(El Alta Gestión acarició la victoria ante el DKV Joventut (86-84) en un partido en el que desplegó momentos de gran brillantez. Pero la magia de Ricky Rubio decantó la balanza a favor de los verdinegros)
Ricky Rubio ha llegado a tal punto de fama que la gente le conoce no ya por su nombre de pila, sino por su apodo. Ricky, el genio adolescente. Ricky, el chico humilde del Masnou. Ricky, ese joven talento que rompió la cintura a Jason Kidd en los Juegos Olímpicos. Son sólo unas estampas que hablan de la magnitud de un jugador que no deja de crecer conforme afronta retos.
Este verano se consolidó a los ojos del mundo con una actuación sobresaliente en la cita más exigente del deporte. Pero Pekín significó también un duro peaje para este proyecto-realidad de estrella planetaria. Se fastidió la muñeca. Con una fractura de consideración que le ha tenido dos meses fuera de las canchas.
En sus primeros choques de esta temporada, Rubio dejó destellos de su clase. Pero fue este domingo frente al Alta Gestión, cuando confirmó que ha vuelto para seguir fascinando. O, para ser más exactos, para (ausente ya Rudy) empezar a gobernar la liga en primera persona. Lástima que escogiera como victimas a los chicos de Luis Guill, porque éstos desarrollaron un partido para el recuerdo. Sobresaliente en muchos tramos.
El técnico fuenlabreño señaló tras el partido una de las claves que acrecientan, si cabe, el mérito de la faena naranja. “Hemos jugado sin el jugador que más minutos disputa de toda la ACB, Saúl Blanco. Y aún así hemos rozado la victoria. Cuando juegas un partido tan bien, sólo puedes felicitar a tus jugadores”.
¿Y qué faltó para sellar la victoria? Un poco de suerte, seguro. Y un antídoto para evitar la enloquecida defensa verdinegra, también. El caso es que el Fuenla, por esta vez, escogió un tempo relativamente lento para desplegar su juego. Ataques bastante elaborados, aunque con el contraataque siempre como primera opción, y unas interesantes variantes zonales, hicieron posible un escenario ganador para los madrileños a mediados del tercer cuarto. Gracias a los triples de Sandes (dos) y Walters (otros dos) en ese acto, el Fuenla cobró una ventaja de 12 puntos (47-59, min. 27).
El milagro parecía posible. Y el silencio del Pabellón Olímpico, también.
Algo poco probable cuando despegó el partido y la gente, que abarrotaba su cancha (acudieron 8.300 espectadores), se volvía loca con cada acción del redebutante Moiso (que anotó 15 puntos sin fallo) y los destellos de genialidad de Rubio (que se fue hasta los 30 puntos de valoración, tras sumar 16 puntos y 6 asistencias).
Pero el Fuenla se sobrepuso a toda esa adversidad ambiental y técnica. Fue fiel a si mismo y Walters enseñaba a la mínima ocasión como dar pases de beisbol como principio de éxito en un contraataque. Y Skhitisivili u Oleson de cómo culminarlos con acierto. Al tiempo, Matías Sandes ofrecía la mejor versión de toda su carrera deportiva. Se parecía a su lado guerrillero de esta temporada (taponando y reboteando como un lobo) y se reinventaba en ataque, anotando el 100% (3 de 3) de los triples que probaba, alternando ese acierto con movimientos muy eficaces en el poste bajo. Lo cual no deja de ser reseñable cuando ni siquiera los pivots de hoy día se animan a realizar esa clase de maniobras. Suena a exageración, pero no, el Fuenla rozó su perfección.
Como prueba, otro partido para el elogio de Radivojevic, muy entonado en los minutos que dispuso. Sea como fuere, el DKV reaccionó. Lo hizo a lomos de una defensa frenética por toda la cancha, liderada por sus canteranos: Pau Ribas, Ricky Rubio y Pere Tomas. También gracias al superlativo acierto de Ribas en el último acto (13 puntos sólo en ese periodo), la puntería de Mallet (4 triples) y el aura de Rubio, que forzó hasta ocho faltas personales.
En esos momentos, el Fuenla se dio cuenta de que no jugaba contra un equipo, sino contra el prestigio envolvente de una estrella de rock. Un chico de apenas 18 años que tiene un club de fans masificado, que recibe peticiones de entrevistas de lugares tan ajenos al baloncesto como Japón y cuya biografía se saben algunas de las estrellas más ególatras de la NBA. Con este panorama, se perdona un poco mejor la actitud sobreprotectora (se pitaron algunas faltas que sencillamente no eran) hacia el genio de El Masnou por parte de los árbitros.
Aún así, el Fuenla no se resignó a su destino de telonero. Oleson y Bueno se colmaron de corazón y acierto para volver a poner otra vez por delante al Fuenla a mediados del último cuarto. Pero no fue suficiente. Ricky dibujó canastas donde no las había (con hasta tres cambios de orientación y ritmo en una misma penetración), también pases inesperados que alimentaban al voraz Moiso. Y, a su lado, Ribas se convertía en una pesadilla en ataque y en defensa, neutralizando a Oleson en los últimos minutos del encuentro.
