Haikus, liras, sonetos, submarinismo emocional...cine, series, baloncesto y algo de literatura; arrebatos y destellos para darle arraigo a la posibilidad. Lo mejor está por venir. A través de esa idea, vivo, disfruto y ordeno la realidad, que construimos juntos cada día :-). Un blog de Pedro Fernaud Quintana
sábado, enero 30, 2010
Para ti, que no me ves ni me esperas
Para ti, que no me ves y tampoco me esperas.
Para ti, klimanjaros de la voz.
Dulce y salvaje para ti (emociones).
Para el rechazo preparado.
Para ti, que no me ves ni me esperas.
Para ti, día nuevo soplando suave en el espejo.
Tu espejo.
Para ti, que eres sabia, también inocente,
escogeré una fusión de Walt Whitman.
Y la vertiré en sonidos con vocación de canto.
Plenitud y canto, como el paisaje de tu cuerpo.
Para ti, que no me ves y tampoco me esperas,
diré “me gusta leerte”
lo haré trazando círculos sobre tus señales.
Como si tus manos fuesen mensajeras de temblor cotidiano.
Como si tus manos fuesen un baile a día de hoy ignoto.
Para ti que no me ves y tampoco me atisbas,
compondré ronqueras para
decirte cercanía.
Así,
mientras
los violines encrespan las olas,
una banda cálida de olores profundos
guiará nuestros cubrimientos.
Para ti.
viernes, enero 29, 2010
Treinta y uno
Aquí estamos.
Más cómodo en la fiesta.
Retos aguardan.
Agradecido.
Con mi gente y el viaje.
Nadando sueños.
Perdiendo cosas.
Pero aprendiendo mucho.
Relojes agua.
Con energía.
Plegarias firmamento.
Morder y risa.
Canciones lumbre.
Celebrando silencios.
Deseos flotantes.
Viviendo asombros.
Vaciando viejos sustos.
Viajes nocturnos.
Sufrir distinto.
Disfrutando el camino.
Temblando de luz.
jueves, enero 28, 2010
Adolfo Suárez o el conductor íntegro de la necesidad democrática
La política es un oficio que, mirado con una cierta perspectiva, me parece apasionante. Otra cosa es la cantidad de fango en la que te tienes que meter si quieres ejercer profesionalmente ese trabajo que debería ser de “servicio público”.
Aunque ahora nos suene a chiste esa definición, hubo un tiempo en el que no había lugar para la broma. Pensar o hacer política en este país era una imposibilidad absoluta. Por cierto, absoluta (religión, negación de derechos civiles y libertades, prohibición de la pluralidad ideológica, sumisión en casa de bastantes mujeres…) fue una de las palabras preferidas de la dictadura de un tipo llamado Franco, de quien haremos bien en no olvidar ni su nombre ni sus vilezas, porque sus 40 años de gobierno sectario determinan más realidades de las que pensamos en el lugar que nos ha tocado vivir.
Perdonen toda esta perorata, pero me sirve como marco para hablar del primer presidente de nuestra treintañera democracia: Adolfo Suárez, un tipo de consenso, que durante poco más de un lustro (1.976-1.981) pilotó el destino de este país. Un periodo durante el cual, sobre todo en la fase de despegue, cosechó unos cuantos aciertos que merece la pena celebrar y honrar, aunque sea con vuelo retrospectivo.
Suárez era uno de los cachorros políticos más prometedores del régimen franquista. Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense, desempeñó bastantes cargos de enjundia; entre otras cosas, fue Gobernador Civil de Segovia y director de RTVE. Esas responsabilidades le curtieron en las labores de gestión. Pero lo más apasionante estaba por llegar. Durante el camino, Suárez sintonizó con gente clave en el futuro de España, como Torcuato Fernández Miranda o Gutiérrez Mellado y entabló también un principio de entendimiento (y buena amistad) con el futuro Jefe de Estado, el por entonces Príncipe Juan Carlos.
Por decirlo en pocas palabras, Suárez era un cordero con piel de lobo. Alguien que inspiraba confianza en los altos mandos del ejército y la cúpula rectora del franquismo. Sin esa piel, no hubiera podido estar en el sitio justo y en el momento adecuado. A instancias del ya rey Don Juan Carlos, en 1976 fue nombrado Presidente del Gobierno y durante los siguientes meses hizo méritos para ganarse esa distinción.
Entre otras cosas, legalizó el partido Comunista, en el marco de una ley que daba rango de normalidad a la pluralidad ideológica y de asociación. Asimismo, amnistió a todos los presos políticos y tejió un puñado importante de consensos para posibilitar la celebración de las primeras elecciones democráticas en nuestro país en 40 años. Es decir, dio fichas a todos para que pudieran entrar en el sistema (con unos mínimos democráticos que todos se comprometieron a respetar) y puso las bases para que una convivencia plural pudiese volver a ser posible en esta tierra.
