sábado, agosto 12, 2006

Tristeza de acá



Al principio de todo, allá por finales del XIX, los emigrantes italianos, españoles, algún gaucho y algún indígena se citaban en los cabarets bonaerenses. De algún modo, todos ellos estaban desplazados, cubiertos de tristeza por la lejanía de los sueños y los seres queridos. Para combatir esa desesperación y buena parte del cansancio, se inflaban a licores. No tardaban en sentir un chispazo de bienestar y, entonces, súbitamente resucitados, agarraban a algunas de las mujeres que se dejaban caer por el local. Y con una contenida forma de violencia, de amargura pero también de deseo, la encaraban por toda la pista. El baile resultaba trágico pero también emocionante. El tipo cabeceaba, había mucha brusquedad en sus movimientos, pero ella se dejaba hacer, disfrutaba con esa energía donde confluían notas de la música italiana, española y algún toque de los ritmos africanos. Por aquel entonces, el tango tenía muy mala prensa. Pero salvó la vida a aquellos hombres y mejoró la de aquellas mujeres.
Ha pasado algún tiempo, y la tristeza vuelve a cubrir las calles. Cuando cae la noche, decenas, cientos de chicos, hombres, muchas veces niños rebuscan entre las bolsas de basura a la búsqueda de algún alimento, o algún material con la que ir tirando. Desarrollan la búsqueda con determinación, también con mimo, cualquier desperdicio puede valer, y no importa que al lado resten todavía siete bolsas. La gente, a su lado, camina con toda naturalidad. Se han acostumbrado y han decidido que la vida solo puede encontrarse cuando conviertes en invisible la desesperación del de al lado. Pasas la hora del paseo deshauciado. Temblando. Pero pasan las noches y la ceguera también te encuentra a ti. La calle está hecha una porquería pero quizá la verdadera porquería está dentro de un mundo donde esta pobreza es sólo la parte de arriba de la miseria. Mientras, perfeccionas tu impulso de mirar hacia otro lado. Y ni siquiera existe una música singular, un baile con el que el forastero pueda combatir la soledad del recién llegado y su conciencia del derrumbe.

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