la ingesta suicida de ron, ginebra y whisky. Tres muchachos (Fran, Davide y este cronista) y un objetivo: vaciar cinco botellas. Cuando Nacho (señor Chete para los amigos, señor Kiwi si solo atendemos a su preferencia) llegó ya sólo veíamos a princesas pijas moviendo a velocidad imposible el caballito que adornaba sus furiosos pechos. El resultado era tan previsible como una rabieta de Shuster: acabamos desvariando. En el caso de Fran también echando la papilla, mientras se iniciaba en su facilidad para crear disparates memorables; a su lado, Comendatore, el hombre que con el paso del tiempo bebería más y mejor, probaba lo que luego serían avioncitos (dícese de la habilidad de Davide para desplegar las alas mientras ingiere alcohol sin piedad). Y nos reíamos. Quizá no fueron los mejores tiempos. Pero eran los nuestros. Y a la mínima los recordamos con añoranza. Después vinieron infinidad de aventuras, con más muchachos que en realidad siempre estuvieron ahí. Pero esa ya es otra historia (que por cierto ha documentado con gracia insuperable el tío Davide en una de las ventanas que tenéis a la izquierda, la de lo importante no es dormir). Esta tarde quería acercaros al mito fundacional del grupo. O dicho de otra forma: quería que entendieseis el significado de ese cántico de casi todas las noches: La-araraaralara-larararararararara 17-0, 17-0, DIEEECISIEETE OOOO.
El día que aprendimos a caer con estilo.

jueves, octubre 11, 2007

La mejor noticia




No se me ocurre ningún otro momento más especial. Ayer mi viejo amigo Alex me contó que va a ser papá. El muy zorro había escondido la buena nueva durante siete meses con todas sus lunas, en las que su novia Elena estaba alentando el milagro con toda la dedicación de las mamás primerizas. Enhorabuena a los dos. Lo mejor del viaje empieza a ahora. Todo han sido cambios en estos días para mi amigo. También se ha marchado de casa y ha creado su propio lugar en el mundo, algo que no se reduce solo a gastar toda la pasta gansa que tienes (y la que no tendrás).
Don Alejandro (ya no te podré mirar con los mismos ojos compañero) siempre fue un pionero para algunas cosas. El primero en echarse novia formal. El que más rápido se sacó el carnet de conducir. El primero en plantearse retos imposibles (una vida entregada a las causas humanitarias, argumentar la lógica de robots que todavía no existen...). Y, por qué no decirlo, el primero en flirtear con quinceañeras incautas cuando las salidas discurrían al ritmo del calimocho.
Pasó el tiempo. Nos hicimos mayores. Se nos desplomaron algunos sueños. Y nos refugiamos en la noche. También ahí se notó el carácter excesivo del señor Echeverría; no he visto a nadie con más sed en mi vida. Y no sólo en el sentido literal (esos rones caribeños). También en varios coincidentes. Mujeres y lugares. Aventuras y mujeres. Anécdotas y mujeres. Fue el primero en sistematizar un método para sacar el sí que todas las chicas llevan dentro. Lo tenía todo para lograr el objetivo: gracia, inteligencia, atractivo...A veces le perdía la sed, pero rápidamente giraba sobre sí mismo y seguía convirtiendo la broma en una guía para no aburrirse.
En algún momento lo noté perdido en su desfase, pero siempre supe que tenía una energía especial que salir adelante y convertirse en alguien más completo.
Particularmente, tengo un buen puñado de buenos recuerdos que no serán fáciles de perder. Como cuando llegó al equipo de baloncesto, desgarbado y talentoso, haciendo coreografías improbables alrededor del aro. El cabrón tenía clase, pero nunca llegó a implicarse demasiado en el equipo, supongo que es lo que tiene ser nuevo en el instituto y que la gente de un grupo se conozcan desde hace demasiado tiempo. Aún así recuerdo con cariño el buen rollo que generaba a su alrededor. Su llegada supuso un reto para espabilarnos y personalmente gané un amigo, un tío con el que era fácil bromear y hablar de temas profundos sin tener la sensación de ser un extraterrestre.
Ya de mayores, es uno de esos tíos que te inspira cuando hablas con él, porque siempre está cargado de proyectos...No para. Y lo mejor es que sigue siendo muy fácil reír con él por cualquier tontería. Seguro que sabrá transmitir esa energía a su nene. Entretanto, ha sido (joder, no dejas respiro) el primero en cargarse el rollo peterpanesco de que los muchachos tenemos miedo al compromiso.¿La clave? Esa energía especial a la que antes me refería. Si tienes un sueño, no lo dudes: fluye con él. Mi amigo sabe cómo.