Así pues, rápida y determinadamente el cordero puso en marcha su plan. El plan de un tipo liberal, cuyas referencias eran las mismas que las de los cuarentañeros despiertos de entonces: democratizar el país, propiciar la división de poderes y empezar a imitar cuanto antes a las democracias parlamentarias que marcaban tendencia por aquel entonces en el planeta, como por ejemplo las de Estados Unidos y el Reino Unido.
Por el camino, Suárez se ganó un jarreo de insultos y reproches. De un lado, los falangistas y demás nostálgicos del régimen le llamaban traidor y le negaban la paz en Misa (a mi también produce ternura la situación, pero en aquella España católica visceral, el gesto era un ninguneo de mucho calado y Suárez le supuso un fuerte disgusto personal, católico practicante como era). De otro, los jóvenes más hambrientos de apertura, muchos de ellos en el ala izquierda, estaban tan cegados de cambio que le llamaban facha a la menor ocasión. A favor de estos rebeldes, diremos que Suárez no tenía los antecedentes más ‘fiables’. Pero pronto desacreditó esas reservas.
Suárez se presentó a las primeras elecciones democráticas, año 77, con el marchamo que da ser un tipo de consenso, equilibrado. “La vía más segura hacia la democracia” fue el lema que escogió su partido, la UCD, para invitar a votar la propuesta del carismático abogado. Y a fe que este avulense flemático y fumador (compulsivo, por decirlo todo) sedujo al electorado. Hasta el punto de que fue el primer presidente democrático de este nuevo periodo de libertades en nuestra historia.
Los aciertos de Suárez estuvieron de la mano que él tenía para tejer consensos. Alguien le definió como simpático profesional, y viendo su lenguaje corporal y la complicidad que mantenía con sus adversarios políticos, imágenes de archivo mediante, ésa parece una de las claves de sus éxitos.
Uno de esos grandes logros fue la Constitución, cosecha del 78, esa carta de derechos fundamentales que hoy día rige nuestra vida comunitaria, donde además se fijaba el estado de las autonomías; un conjunto de leyes fundamentales para la convivencia que en su momento supuso un esfuerzo titánico de estudio, consenso y síntesis de nuestra clase política.
Por aquel entonces, finales de los 70, las cosas también estaban chungas en materia económica y a Suárez no se le cayeron los anillos por formar una mesa de consenso, en lo que se dio en llamar los Pactos de Moncloa. En la práctica, éstos supusieron un acuerdo a gran escala entre todos los partidos políticos, la patronal y los sindicatos (igualito que ahora). Y poco a poco, se fue tirando hacia delante.
El problema es que durante este proceso la figura política de Suárez había quedado gravemente erosionada. Una parte importante de esta dificultad radicaba en el cajón de sastre que suponía UCD, donde convivían democristianos, falangistas, centristas, liberales, socialistas, derechistas…Demasiadas corrientes políticas como para hacer un puré ideológico con cuajo. Además, los socialistas del emergente González pegaban hachazos a Suárez a la menor ocasión, a fin de cuentas ellos eran los siguientes candidatos al trono y no tuvieron demasiados escrúpulos en hacer oír sus propuestas aunque fuera a costa de cuestionar sistemáticamente al presidente…
Suárez tampoco se ayudó mucho en esa etapa final. Se aisló. Se sintió traicionado por los suyos y ninguneado por la mayoría de la clase política, la prensa y la banca. Las circunstancias le sobrepasaron. De todos modos, la historia le reservó un último episodio de grandeza en su trayectoria como estadista.
Fue precisamente con motivo de su relevo en la presidencia. Suárez presentó su dimisión al Rey y al poco se celebró la toma de posesión, donde el nuevo presidente, Leopoldo Calvo Sotelo asumiría el cargo. Pero todos ya sabemos que aquel 23 de febrero de 1981 se produjo un golpe de estado a medio camino entre maky navaja y el estilo más sofisticado del principado franquista. Por suerte, todo salió bien.
Pero en un momento dado, cuando el autor material de la fechoría, Antonio Tejero (a la sazón Teniente Coronel de la Guardia Civil) se lió a disparos, Suárez fue uno de los contados (y tanto, sólo fueron tres, él, Gutiérrez Mellado y Carrillo) que se mantuvo en pie, y ofreció un ejemplo de dignidad personal y política para no postrarse ante esos militares chusqueros y mantener alta la integridad democrática de nuestro pueblo.