Ambos canteranos le birlaron al alaskeño la última posesión naranja, ésa que hubiera podido cuajar en el merecido sello a un partido increíble. Posiblemente, el mejor de la temporada.
Ricky Rubio ha llegado a tal punto de fama que la gente le conoce no ya por su nombre de pila, sino por su apodo. Ricky, el genio adolescente. Ricky, el chico humilde del Masnou. Ricky, ese joven talento que rompió la cintura a Jason Kidd en los Juegos Olímpicos. Son sólo unas estampas que hablan de la magnitud de un jugador que no deja de crecer conforme afronta retos.
Este verano se consolidó a los ojos del mundo con una actuación sobresaliente en la cita más exigente del deporte. Pero Pekín significó también un duro peaje para este proyecto-realidad de estrella planetaria. Se fastidió la muñeca. Con una fractura de consideración que le ha tenido dos meses fuera de las canchas.
En sus primeros choques de esta temporada, Rubio dejó destellos de su clase. Pero fue este domingo frente al Alta Gestión, cuando confirmó que ha vuelto para seguir fascinando. O, para ser más exactos, para (ausente ya Rudy) empezar a gobernar la liga en primera persona. Lástima que escogiera como victimas a los chicos de Luis Guill, porque éstos desarrollaron un partido para el recuerdo. Sobresaliente en muchos tramos.
El técnico fuenlabreño señaló tras el partido una de las claves que acrecientan, si cabe, el mérito de la faena naranja. “Hemos jugado sin el jugador que más minutos disputa de toda la ACB, Saúl Blanco. Y aún así hemos rozado la victoria. Cuando juegas un partido tan bien, sólo puedes felicitar a tus jugadores”.
¿Y qué faltó para sellar la victoria? Un poco de suerte, seguro. Y un antídoto para evitar la enloquecida defensa verdinegra, también. El caso es que el Fuenla, por esta vez, escogió un tempo relativamente lento para desplegar su juego. Ataques bastante elaborados, aunque con el contraataque siempre como primera opción, y unas interesantes variantes zonales, hicieron posible un escenario ganador para los madrileños a mediados del tercer cuarto. Gracias a los triples de Sandes (dos) y Walters (otros dos) en ese acto, el Fuenla cobró una ventaja de 12 puntos (47-59, min. 27).
El milagro parecía posible. Y el silencio del Pabellón Olímpico, también.
Algo poco probable cuando despegó el partido y la gente, que abarrotaba su cancha (acudieron 8.300 espectadores), se volvía loca con cada acción del redebutante Moiso (que anotó 15 puntos sin fallo) y los destellos de genialidad de Rubio (que se fue hasta los 30 puntos de valoración, tras sumar 16 puntos y 6 asistencias).
Pero el Fuenla se sobrepuso a toda esa adversidad ambiental y técnica. Fue fiel a si mismo y Walters enseñaba a la mínima ocasión como dar pases de beisbol como principio de éxito en un contraataque. Y Skhitisivili u Oleson de cómo culminarlos con acierto. Al tiempo, Matías Sandes ofrecía la mejor versión de toda su carrera deportiva. Se parecía a su lado guerrillero de esta temporada (taponando y reboteando como un lobo) y se reinventaba en ataque, anotando el 100% (3 de 3) de los triples que probaba, alternando ese acierto con movimientos muy eficaces en el poste bajo. Lo cual no deja de ser reseñable cuando ni siquiera los pivots de hoy día se animan a realizar esa clase de maniobras. Suena a exageración, pero no, el Fuenla rozó su perfección.
Como prueba, otro partido para el elogio de Radivojevic, muy entonado en los minutos que dispuso. Sea como fuere, el DKV reaccionó. Lo hizo a lomos de una defensa frenética por toda la cancha, liderada por sus canteranos: Pau Ribas, Ricky Rubio y Pere Tomas. También gracias al superlativo acierto de Ribas en el último acto (13 puntos sólo en ese periodo), la puntería de Mallet (4 triples) y el aura de Rubio, que forzó hasta ocho faltas personales.
En esos momentos, el Fuenla se dio cuenta de que no jugaba contra un equipo, sino contra el prestigio envolvente de una estrella de rock. Un chico de apenas 18 años que tiene un club de fans masificado, que recibe peticiones de entrevistas de lugares tan ajenos al baloncesto como Japón y cuya biografía se saben algunas de las estrellas más ególatras de la NBA. Con este panorama, se perdona un poco mejor la actitud sobreprotectora (se pitaron algunas faltas que sencillamente no eran) hacia el genio de El Masnou por parte de los árbitros.
Aún así, el Fuenla no se resignó a su destino de telonero. Oleson y Bueno se colmaron de corazón y acierto para volver a poner otra vez por delante al Fuenla a mediados del último cuarto. Pero no fue suficiente. Ricky dibujó canastas donde no las había (con hasta tres cambios de orientación y ritmo en una misma penetración), también pases inesperados que alimentaban al voraz Moiso. Y, a su lado, Ribas se convertía en una pesadilla en ataque y en defensa, neutralizando a Oleson en los últimos minutos del encuentro.
Ambos canteranos le birlaron al alaskeño la última posesión naranja, ésa que hubiera podido cuajar en el merecido sello a un partido increíble. Posiblemente, el mejor de la temporada.