lunes, octubre 08, 2007

Montañas de desesperación


“Si ellos fueran uno de nosotros, también pasarían del tema”. Hace tiempo una amiga me dijo algo parecido para hacerme ver que no es posible cambiar el mundo con pensamientos culpa. El instinto de supervivencia nos lleva a mirar primero por nosotros. Una prioridad que sólo cambia de verdad con los cachorros de la camada. Hay tendencias grabadas a fuego.
Pero asumir ese egoísmo genético no quita para preguntarse por el derrumbamiento colectivo. No sé muy bien de donde recogí esta foto, lo que es seguro es que es una montaña de desesperación. Creo que la acción transcurre en alguna mina de Brasil. No hay horizonte. No hay problemas que no sean apretar los músculos y olvidar el estómago. Es la imposible lucha contra la destrucción. Dicen existen seis mil cuatrocientos millones de seres humanos arañando el planeta. Más de un tercio condenados a la más absoluta pobreza. Y otro tercio largo en una situación muy parecida. ¿Qué se puede hacer?
Apenas sí nos queda conciencia.
Apenas sí nos queda conciencia. Y sus músculos son una revolución derrotada. Ya no cambiaremos el cielo. Sus pensamientos son una roca perfecta. Afilada y vacía donde escupir la desesperación. Siempre hay miedo. Pero a veces sólo puedes concentrarte en tus salvajes vacíos. Blasfemar por debajo de la plegaria y enfrenarte a tu destino con la mejor resignación. Sobreviven no los más inteligentes, ni los más preparados, ni los más fuertes, tampoco los más soñadores, alzan sus brazos de espuma los que tienen una mínima porción de futuro; la salvaje conducción de una chica, el recuerdo de un recuerdo, los que acaban de llegar. Imaginaciones para un tiempo mejor. Siempre es siempre aunque estemos repitiendo desgracias. Porciones de calidez se reparten por mi cuerpo y me dejan tranquilo. Tengo tanto dolor que acabo por no recordarme. Escarbo en la risa de estar broma. El derrumbamiento es mío. Enloqueciendo con toda dignidad. No es cierto. Aquí no hay tiempo para la locura. Si acaso para la extinción. Por eso estoy braceando. Algo me inclina a negarme negarme como aquel abuelo simio, abuelo futuro que algún tiempo atrás le pegó un corte de mangas a las mareas o gigantes animales que cada noche prometían extinguirle.

jueves, septiembre 27, 2007

Las chicas ensimismadas sonríen la mitad de tiempo (III)


–Te voy a llevar a un sitio donde los ciervos se comen bombones de chocolate.
-¿Cómo dices?

Ella rió.
–Sí, es verdad, yo lo vi, una vez, tenía 16 años.

–Vale, continúa tu tomadura de pelo.
–Ey, que es verdad, si no me crees mejor no merece la pena que me acompañes.
-¿Estas loca? ¿Cómo te voy a dejar sola en el parque?

Ella se encogió de hombros con la actitud de quien le parece ridícula la pregunta. Así que no me quedó más remedio que pedirle me contara la historia.

–Sucedió en invierno del 2010, mis padres me habían dejado con mi tía y esta se había dedicado a salir noche sí noche también. Estaba sola. Pero no me sentía sola. ¿Sabes a lo que me refiero?
-Creo que sí.
–Aquella noche fui al cine con un par de amigas. Como ellas tenían toque de queda, y a mi sobraba el aburrimiento decidí acompañarlas. Una de ellas vivía al otro lado del parque. No llegábamos, así que decidimos atravesar el parque con todo. Corrimos como locas. Empezamos a gritar a mitad de camino. No podíamos más. Pero la adrenalina podía con todo. De repente, encontramos una pequeña colina. Y los vimos. Era una silueta demasiado especial. Era imposible. No me costó mucho convencer a mi amiga, otra cabra loca como yo. Subimos muy despacio y cuando los vimos, aquel ciervo estaban urgando en unas bolsas de comida.
–Entonces era el ciervo, no los ciervos.
–Cállate tonto.
-Vete a saber cómo habían llegado hasta allí. Así que echamos mano de los bombones que nos habían regalado a la salida del cine. Y los depositamos en el suelo. Se acercaron y los comieron con una paz que nos dejó emocionadas. El resto del trayecto lo hicimos totalmente calmados. Estábamos contentos. Esa sensación nos duró un par de días. Ya no importaban las broncas de los padres. Ni la opresión que sentíamos en el pecho tan a menudo. Tampoco que no tuviésemos dinero. O las continuas decepciones con los chicos. Llámame loca si quieres, desde entonces me paso la vida buscando momentos como aquel. Instantes perfectos. Y sí ya se que sueno ridícula y que tengo que madurar...
-No lo creo, dije con todas franqueza. El problema es que eres demasiado lúcida. Por eso buscas con tanto ansia remedios contra la tormenta. La mayoría sin embargo nos acostumbramos a sufrir, no intentamos superarlo. Y cuando nos hemos dado cuenta ya no sentimos nada.

Vaya, no pensé que todavía me quedara sed.

–¿Sabes una cosa?
-Dime.

–Hace un rato he sentido esa paz de la que te he hablado antes. Me la has provocado tú. Me gusta cuando te pones melancólico.

Casi no nos conocíamos. Así que todo lo demás sucedió de una manera instintiva. Juntos sí podíamos vaciar nuestro vacío.

Aunque sonrían la mitad de tiempo, las chicas ensimismadas pueden salvarte.

miércoles, septiembre 26, 2007

Las chicas ensimismadas sonríen la mitad de tiempo (II)


¿Y lo de mirar?
-¿Perdona?
–¿Cómo se te da mirar?
-En el mejor de los casos, te diría que miro con los ojos de un niño pequeño. Pero eso no me ocurre con las personas. A veces me pasa cuando me dejo llevar en un parque. O cuando me acerco al ZOO.
–¿No te gusta el campo?
-Claro.
–¿Entonces por qué eres tan dominguero?

No sabía si reír o enfadarme. Aquella tipa no me conocía de nada y ya estaba sacando conclusiones.

–No se, me temo que me he hecho amamantado en los pechos de las chicas del Burger.

Se rió. Su risa se parecía al sonido de una ola desapareciendo. Al salir, justo cuando pensaba en cómo despedirme de una manera no del todo cerrada, ella me soltó

–¿Te apetece dar una vuelta por Park Avenue?


Mire el reloj. Era demasiado tarde para ir a dar un paseo con una chica por el parque sin que algo surrealista o peligroso ocurriera. Pero le dije que sí. No creo que seas precisamente una coleccionista de calabazas. Y reí.

–¿De qué te ríes?
-Nada, estaba pensando en la clase de gente que suele frecuentar el parque a estas horas. –¿Qué clase de gente?
-No se, desperados, extravagantes, vagabundos.
–O gente interesante, terció ella. ¿No te apetece ir?
-Sí, claro.