Al final, aunque me haya enredado en contar su historia oficial, ésa por la que merece este tributo, lo que yo quería celebrar en estas líneas es la singladura personal de Adolfo Suárez. Ese tipo valiente, listo y campechano, que supo arremangarse y hacer un estupendo ejercicio de equilibrios ideológicos y éticos para dirigir con acierto la difícil transición de la dictadura a la democracia en nuestro país.
Suárez enamoraba a muchas mujeres por su porte apuesto y el verbo templado de embajador de las libertades. Y en general se ganó la simpatía de todos (con la perspectiva que da el retrovisor la historia de una joven democracia) porque supo dejar a un lado su ego para dar lo mejor de sí en una complejísima tarea, donde no le faltó ni serenidad ni espíritu de consenso, también deportivo cuando tocó afrontar las derrotas. Por eso es de ley su Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en 2003.
La vida le ha dado muchas cosas a Suárez. Pero también le ha arrebatado muchas otras. Y además de un modo seco y violento que hace que le guardemos una simpatía especial. Después de retirarse definitivamente de la política (año 1.991 tras el batacazo de su segundo proyecto político, el CDS, en las elecciones municipales), el tío Suárez se alió con nuestro Ministerio de Exteriores y representó con aplomo y acierto dialogante nuestro país. Pero cuando ya estaba en ese plácido retiro que merece la gente cuando ha pisado a fondo esa inefable piel que es la de hombre de estado, su hija mayor, Mariam, enfermó de cáncer de mama. Se recuperó, pero acabó falleciendo a consecuencia de esta dolencia en 2004.
Tres años antes, feneció por el mismo motivo su amada esposa, Amparo, una mujer elegante, dicen que adelantada a su tiempo, con un fluido dominio del inglés y amantísima madre y esposa. Así las cosas, tantas bofetadas vitales fueron minando la buena salud de un hombre que se entregó al bien común de su comunidad con todo lo que tenía a mano: sus vísceras, su intelecto, su integridad, sus horas de sueño.
Cuenta el relato, que en la reunión donde acordó legalizar el Partido Comunista, fumó, a cuatro manos con Carrillo, siete paquetes de tabaco. Bueno, bagatelas para un tipo que tuvo la suerte (él diría que inmenso de honor) de gobernar la nave de su tribu y mejorar su prosperidad como pueblo.
Hoy día Suárez padece una demencia senil degenerativa (también conocida como mal de Alzheimer) y ya no recuerda nada. Ni que fue presidente, ni que fue padre, ni que fue íntegro. Dicen que sólo responde a estímulos afectivos. Así pues, doblaremos estas líneas y las enviaremos con respeto, afectividad y agradecimiento para el primer capitán de una esta nueva época de luz, imperfecciones y búsquedas en la que nuestra joven nación democrática anda enfrascada; todavía con muchos retos que afrontar y resolver.
(Este post ha nacido inspirado por el primer capítulo de la serie ‘La noche de Adolfo Suárez’, emitida ayer por Antena 3; si estáis interesados, la segunda entrega de esta miniserie se emitirá en la noche del próximo miércoles.)
miércoles, enero 27, 2010
Iago
martes, enero 26, 2010
La vida no está en los extremos
Ryszard Kapuściński(Bielorrusia 1932, Varsovia 2007) fue uno de esos reporteros que elevan la dignidad del periodismo hasta cotas sobresalientes. Uno de esos tipos que dan sentido a esta profesión. Se pasó la vida viajando y viviendo fuera de Europa. Sobre todo, en África y América Latina. Su compromiso con la gente con menos recursos encendió un relato bien documentado, conmovedor, al tiempo que literario. La suya era una de esas cabezas con tendido eléctrico para conectar y asociar infinidad de detalles, que contribuyen a que el lector comprenda mejor lo que está sucediendo.
Existe un libro que ayuda a entender bien su modo de trabajo: ‘Los cínicos no sirven para este oficio’. En él desglosa algunas premisas de su labor. Una de las ideas clave del mismo se centra en la empatía, la necesidad de escuchar a distintas personas que están en el núcleo de la acción. Ellos componen la materia esencial del relato.
Al final, y cada vez será más así, el relato es una amalgama de realidades, experiencias y consideraciones de las que el periodista es nada más (nada menos) que el último redactor. Para hacer bien nuestro trabajo, sólo obtendremos la información esencial si la persona a la que nos acercamos, a la que preguntamos, percibe en nosotros una genuina curiosidad por sus preocupaciones, su situación, sus circunstancias…En suma, por su versión de la historia. Dicho en palabras del maestro polaco: “Es un error escribir sobre alguien con quien no se ha compartido al menos un tramo de vida”.
