jueves, julio 15, 2010

El ídolo


El rostro
(y el cuerpo)
que forra
los
pensamientos de
las nuevas.

El chaval que gana vida en Madrid.
Ese acento que sólo se incuba en las aceras de la ciudad.

Toma la iniciativa y
un suspiro sale por las ventanas.

Es fácil,
alto,
de ojos azul
y cuerpo chulería.

“Me crié en su brazo tatuado:
Hijo, ve con prudencia.
Mamá, yo, cuatro minutos y cuarenta segundos”.

Escribía amigos
y actuaba rimas.

Le llaman Perla.
Su móvil baila con desdén.
Y él, silencio.

Que nadie le quite la provocación,
dos cables de oro,
de su cuello.

No soportaba
ver a su hermano
cuando perdía.

Vive en un piso alquilado,
aunque se va a cambiar.
“Demasiado ruido”.

El porvenir trabaja en su corazón.

(Gracias a Carlos Marcos, cuyo retrato de Luis Fernández nutre este poema, con distraido parecido a la realidad. Clica aquí si quieres leer el artículo original.)

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