Supongo que con la sonrisa que puse no le dejé demasiados motivos para dudar. Durante el trayecto, me comporté como un buen chico, escuchando sus opiniones sobre la ciudad y sobre lo que para ella representaba el anuncio de los diamantes.

–Es la ocasión de financiarme las giras con mi grupo para los próximos cinco años.

Me miró.
-Sí, ya lo se lo más probable es que para entonces el grupo no existe, pero la música ahora es mi sueño y no veo por qué no poner todo lo que tengo para que salga bien.

La miré. Y vi que lo decía con toda intención.


-Ojalá tuviese ese hambre.
–Perdona?
-Sí, esas ganas de hacer cosas, esa fe para que las cosas salgan bien.

Casi al instante, ella pasó su brazo por debajo del mío y me arropó como a un cuerpo cálido. Por alguna agradable razón, permanecimos así, en silencio, durante el resto del paseo hasta llegar al parque.

martes, septiembre 25, 2007

Las chicas ensimismadas sonríen la mitad de tiempo (I)


La primera vez que la vi estaba leyendo un libro de Herman Hesse. Bebía batido de fresa con el aire de una oficinista en apuros. Vivía la historia con toda dedicación. Decir eso de una alguien cuando tiene 16 años es decir mucho. Entonces estaba en Lisboa y no sabía que aquella belleza era la hija de uno de los escritores más famosos del planeta.
Pasó el tiempo. Me emborraché demasiadas veces. Y hasta tuve ocasión de perder el miedo. Incluso me gané una reputación como diseñador gráfico de una multinacional de telefonía móvil. Tiene gracia, detestaba aquellos aparatejos, precisamente por eso me resultaba tan fácil encontrar mensajes convincentes para historias impactantes. Niños desnutridos que se salvan a distancia. Mujeres dándose placer hasta colapsar el satélite. O una adolescente que era capaz de mantener despierto a su novio a través de un relato dosificado en 25 entregas. La vida me trataba con displicencia. Y eso, tratándose de mi, era mucho. Había conseguido apagar mi sed.
Bueno, al menos ya no me torturaba con sueños que nunca podría cumplir. Un mirador en Valpraíso era el único factible a estas alturas. Aún así, me encontraba moderadamente contento. Aquella tarde recibí un curioso encargo; al día siguiente tenía cita con Sophie Auster, una estrella del pop independiente que iba a anunciar diamantes.
No me podía sorprender. La chica pertenecía a esa categoría de hembras que son bendecidas sin descanso desde que están aquí. Guapa, talentosa, rica y sin los veinte todavía. En cuanto vi la foto, la reconocí. La misma expresión pero más sombría.
No sabía por qué. Tampoco era la primera ocasión en la que me ocurría algo así. Pero el movimiento de esa chica, sus gestos, se habían multiplicado en mi imaginación. Lo raro era que la hubiera visto una sola vez y hubiera pensado tantas veces en ella.
Algo eléctrico me recorrió el cuerpo esa noche. No funcionaron ninguno de los remedios habituales. Amanecí con la botella de ron vacía y cientos de fotos en el suelo. Fotografía el mundo si no eres capaz de fotografiar tu alma me dijo una vez un viejo explorador. En eso estaba.
Llegué diez minutos antes para que mi maldita costumbre de llegar tarde no pusiera de morros a la niña diamante. Dio igual. Ella ya estaba allí. Otra vez leyendo un libro. Una fugaz sonrisa, con los ojos un poco entornados, fue su saludo. Podía haber sido peor.
Sophie hablaba como calmando el mundo. Detrás de su aparente tranquilidad había un animal confinado en unos labios irrechazables.
–¿De dónde eres?
-De Buenos Aires. ¿Sabes dónde queda?
–¿Por quien me tomas?
El plato de lenguado estaba delicioso. En ese restaurante era siempre de primera. Así que me limité a disfrutar con sus caras de disimulo (no podía permitirse una sonrisa de pescado...).
–¿Qué sabes de mi?
-Que eres la hija de Paul Auster.
–Vaya, veo que eres perspicaz.
Reí.
-He leído el libro de relatos que sacaste el año pasado.
–¿Te gustó?
-Sí, son muy...Urbanos.
–Lo son, sonrío ella.
-Me gusta especialmente la historia del chico que no podía tocar a la gente.
-¿Por qué? No se, supongo que todos nos hemos sentido alguna vez así, como si no pudiéramos salir de la mazmorra. Y por muchos lujos que tengas dentro de ti, necesitas conectar con alguien. Aunque sea para odiarlo. –Veo que no se te mal lo de leer. ¿Y lo de mirar?