Los libros de Kapuściński son un regalo porque te amplían la mirada. Permiten que percibas el mundo en toda su complejidad. Y desvelan parte de ésta. Además, este intrépido contador de historias tenía un alma múltiple, que le permitía combinar su trabajo como corresponsal (contando con detalle la noticia, su relato y sus ramificaciones) con el de escritor (que trenza historias cercanas y estremecedoras de realidades complejas y devastadas. Y lo hace con un tono entretenido y didáctico).
En un momento dado del libro, la editora María Nadotti, le pregunta por las motivaciones de esa vida errante. Y al final queda claro que éstas fueron variando, pero también queda de relieve que el reportero polaco se enamoró de África. Quizá porque le conectaba con su infancia, que aunque vivida en un ambiente alegre, pasó en una de las zonas más pobres de Polonia, en Pinsk (hoy día Bielorrusia). Como queda claro que Kapuściński es un hombre de síntesis, de diálogo, y que para él la vida nunca estaba en los extremos. Aunque, paradojas, bastantes de nuestros 6.000 millones de hermanos (así nos llama él) sí están viviendo en esas situaciones extremas.
Al final, ya no tengo muy claras las reflexiones que descansan en el libro y las que fluyen por Internet. Sea como fuere, Kapuściński se fijó en África por la cantidad de paradojas que escondía en su vientre; a fin de cuentas allí es donde se fundó nuestra especie. Los recursos naturales de ese continente han sido esquilmados por la colonización europea durante siglos. Por no hablar de las tres centurias en las que la mayoría de sus habitantes fueron esclavizados. Más los conflictos políticos, sociales y económicos que vinieron después.
Una tierra violada y unas gentes que no pueden aspirar más que a ser una civilización de supervivencia. Donde sus habitantes ponen toda su energía en comer, en beber, en vivir un día más. Y a pesar de esa suela de postración, los africanos no han perdido ni su capacidad de vida ni su alegría, lo que habla, en palabras del propio maestro, de un “alma muy especial”.
Otro de los ejes que merece la pena comentar de ese volumen es el de la mutación del periodismo en negocio. En un sistema de vida donde el mercado es el termómetro de las relaciones humanas, la información no podía ser ajena a ese influjo. Kapuściński denuncia la creación de una realidad alternativa a la que existe, que casi nunca coincide con la verdadera. Simplemente, los medios nos cuentan la realidad que las multinacionales o los gobiernos quieren que se sepa, como por ejemplo en la reciente guerra de Irak, donde poco menos que los mandos militares estadounidenses eran los encargados de dar los partes de prensa, eran los Arturo Pérez Reverte que suministraban la información y los distintos enfoques del escenario bélico.
En este escenario, los directores, no digamos ya los gerentes, de los medios están dejando de ser periodistas. No hay manera humana de transmitir las esencias de este oficio, en un mundo donde la masa nos estamos convirtiendo en un conjunto de espectadores, cada vez menos en actores implicados.
Espectadores que, sobre todo por estos lares de la Europa Occidental, preferimos vivir entregados a nuestra cultura del bienestar, sin conciencia de lo que sucede a los demás.
No estamos hablando de liarnos la manta a la cabeza. No al menos todos. Pero sí de implicarnos en algo real, algo en la medida de nuestras posibilidades. Ahí van unas cifras para la reflexión: la población europea no representa ni el 10% de la población mundial. Tenemos una mentalidad eurocéntrica, pero la realidad es que economías emergentes como la china, la japonesa, la india o la brasileña están tomando el control económico (y poco a poco también político) del planeta.
Entretanto, la población europea envejece. Los inmigrantes vienen aquí gracias a la mejora exponencial de los medios de transporte y, sobre todo, porque tienen esperanza. Llegan a nuestras costas guiados por el afán de mejorar su vida. ¿No lo haríamos nosotros? ¿No viajaríamos a allí donde dicen que se vive mejor, donde la prosperidad no sólo se codifica en dinero sino en derechos sociales, expectativas de ocio y diversión?…No me feliciten por descubrir la pólvora, pero de cuando en cuando no está de más señalar lo obvio.
Al tiempo, los viejos europeos necesitamos a esa gente. Asimismo, muchos de ellos proceden de la zona del Magreb y de Oriente Próximo, caladeros naturales de esa inmigración. Bastantes de las personas que llegan aquí tienen otro código religioso y cultural, que a su vez se caracteriza por su pujanza, la vitalidad de un Islam en plena efervescencia. Son muchos retos, muchas preguntas, muchas complejidades. Y, como suele ser habitual, tenemos unos políticos fueras de serie, que donde tendrían que velar por la integración (lo más inteligente y, por qué no, sensato) se dedican estos días a sembrar la ideología del odio entre los ciudadanos.