viernes, septiembre 14, 2007

Nomadismo





Relacionarse con los jugadores de élite en deportes mayoritarios no es fácil. La mayoría te miran con desconfianza o la típica arrogancia de quien vive en la cima (aunque sean unas laderas muy cerquita de la tierra). Por eso, los sensacionales partidos de Calderón en el Eurobasket me han recordado a un chaval muy majo que militó en el Fuenla hace unos años. Se trata de David Gil.
Fue hace tres temporadas. Los sureños (del estado madrileño) jugaban en la segunda división de nuestro baloncesto y eran algo así como el rival a batir. El caso es que el equipo ganó todos los títulos en liza (Copa Príncipe y Liga LEB) con el consiguiente ascenso a la ACB. En aquel grupo, sobresalía un chico resultón en su juego, que defendía francamente bien y emboca triples en momentos complicados. Pero lo mejor de aquel melenudo era su calidad humana. Nunca tenía un no para la gente que le pedía un autógrafo, una sonrisa o (en el caso del periodista) una declaración. Tampoco estaba nada mal ver a su mujer bombón o las travesuras de su hijo, una simpática replica en miniatura de su papá.
Como sucede con algunos de los héroes semidesconocidos, en los últimos años David ha iniciado un largo peregrinaje por distintos equipos del sur de la Península. Esa piel de nómada le viene de lejos. En la temporada 2000 coincidió con Calde, allí trabaron una muy buena amistad, que todavía hoy perdura. Ya entonces se apreciaban algunas de las cualidades que hoy día distinguen al base extremeño: piernas potentes, buen timming defensivo, capacidad para la entrada a canasta y una cierta facilidad para organizar la manada...El resto de lo que ahora nos asombra en el europeo: su efectividad en el tiro exterior, la lectura más apropiada de cada encrucijada ofensiva, su aura de líder de la camada es adquirido.
¿Se puede adquirir la condición de líder espiritual de un grupo? Al contrario de lo que pensaba hace algún tiempo, la espiritualidad se trabaja. E incluso el carisma. Se trata de horas y horas de trabajo silencioso y paciente. En eso Calde se parece a Garbajosa. Ninguno de los dos tenía un talento superlativo para practicar este deporte. Pero su ética de trabajo y el afán de superación han obrado una llamativa transformación que estos días estamos celebrando. Si la sabes hacerla fluir, la autoexigencia te puede llevar muy lejos.
El partido de ayer ante Alemania es de lo mejor que recuerdo en mucho tiempo. Fue como coger a la selección yugoslava de la frontera 80-90 (ya saben, con un talento apabullante y rastros de genialidad en media docena de jugadores) y agregarle defensa, una mejor actitud y el hambre de quienes quieren ser más especiales. En su momento, dije: Calderón es correcto en el mejor de los casos. Lo retiro después de lo visto estos días. No me hace especial ilusión cambiarme el criterio. Pero también me gusta cuando la vida te sorprende. O asombra.
Hecha esta loa no me quiero olvidar de mi venerado Sergio. Ya saben, el base chicharrero lleva más de un año penando en la NBA y ahora con la selección. Está desdibujado, sin confianza, precipitándose. Supongo que todos (hasta los genios) necesitamos una temporada de dudas e incertidumbre para crecer en nuestro juego, por eso esta tarde estoy más convencido que nunca de que Sergio triunfará en el mundo de la canasta. No merece otro destino un tío que se baja a jugar al básket a las dos de la madrugada. Ya sea en Madrid o en Pórtland. Sergio dice que nunca ha sentido miedo jugando en una cancha de baloncesto. Lo creo. Ha nacido para esto y de momento ya nos ha regalado algunas de las acciones (caños imposibles) o pases (magia sin precedentes) que siempre nos acompañarán en la fascinación hacia este juego.

jueves, septiembre 13, 2007

Josep Pastells, el lobo con mirada de hombre


Intelectual hipermusculado, novelista verosímil, lobo civilizado, francotirador compasivo o catalanista madrileño. Todo es posible en la figura de Josep Pastells.

Imaginen un mundo donde la ficción de tus creaciones se confunde con tu propia vida. Eso es lo que le ocurre a Josep Pastells, un tímido dedicado al arte de restaurar recuerdos. Un tipo al que le sobra imaginación y empatía. Buena memoria y facilidad para la fabulación, a través de estos ejes, Josep construye un mundo de inadaptados brillantes y simpáticos, gente de vida desordenada que busca su propia porción de felicidad a través de su facilidad para el sexo, la lucidez y los ideales.

Yo soy Madame Bobary, decía en su momento Gustave Flauvert. Algo parecido puede decir él de sus criaturas. Está en ellos, pero su vida y sus experiencias van más allá. El señor Pastells reúne suficiente valentía como para ignorar la dictadura de qué dirán, para explorar a fondo los mundos que conoce, con la lógica inducción a la duda.

A veces, uno tiene la sensación de que trayectoria vital y literaria de nuestro protagonista es fragmentaria. Antes de 2003, nunca había publicado en castellano. Y tenía una sólida trayectoria como novelista en catalán, donde ha publicado seis novelas, todas ellas distinguidas en diversos certámenes literarios. Se trata de ´Nus´, finalista del Premi Vila d´Ascó 1997; ´Rere el mirall´, Premi Cafè 1929 del año 2001; ´Wole´; Premi Narcís Oller 2001;´Witxi´, finalista del Premi Just Casero 2000 ; ´Pell de cilici´, Premi Just Casero 2002, o ´A la recerca de l´equilibri´, Premi Joescric.com 2004.

Pero no se equivoquen. Esa fragmentación es una falsa idea. Porque en el universo de Josep caben toda clase de paradojas. Cuando era joven, competía con relativo éxito en las pruebas de triatlón. Ya en la madurez, provoca el desánimo en sus compañeros de gimnasio cuando lidera el levantamiento de pesas en improvisados concursos.

Simpático Fracasado es una disparatada recopilación de relatos donde se refieren diversas anécdotas de Robert Mankel, un escritor sueco abonado a los pequeños fracasos, siempre en apuros, con una inseguridad y curiosidad infinitas que le llevarán a toda clase de situaciones comprometidas.

La última creación de Josep es Héroes Flacos, editada por Lobohombre, una parodia y recreación del mito quijotesco. Su protagonista es Alfonso Quimera, una suerte de Quijote de nuestro tiempo, a medio camino entre la genialidad y la esquizofrenia, entregado a la literatura como religión. La obra ya tiene trazas de algo grande: humor, entretenimiento, absurdo y brillantez, dosificada en una artesanía de sentencias que deja cautivado al lector. Entretenimiento inteligente que dicen los televisivos. Ahora toca disfrutarlo y aguardar a que nuestro héroe no se deje vencer por el funcionariado del periodismo y siga su escalada de asombros narrativos.

lunes, septiembre 10, 2007

Anónima


A principios del siglo XXI la sociedad estaba sedienta de vibración. La gente entregaba su vida al trabajo y la televisión con absoluta naturalidad. El resto del tiempo lo empleaban en colapsar su cerebro repitiendo agobios a propósito de una hipoteca que, en el mejor de los casos, les acompañaba de por vida. A mediados de la centuria, más de la mitad de la población española había cedido su piso al banco a cambio de no ir directamente al penal. En mitad de esa vida monolítica, llena de impulsos eléctricos (internet, móvil, microondas, almohada) y un estilo de vida básicamente sedentario, no tardaron mucho en normalizarse las enfermedades del sistema nervioso: entre las que se enmascaraban cientos de frustraciones, con el juego y el sexo como verdaderos apaciguadores de desesperación.
A su manera, la postmodernidad seguía adorando el poder y el dinero, como en cualquier otra época. La única diferencia estaba en la religión. En un mundo donde por fin el hedonismo había dejado de estar bajo sospecha, el fútbol se había entronizado como el mayor motivo de adoración para millones de personas. Un deporte, una religión, donde la salvación estaba al alcance de cualquiera: altos, flacos, atletas, artistas o ambiciosos. El único lugar del mundo donde la mayoría podía saborear espasmódicamente el sabor de la victoria, la complacencia o la autodestrucción”.
Tanto vacío programado a duras penas se veía interrumpido. En realidad, la salvación estaba dentro. Tan sólo había que mirar.
Una chica aplaza el cansancio con unas gafas de diseño. Deja caer el cuerpo en mitad de la pequeña pendiente que conduce a la piscina. Su ropa es holgada y mínima. Y trata al mundo con la condescendencia de una antigua princesa. Sin embargo, sus labios están llenos de expectación.
Pero es su olor, como de fruta despierta, lo que llena el cerebro de mareos. Es una sensación desagradable y placentera. Lo importante sucede por dentro. Ella lo sabe, para sorpresa del chico, responde en español y habla en francés. Su amiga es más bohemia pero también más aburrida. Ella prefiere la compañía de un libro que consume como el oxígeno, con ansiedad, antes de que el sol arruine su misterio. A veces merece la pena arruinarse. Sobre todo si tienes belleza para sentirte observada.
La mujer nada, la chica ríe, la mujer aparenta normalidad, la chica se atormenta, la mujer prueba coreografías abandonadas con la elegancia de sus piernas. Al final resulta que las sirenas tenían piernas. Y sonríen. Pero esas cosas no interesaban demasiado entonces.

miércoles, septiembre 05, 2007

Descubriendo naufragios


Una mujer con los ojos grandes y el misterio de una sonrisa a medio dibujar. Algunas sillas detrás, un hombre desocupado, un buen tipo, la escruta con la mirada de quien no tiene nada que perder. Muchas veces la situación no pasa de un leve centrifugado de deseo. Pero el protagonista de la escena, Coy, es bendecido con la oportunidad de salvar a la misteriosa, repentinamente en apuros. A partir de ahí, todo ocurre a la velocidad de una canción de jazz.
Hay más piezas en el tablero. Una mafioso italiano, con algo entrañable. Y un ex torturador argentino, con algo monstruoso. De esa situación, nace una aventura que mece al espectador en la cadencia de un océano furiosamente contenido, el encarnado por Tánger, mujer sirena, mujer negocio, decidida a satisfacer una ambición modelada a través de la cartografía y la crueldad más engañosa.
La carta esférica, título homónimo de la exitosa novela de Pérez Reverte, supone un nuevo acierto en la filmografía de Imanol Uribe (Días Contados, el Viaje de Carol). Es una película entretenida, a ratos emocionante, donde Carmelo Gómez (marinero en paro) conmueve con su integridad de héroe aletargado. Y Aitana Sánchez Gijón (sirena manipuladora) fascina con el manejo de los silencios. Entremedias, una historia seca, donde la gente llora riendo. Es lo que ocurre cuando uno busca sin miedo ni esperanza.

jueves, agosto 30, 2007

El corazón embarrado


Las ocho de la noche. Es invierno y apenas quedan un par de amigos con los que regatear a las sombras. Ríen mientras el padre de uno de ellos espera pacientemente para volver a casa, donde su mujer, la mamá, ha preparado un pollo asado con la guarnición más rica que uno recuerda. No es muy difícil imaginarlos después, bromeando, mientras inconscientemente uno de ellos, o los dos, proyectan la arquitectura de jugada perfecta por banda izquierda.

Ya de mayor, los pocos partidos que lo vi me dejaron la sensación de un tío con mucha clase. Que se iba fácil por la banda. Con potencia y valentía. Por lo que me han contado, de un día para otro pegó un estirón en su juego. Algo parecido ocurre en el camino hacia la madurez. Te pasas la vida pegándote cabezazos contra algunas limitaciones y de repente las superas y eres un tío un poco más feliz.
Y el chico pasó a ser muy importante. Debutó en el Sevilla sin los veinte. Y llegó a estrenar la roja. Uno de los grandes de este negocio, el señor Caparros, le dijo que si no perdía la actitud sería titular en la selección. Y actitud no le faltaba. “Hasta para saludar al último mono de la ciudad deportiva”, como señala uno de sus padres deportivos. Era uno de sus tíos que no se deja arrancar la piel de la normalidad.

Los que le conocieron hablan de un tío simpático, propenso a la broma. A mi me ganó cuando recordó a su abuelo (que había muerto casi catorce años atrás y era sevillista irredento) con nostalgia, con la pena de quien quiere ofrecerle un triunfo, un homenaje a alguien a que guardas infinito cariño ya no está aquí. Me resultó familiar.

Tenía 22 años y estaba saliendo (gracias, Silvia) con una chica que casi le doblaba la edad, con dos nenas. Le quedaba un mes para ser padre. Es una de las cosas que me admiran de los deportistas de élite. O padres precoces. O mujeriegos, por no decir puteros, impenitentes. No conocen el termino medio. Tanta adrenalina exige el caos o el universo ordenado.