En medio de ese magma, al menos en el lugar en el que vivimos, podemos, sin pensarlo mucho, sentirnos orgullosos y avergonzados por algunas de nuestras reacciones. En el lado positivo, un sentimiento de empatía y solidaridad hacia el que llega, al margen del buen ojo de hacer lo posible para infiltrarlos en nuestras vidas y evitar a toda costa esos desastres sociales llamados guethos. Al otro lado, esa fijación de bajos instintos de algunos políticos por azuzar el miedo al otro y la cultura del egoísmo, mientras se invita a negar derechos básicos al recién llegado para expulsarlos de este paraíso, pequeño e imperfecto, pero paraíso en el que vivimos.
En este entorno todo se complica, se hace más difícil entender lo que sucede. Por eso era, por eso es, tan necesaria la voz de Ryszard Kapuściński. Un maestro, un guía que se implicaba a fondo en los fenómenos del planeta para explicarle a la gente lo que sucedía. Un tipo que se cagaba en los hoteles (perfectamente intercambiables estén donde estén) y que se jugaba la salud por canalizar su curiosidad y conocer así de primera mano las condiciones de vida de los americanos, los africanos. Su realidad y sus miradas, para luego compartirlas y convertirlas en menos ajenas al resto de los coetáneos que le leían.
Estamos a tiempo de hacerlo nosotros también. Aunque no seamos periodistas. Como forma de vincularnos con la realidad, con la gente, con el mundo que nos ha tocado vivir. Leer, vivir, relatar, compartir. No necesariamente en este orden. Este artesano del desciframiento de las leyes vitales universales lo sabía.
“Como los camellos cruzan el desierto, así los relatos cruzan la soledad de la vida, ofreciendo hospitalidad al oyente, o buscándola. Lo contrario de un relato no es el silencio o la meditación, sino el olvido.
Siempre, siempre, desde el principio, la vida ha jugado con el absurdo. Y dado que el absurdo es el dueño de la baraja y del casino, la vida no puede hacer otra cosa que perder. Y, sin embargo, el hombre lleva a cabo acciones, a menudo valientes.
Entre las menos valientes y, no obstante eficaces, está el acto de narrar, que desafía el absurdo y lo absurdo. El acto de narrar es una declaración permanente de quien vive en un mundo sordo. Y esto no cambia. Siempre ha sido así. Pero hay otra cosa que tampoco cambia: de cuando en cuando, ocurren milagros. Y nosotros conocemos los milagros gracias a los relatos”.
Gracias Ryszard por inspirarnos, te seguiremos aprendiendo.
lunes, enero 25, 2010
Corazón cada día más frecuente
Los viajes en tren tienen
calefacción en las piernas.
También galletas bendecidas,
hablamos de chocolate.
Los viajes en tren con Eze
exploran las entrañas argentas,
con una mezcla de erudición,
sentimiento y desencanto
que habla del desarraigo.
Y, más cierto, la nostalgia.
Murcia es un poblado nocturno
donde los ángeles se ponen
enriquecidas.
Estrecho contra mi pecho
un par de interrogaciones.
Y admito que no pudo ser.
La importancia de la
aceptación dijo el sufista.
No por nada particular.
Pero estoy contento.
Como si la arcilla
de las afirmaciones
estuviera cuajando en mí.
Ya lo dijo el poeta barrotes pastor:
“Corazón cada día más frecuente”.
(Gracias a Miguel Hernández,
por seguir filtrando abundancias de luz,
a través de sus palabras inmortales).
jueves, enero 21, 2010
Moonlight: prohibido amar cuando eres eterno
¿Cómo sería tu vida si tuvieses numerosas cartas para vivir indefinidamente? Una premisa así es el motor de la serie Moonlight, que con su habitual buen ojo los lumbreras de la Warner decidieron cancelar cuando sólo había consumido una temporada de vida en las pantallas.
Monnlight cuenta la historia de Mick St. John, un detective privado que a mediados del siglo XX fue convertido en vampiro por su esposa, Coraline, esa chica que parece inalcanzable cuando eres músico y la encuentras merodeando a tu banda en uno de vuestros conciertos (camisas hawaianas, tempos para todos los públicos, mojitos despaciosos), con el repertorio a mayor gloria de las estrellas soul del momento.
El señor St. John es un chupasangre atípico. No le gusta su condición existencial. Aborrece tener que alimentarse exclusivamente de sangre, y la violencia y marginalidad que ello conlleva. Añora su vida como humano: los desayunos con zumo de naranja, el tacto del sol en la cara, los donuts y poder dormir en una cama, almohada incluida.
Pero la vida como drácula postmoderno tampoco está mal. Eres rápido como un láser. Tienes la fuerza de cinco Lebron James y acojonas a todo indeseable que se cruza en tu camino o en el de la gente a la que amas o proteges. Eso en el mejor de los casos. Porque cuando eres señor de la noche tienes carta de naturaleza para asesinar cuando la venganza es legítima. Piensen por un momento en la cantidad de injusticias que el cuerpo nos pide que arreglemos a las bravas.