Siempre que le preguntaba al tío Fran por Navas, el me la devolvía con la misma frase: “Puerta, Pete, el bueno es Puerta”. No era una respuesta lanzada al tun tún. El señor de los excesos se traga con cuchara casi todos los partidos, oficiales o no, de los de blanco. El si que es sevillista hasta la muerte. Uno de los peores días llegó con el descenso de su equipo a la segunda división. Así que no es muy difícil de imaginar cuales han sido algunos de los más felices.

Estos días me he acordado de la frase que en alguna noche de la prehistoria me confío Comendatore: “Los mejores siempre son los primeros en irse”.

Su tragedia ha sido en cierto modo la nuestra. Nos ha recordado la fragilidad de nuestros sueños. O, mejor, de nuestra estructura. Porque su alma, desde ahí arriba, ya está generando algunas buenas noticias. Como hermanamientos insospechados. O una mejora de la conciencia (y los medios en la lucha contra la fatiga del corazón).

El mejor epitafio para su vida lo dejó el otro día David Belenguer, el capitán del Getafe: “Si yo tuviera un hijo y se me muriera con su edad, me gustaría que hubiera conseguido, y viviera con la intensidad, con la que lo ha hecho él”.

Descanse en paz, Antonio Puerta.

miércoles, agosto 29, 2007

Cuatro descubridores de tierras chicharreras


Davide


Ojos de Bogart

y empuje de romano.

Comendatore.


Lerus


Cara de bueno.

La búsqueda es un juego.

Alma de bueno.


Fran


Rey de la broma.

Celebrar y excederse.

Corazón puro.


Luigi


Bailar y sentir.

Los pequeños placeres.

Amigo hermano.

martes, agosto 28, 2007

Tenerife


Novias del sol.

Aventura por dentro.

Segunda casa.

domingo, agosto 12, 2007

Roma


Mirada eterna.

Gladiadores creando.

Despertar riendo.

Ocho haikus para ocho compañeros continentales


Óscar

Hambre de vida.

Creador de acercamientos.

Buscaencantos.

Tete

Alma gladiador.

Sonrisa sin fronteras.

Juego con clase.

Fini

Risa universal.

Fascinarse ligando.

Tipo grandioso.

Manga

Duro de palo.

Relámpagos de ingenio.

Bromas y carisma.

Jaume

Adrenalina.

La aventura es el camino.

Vivir y ayudar.

Tuki

Galán europeo

convoca fiesta y bromas.

Improvisación.

Bou

Jefe comensal

y nobleza de héroe.

Corazón blanco.

Manu

Niño gigante

prueba bromas y asombro.

Trae alegría.

Interlaken (visión panorámica)

Calma y deporte.
Nueva ansiedad de estrellas.
Chicas acuáticas.

miércoles, agosto 08, 2007

Camino de Roma

Tres horas de sonrisas celebrando a Federica.
La ragazza que nos enseno el estremecimiento
a traves de sus ojos:
las ventanas mas hermosas del alma.

Ninas fiesta (Malaguenas)

Las hijas del sol preguntan al firmamento.
Su sonrisa es su pasaporte.

Primera Suiza

Prados azules.
El carino de siempre.
Chozas de ensueno.

Florencia

Estatuas que te
buscan con la mirada.
Hostal nocturno.

Munich

Birra y salchichas.
Olimpismo platonico.
Avenidas luz.

Austria fronteriza

Cena en el cielo.
Fiesta en el salon chil-out.
Serenas guapas.

Interlaken (Suiza)

Mares destello.
Rubias drogandose.
La paz del agua.

Praga

Noches eternas.
Calles como museos.
Almas cautivas.

Poema para una chica norteamericana

The sound of the lake is the sound of your soul.
I celebrate your eyes like the first light.

It's rare but I believe in the magic of your hands.

miércoles, agosto 01, 2007

Brujas

Palacio de agua.
Casas de chocolate.
Sonrie Julie.

Amsterdam

Tentacion blanda.
Freneticas las gentes.
Van Gogh es sueno.

Manga

Duro de palo.
Relampagos de ingenio.
Bromas y carisma.

Berlin

Llueven memorias.
De puro majestuosa,
lates minimo.

domingo, julio 29, 2007

Paris


Rios luz fluyen

en el primer estanque.

Belleza nieve.

Nocturno de Copenhague



Bici complice.

Gestos para inspirarse.

Sin azucar (besos).

miércoles, julio 25, 2007

Malmo

Rubias azul calman
el cielo con sus parques.
Hay jazz en el alma.

Copenhague (Christiania)

Suenos murales
confinados en postal
evocan futuro.

domingo, julio 22, 2007

Brujas sin evocación

Colores inverosímiles que desafían el cielo,
gente tímida proclive a la broma

y casas cubiertas de bombones
y elegancia...

Así hasta que el cielo se nubló lo suficiente como
para que una preciosa nos descubriera en su

carruaje acuático donde los amantes se cumplen
gracias a unos pies desnudos en luz.

Amsterdam

La tentación es un escaparate que nunca se podrá consumar.

(cuando la prohibición no prohibida).

Somos seres fronterizos.

Intimi-dación y después cansancio...

Ahora lo veo:
las modelos también en las revistas,
y las cuevas me surgen tinieblas
y este concreto ailsamiento distorsiona la imagen
de una ciudad a medio

descubrir.

May be, some day también I Am-sterdam

Entretanto, rezaré para no bajarme de la lancha.

Brujas

Definitivamente
el principado del agua me recuerda a ti:

con cisnes en lugar de gondolas,
castillos encantados
y casas de chocolate habitadas por gente buena
con la risa a punto...