Esa facilidad para emplear la violencia de un modo instantáneo y sabio (de acuerdo, la sabiduría de las tripas) es un buen motivo para engancharse a la serie. Pero es sólo un argumento primario. Hay algún otro más…Atractivo.
Beth Turner es una exitosa reportera del mundo de Internet. Interpreta asuntos turbios y crímenes con una pasmosa habilidad para mezclar sentido común, información y criterio. Es decir, comunica. Y por si fuera poco, la cámara la quiere. Beth tiene todo lo que el american way of life pide de ella: es inteligente, estajanovista en el trabajo, también guapa, y está emparejada con el fiscal del distrito, que tiene tras de sí un brillante porvenir.
Pero algo ocurre cuando la periodista se encuentra con St John. Siente el indescifrable magnetismo de quien ha encontrado a un interesante y misterioso. La vibración también de quien se topa con una criatura llena de energía, elevados valores y numerosos demonios interiores.
El tío Mick tiene claro (la cabeza) que debe hacer todo lo posible para alejar de sí a esa atractiva rubia a la que quizá salvó de las tinieblas cuando era pequeña. Pero los sucesos van alineándose para que (la patata) esa periodista sea el mejor (único para ser honestos) motivo para salir del frigorífico XXL en el que descansan sus vísceras noche tras noche.
No le reprocharemos esa atracción al tío Mick. Beth tiene esa cualidad que, a falta de una palabra mejor, llamaremos magia. Su sonrisa contiene cientos de matices. Se enfada con una seguridad que desarma. Y no es raro verla confundida, con la plasticidad del que se apasiona en lo que hace y deja ver temblores que la hacen inevitablemente…Beso.
Para completar la ecuación, figura Joseph. Un tipo que suma más de 400 años y luce sonrisa de treintañero travieso. Este singular ejemplar rezuma carisma como hedonista que disfruta en mar abierto y agudo hombre de negocios.
Un tipo que es difícil que caiga mal a un heterosexual medio de taytantos: millonario, compañero de silla del tío Nicholson en los partidos de los Lakers, divertido e insuperable jugador de billar (cuatro centurias jugando dan para mucho).
Eso por no hablar de su afición por rodearse de bellezones que ora le ofrecen masajes impronunciables, ora le dejan alimentarse de su sangre (dicen que la misericordiosa mordida de un vampiro equivale a un orgasmo nunca antes experimentado en esa intensidad. Pero con todo el cuerpo).
Háganse un favor: visiten LA poblada de criaturas de la noche. No se arrepentirán. Sobre todo si ya han firmado un armisticio con esa vena romántica que de cuando en cuando les posee.
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miércoles, enero 20, 2010
Chiki estrena 31
Guerrero crece.
Claro en lo importante.
En buena forma.
Sueños cumplidos.
Sí, mejor: cumpliéndose.
El desafío.
Justicia y mundos.
Y feliz con María.
Calor en casa.
Ah, la familia.
Padres enamorados.
Carisma Chente.
Y Alvarito.
Cierto: mi protegido.
Aprender tanto.
Futuro aquí.
Ambición y retos.
Vivir es luchar.
También bromear.
Celebrar con colegas.
Horizontes USA.
Todo junto a ella.
Mi vibración vital.
Festejar vidas.
(Para Chiki, que hoy sopla 31 velas y tuvo el detalle de adelantarse 9 días en mi llegada a este mundo, para así guiarme luego en algunos tramos importantes del camino. Felicidades, loko. )
Amahoro
Amahoro significa te saludo y te pacífico.
Pacífico es el territorio inconcreto de las bucaneras.
Bucaneras es una actitud vital que adoro en las mujeres.
Las mujeres encuentran a sus heroínas en chicas como Juana.
Juana ha gastado sus navidades en explorar Burundi.
Burundi esconde en su vientre rojizo el lago más profundo.
Profundo es una emoción que ella ha frecuentado en África.
África es ese lugar del que todos somos deuda.
Deuda significa dinero, ambición, miedo y asombro.
Asombro es una cualidad esquilmada por los mzungo.
Mzungo significa blanca y Juana ha recordado alegría de estar aquí y ahora.
A lo peor no podía ni recordarlo, a lo mejor lo ha descubrimiento.
Descubrimiento es un viaje interior: lleno de dudas, dolor y alegría.
Alegría es reconocer que las deudas funcionan en doble sentido hasta crear…
vínculo.