Buenas noches, Julie meridional

París

Piensa en los mejor de cada ciudad que conoces.
Ella es la inspiración de cada uno de esos aciertos.

París es un gigantesco guetto que da cuerda al mundo.

También una quimera de avenidas llenas de sangre

y promesas.

París es una chica blanca como una diosa
que se deja retratar por los desconocidos
a condición de que no intentes acaprar su luz.

El mejor resumen lo ofrece esa chica italiana
que sonríe enigmática en el fondo de su pirámide traslúcida:

no nací aquí pero sólo con mi inspiración podrás robarle el candado al

sueno.

miércoles, julio 11, 2007

Blues del revolucionario


Con el paso cambiado,
casi a cualquier hora de la noche,
levanta su maceta de whisky hirviendo.

Con toda facilidad,
apura el cigarrillo
mientras conduce la camioneta
hacia veredas imposibles:
un poco de rabia, algunos lo llaman rock,
algo de risa, mucho de risa espontánea,
a punto de crear nuevas escenas para la utopía.

Él sabe cómo hacer normal una revolución.
En su corazón las envidias son absurdas,
todo lo que necesita es una identidad
(mejor republicana)
y la terraza cubierta de Aurora.

miércoles, julio 04, 2007

Fracaso y atracción


Un niño viaja en metro con su madre. Está pendiente de todo. La diferencia está en su silencio. Es importante que espere y actúe. Su madre es carterista. Tiempo después, el chaval sale de un hogar de acogida. Pero hay impulsos que nunca desparecen del todo.
Jaime Marqués (premiado en diversos festivales por su labor como cortometrajista) se estrena en el mundo del largo con una pieza cautivadora en su propuesta estética. Es la historia de un chico condicionado por sus fantasmas. Con una coartada llamativa: el oficio de un ladrón a pequeña escala. Sus técnicas. Sus motivaciones. Y con algo más interesante: la historia de dos chicos que rompen los pronósticos y aprenden a cegarse.
Nadie sabe si Juanjo Ballesta será actor cuando cuarentón. Pero a día de hoy seduce a la cámara con una mirada llena de miedo y curiosidad. Gracias a esa facilidad conquista a una chica de familia bien confundida hasta límites un tanto autodestructivos. Quizá por eso sus cuerpos y sus miradas conectan. María Valverde tiene mucha culpa. Su personaje, ella misma quizá, reúne suficiente frescura y belleza como para hechizar con sus ganas de probarse y probar el mundo. Ambos buscan sentido a su hambre interior.
Hambre por encontrar un sitio. Hambre por no dejarse domesticar por el sistema.
Y la historia funciona, por concreción y ritmo, en su parte central. Pero falla en el nacimiento y desenlace; de postal. No obstante, la apuesta por el drama es plausible en un momento donde poca gente reniega del camino fácil. La música contribuye a la turbiedad, el magnetismo o lirismo, dependiendo de la fatalista irrealidad. Es pues una cinta llena de fascinación ante el determinismo animal que vincula a dos personas cuando el deseo crea una historia irrepetible. También resulta una novela negra algo superficial sobre como el instinto de autodestrucción nos lleva a repetir, una y otra vez, la misma estrategia a favor del fracaso vital. ¿La clave? Galaxias de cuando pequeños…

martes, julio 03, 2007

Vestida de negro

Vestida de negro se me olvida que tengo que estudiarte.

Tu piel prueba nuevos recorridos difíciles de negar.

Vestida de negro tus palabras siguen temblando y ya no
vértigo.

Tu piel es la de un animal impertinente
con la que quiero derrotar incertidumbre.

Cuando camino por la calle,
la gente me envidia en voz alta
por haberte engañado.

No se cómo devolverte a la tierra de las musas.

En el préstamo de tu talento
las chicas del poema respiran despacio
cómo si el cuarto fuera realmente un palacio.

Y las grutas se ponen melancólicas,
cómo si los pensamientos
tuvieran la creatividad de tus manos.

En aquel momento,
los lampiños atracadores de banco te querían
arrancar las gafas
y aquel otro mordía (silencio)
mientras improvisaba sabor de la Pampa.

Pero lo importante sucede entre tú (silencio)
y todos esos acaparadores del talento.

Déjame envolverte la cintura
mientras esquivamos los despacios de la muerte.

Vestida de negro eres la portada de mi sueño.

miércoles, junio 27, 2007

Hace once años


Hace un decenio, once veranos para ser exactos, un adolescente madrileño se pasaba la mano por la cara, invadido por el sol cuando hacía un par de horas que se había caído la noche.

La timidez estaba siendo de nuevo una tela de araña insaciable en sus atenciones.


Atenciones. Una chica irreverente con una brizna de viento solar en la nariz se acerca su amigo. La chica sonríe, con el ritmo despacioso de las actrices que engullen los focos. Cabecea.

Hubiera estado bien que sonara esta canción. Ceniceros de esperanza.

El niño, prematuramente lúcido, mira para todos lados. Y comprende que la maquinaria de la noche tiene su propio ritmo.

-¿Te lo estas pasando bien?

-Sí, muy bien, sonríe con una mezcla de timidez y belleza. (Tu amiga parece sacada de una revista).

Tantea también a la del anuncio de cosmética, pero algo de esa chica le dice sigue hablándome.

El niño, prematuramente asustado, se pierde en la brillantina de su cara y la calidez de su acento. Él no sabe que ella, su hermana y esa belleza de postal son unas transgresoras hirviendo de peligro. Y afincadas en firmamentos en forma de clandestinos apartamentos no muy lejanos de ahí.


-¿Alguna vez te has preguntado de donde vienen esos parpadeos de la techumbre?

El niño, prematuramente fascinado, improvisa una teoría sobre la gente buena que se va antes de tiempo y los seres de otros mundos aterrados ante la posibilidad de la incomprensión.