(“Son más las cosas que nos unen que las que nos separan”, se obstinaba
en repetirle el voluntario burundés a la joven mzungo mostoleña)
lunes, enero 18, 2010
George Best que estás en la memoria colectiva
Se supone que debería pasar página. Hablar de un nuevo tema, tras llevar unos cuantos días mirando a través de la misma ventana. Pero ya sabéis que bitácoras como ésta fueran pensadas (entre otras cosas) para mandar algunos convencionalismos al carajo. Así que donde hoy esperabais un poema, encontraréis un poco de la gestación de los versos que preceden a estas líneas. Lástima. Otro rasguño en la palabra misteriosas, pero no me negaréis que una obligación (algo desatendida aquí últimamente) de alguien que escribe es resultar de cuando en cuando impredecible.
George Best es un icono de su tiempo. Alguien cuyo legado trasciende generaciones y uno de esos pocos tipos que son mitológicos en vida. Ser mitológico implica que tu leyenda contiene unos cuantos relatos célebres; mejor si éstos te granjean fama como guerrero, artista y vividor.
No diremos que el tío Best fue una gran persona. El propio Georgie nos estamparía una jarra de cerveza en la cabeza por incurrir en esa falsedad. Pero sí estamos autorizados a hablar de un chico que desde pequeño logró casi todo lo que se propuso. Nacido y criado en Irlanda del Norte, con once años logró un viaje como premio a sus méritos académicos. Pero enseguida descartó los estudios y se centró en el deporte.
Al principio fue el rugby. Le cosían a hostias pero se lo pasaba en grande. En esa etapa se formó parte de su carácter como competidor: “Odio peder la pelota. Por eso, si me roban el balón, me lo tomo como algo personal. La pelota me pertenece. Y no tengo problema en bajar el culo hasta donde haga falta para recuperarlo. Se lo debo a los compañeros, a la gente que paga la entrada y a mí mismo”.
Este post existe porque no existe otra manera de expresar la admiración hacia este funambilista de las esquinas. Best debutó con diecisiete años en el Manchester United. Desde el primer momento, causó fascinación. Sus greñas rebeldes y esa fijación por dejar tumbados a los rivales cuando enfilaba el final del carril zurdo enloquecían a la gente. Había algo magnético en su manera de detener el tiempo, regatear y templar el centro. Todo ello no necesariamente en este orden. Además, era capaz de marcar gol desde casi cualquier posición del frente de ataque. Imprevisible.
Ese aura de jugador especial le acompañó durante el resto de su carrera profesional. Con los diablos rojos lo ganó prácticamente todo: 2 Premiers, 1 Copa de Europa y 1 Balón de Oro. 1968 fue su año. Su equipo le ganó al Benfica una ‘orejuda’ épica, en la que Best abrió la lata para los suyos en plena prórroga.
La acción fue marca de la casa: el extremo norirlandés cogió la pelota en medio del campo, diribló a un defensa luso, tomó ventaja gracias a su acción de pillo y cuando todo el mundo esperaba que fusilara al meta, lo regateó con limpieza y marcó. Gol. Su equipo ganó esa final por 4-1 pero todo podía haber sido distinto si ‘El Genio’ no hubiese entrado en escena. Para comprender la dimensión de este futbolista, basta con apuntar que Pelé lo consideraba el mejor jugador del mundo.
1968 fue su año. No es casualidad que durante esos 12 meses Kubrick alumbrara ‘2001: Una odisea en el espacio’. Tampoco que la Copa de Europa viniese acompañada de la consecución del Balón de Oro. El primer y hasta ahora único jugador irlandés distinguido con el galardón. A los 22 años, el tío Best se bañaba en la gloria de la adulación y el reconocimiento. Recibía 10.000 cartas diarias de admiradores.
También se le conocía como el Quinto Beatle. Algún tiempo antes de la final del 68, un tipo saltó al estadio de la Luz (el del Benfica) con un cuchillo en la mano. Simplemente, quería un mechón de su pelo.
Estatura media, moreno, desgarbado, los ojos verdes, la sonrisa de seductor…Las mujeres la adoraban. Y él no hacía nada para decepcionarlas. Pronto, sus conquistas femeninas y sus borracheras ganaron la batalla a sus gestas deportivas en los tabloides.
Su hermana, el día de su funeral (murió en 2005, a los 59 años, duró cuatro años más que su madre, que también falleció como consecuencia de sus excesos etílicos), armó un discurso emocionante, en el que hablaba de un chico tremendamente divertido, que se lo hacía pasar en grande con sus bromas cuando simplemente era un chico de quince, dieciséis años.
Ella se aferraba a los buenos recuerdos de un chico sensible, que escapó de la primera vez que le llevaron a la escuela del United, que prefería a su familia. Y que cuando era una celebridad y entraba en una taberna británica, simplemente “no sabía decir no”; la gente que siempre estaba dispuesta a invitarle a un trago.