Tiene una cara limpia. Y los ojos asombro. Cuando parpadean se parecen a las luces de arriba. Y parece buena gente. Al principio me ha parecido que miraba con algo de condescendencia, pero se ha relajado y arrastra sus ideas de un modo inimitablemente ingenuo. Y sugerente.


El niño, prematuramente quemado, ya sabe que el baile no es lo suyo. Por eso prueba con poses conmovedoramente absurdas. Parecerse a Jhon Wayne.

Esa chica será la primera de una no demasiada extensa lista con la que conectará de verdad. Ella se ríe de un modo desmayado ante cualquier tontería que se le pasa por la cabeza.

Las guitarras encienden un escenario en forma de playa. Con un taxi emergiendo del océano para llevarse a las tres elegantes actrices isleñas.

-Espero que nos veamos pronto. Me ha encantado conocerte.

-A mi también. (Pero no creo vuelva a encontrarte).

Once veranos después, los niños siguen dudando. Y riendo. Hoy la chica es mamá de una bebita increíble llamada Nora. Sigue derrochando ternura y un humor absurdo y contagioso que contagia de buen rollo a cualquier desconocido. Es feliz junto a su chico, un simpático futbolista retirado antes de tiempo por la economía y los idiomas. Un chico de carisma con el que es fácil sentirse cómodo.

La nena es ésa que mira con asombro al viejo amigo que mira detrás las palabras.

miércoles, junio 20, 2007

Cielos con maquillaje japonés


Estas mañanas son como un video musical.

Me siento protagonista
y choco medio desnudo con mujeres decoradas de azul.

O de rosa. Ya no recuerdo.

Mis músculos son un pensamiento en fuga.

Al principio me cuesta
pero no tardo en resbalar sobre el movimiento.

Interpreto mi propio jadeo
y lo convierto en un signo de elevación.

Al poco
estrecho mi timidez
contra esa despaciosa,
la misma a la que el otro día casi ahogo.

Suenan desencantados británicos en mi cabeza.

La caja sentimental irradia futuro en cada en uno de
mis inaugurales músculos.

Ni siquiera tengo que girarme.

Belleza en movimiento.

Metido en esta rutina
me parece que el camino del agua
es el único momento del viaje
donde interiorizaré mi salvación.

Fluyendo con estos peces de titanio
se me olvida que tengo que preocuparme.

Puede que ni esté en el futuro.

Pero me buceo la conciencia
con el mismo éxito de cuando tumbaba olas de pequeño.

Y casi me ahogo de placer
con la espalda liberando tormentas.

Ojalá algún día yo también sepa cómo salvar a Kumiko.

sábado, junio 16, 2007

Carlos Boyero cabecea los jueves



En los peores momentos
leía a Mr Boyero


(uno de los sobrevivientes).

Ese tipo ha tragado cine para varias
generaciones

y de vez en cuando
proyecta algo
de esa luz
y su desgastada vida

en alguna frase innumerable
marcada por el ingenio, la inteligencia y
una desolación que ayuda y ayuda.

Todos los jueves
-ofrece esa voz desangelada-
es preguntado lo mismo cientos de veces
-así entrevistan ahora-

y responde

y confesa vicios que hace tiempo abandonó
por el gusto de jugar, recordar y quien sabe si reivindicar.

Reivindicar por ejemplo la tragedia de un crítico de cine
cansado del cine-casi todo-
pero cansado de la vida-casi toda-.

Y cansado como está,
sugiere mundos

sugiere mundos

lugares
donde
acercarse al
placer, la locura y los breves compases de completo delirio
-poco importa ya si sexual,
intelectual o al alcance de cualquiera-.

Lástima le pueda
a veces
la esclavitud
(el personaje)
y se pierda en fantasmas
o entre en absurdas provocaciones.

Poco importa,
estos jueves
una anónima tribu de inadaptados y
anhelantes
le preguntan
le preguntamos cómo

vivir.


(Para David)

lunes, junio 11, 2007

Cuando yo era negro


Cuando yo era negro
los taxis me ignoraban
no conseguía llegar al trabajo
tampoco encender mi rabia
y, sin darme cuenta,
una chica se estremecía.

Apaga la cámara
enciende la cámara te digo
trágate mi tristeza
porque a mi ya no me respira éste pegamento.

Eso es,
peces carnívoros
para vaciar mis lagos.

El firmamento promete extinción,
la jungla es una humana desgastada
y la locura unos ojos desiertos.

En este sitio no hacen faltas dudas.
El futuro es una perfecta negación.
Por eso, mi madre se está prostituyendo

y la barriga cada día se me hincha más

y todavía me acusas
porque
hoy me has visto
sonriendo.

De donde yo vengo
la televisión es el asombro
y el psicólogo un maestro melancólico.

Hablo de cuando
la noche significaba algo.
El mejor intercambiador de fuego,
cuando aprendíamos a soñarnos
camuflando nuestras memorias
con viejas leyendas afinadas por venerables.

Cuando yo era negro
me prohibían el acceso a las tiendas
y me enseñaban, lento pero lento,
la desconfianza con cara de normalidad.

El continente quedaba
a dos tres generaciones
casi tan lejos como esta cancha

donde la gente ahora me quiere

de rubias sedientas, piscinas y,
lo siento,
una vanidad con la que quiero relajarme quiero
después de tantas humillaciones.

Cuando yo era negro,
no tenía un pavo
pero maravillaba a algunos jóvenes
del Lavapiés o el Dos de Mayo.

Ya sabes, esa pelota de plástico
con la que estos días Josephine y yo mejoramos
el futuro de los nuestros.

Cuando yo era lejos,
sabía, no se como pero lo sabía,
que algún día pondría toda estas ganas de superficie sobre el cambio.

Un aullido.
Aullido humano.
El futuro de los nuestros.