Sea como fuere el tío Best rebosaba ingenio cuando se ponía a definir la realidad. Y, sobre todo, cuando se ponía a explicarse a sí mismo. Algunas de sus frases hablan por sí solas: “Gasté mucho dinero en licor, mujeres y coches. El resto lo despilfarré”.
“Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con Miss Mundo iba a tener una difícil elección. Afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas”. “Dicen que me he acostado con siete Miss Mundo, pero sólo han sido tres”. “Nunca salía por la mañana con la intención de emborracharme. Sólo sucedía”.
Supongo que para completar el cuadro (me duele) también hay que incluir estas dos frases. Primero, una de su mujer: “cuando está borracho George es el más deplorable, burro e ignorante pedazo de mierda que he visto”. Y por último, del propio Best, hablando a propósito del día en que intentó suicidarse: “En cierto modo, Angie me salvó y, probablemente, lo lamentará el resto de su vida”.
Pero no quiero cerrar este cuadro así. No es justo. Best hizo feliz a mucha gente en vida. Es fácil imaginarle viviendo hoy día como un chico anónimo en Madrid. Es probable que en su nueva vida una lesión de rodilla haya fastidiado su carrera como genio del fútbol. A cambio, Best anónimo habrá aprendido de sus errores, habrá estudiado una carrera de bien (quizá Económicas, tal vez Empresariales). Se emborrachará, pero sólo los fines de semana, nadará a menudo y se habrá convertido (qué raro) en un fanático de la música y las películas de los 60.
Todo parecerá normal en él, anodino incluso. Hasta que sonría. En ese momento, sus patillas y su peinado desvencijado centrarán su atención en la rubia que aguarda a su amiga en el fondo de la barra. Y entonces todo será posible.
Algo así pensaba la gente que entresemana curraba en las factorías de Rolls Royce o Kellogs de Manchester con el anhelo de que llegara el fin de semana, repitiendo mentalmente algunas de sus filigranas al borde del área.
Unos destellos de poesía que hacían que la semana fuera más llevadera. Agradable. Esa misma palabra debió emplear la chica que le estaba esperando a la salida de aquel lejano partido sesentero, con un álbum de cromos en una mano y una pinta de cerveza en la otra. Pero ésa ya es una historia, una que quizá podáis vivir vosotros mismos…
jueves, enero 14, 2010
Algo elegante en tu ocaso
El ídolo conduce
(también la pelota).
Tumba rivales
(también las nenas).
Su sinfonía habla de la muerte
(mientras la esquiva,
perfila resplandores).
Gol.
Marabunta en la grada.
No recuerdos en los bares.
Electricidad en las venas.
George Best que bebes en este mundo,
hubo un tiempo en que
silenciabas el teatro de los sueños.
Y, reconócelo,
en ninguna de tus pesadillas podían
robarte la pelota.
Y, reconócelo,
en ninguna de tus pesadillas pueden
robarte la irreverencia.
Reconócelo amigo,
en ninguna de tus pesadillas naufragan
los viejos chistes para la diosa.
miércoles, enero 13, 2010
Fiesta
martes, enero 12, 2010
lunes, enero 11, 2010
domingo, enero 10, 2010
Unas sombras exclusivas
Labios de bésame.
Palabras de nostalgia.
Risa de maga.
Cuerpo de baile.
Cena de fugitivos.
Nombre de guapa.
Mirada-arte.
¿Los bailes? De acércate.
Es equilibrio.
Ombligo piercing.
Sonrisa observadora.
Mano en bolsillos.
Floración.
Ventajas de la sombra.
Vinientos cómplices.
Qué mundo, noche.
Impacto de fruncidos.
Big bang pacioso.
viernes, enero 08, 2010
Navidad en Afortunada (V 2.0)
Hambre de fiesta.
Calor de nuestra gente.
Baile diverso.
Tía Pacorra,
mujer, don de regalar.
Eso es, repartamos.
Y la escritora.
Guaci se baña en libros.
Eso es, sus poemarios.
Santi, caballero.
Felicidad amigos.
Inventar días.
Auro y Rubén.
La pareja nueva isleña.
Gente aventura.
Payo, buscador.
Tímido con sus bromas.
Noche alternata.
Mago, de cerca.
Caras fascinación.
Peques contentos.
Madre bombón.
Silvia y el universo.
Amiga crece.
Calidez Silvia.
Reino de peque Nora.
Tren alegría.
Magos que inventan.
Chocolate soñador.
Mares parpadeo.
Lucidez Javi.
Alemanas, bikini.
Calor invernal.
Novedad íntima.
La ciudad, seductora.
Gradecimiento.
lunes, enero 04, 2010
viernes, enero 01, 2010
Nochevieja
Javutu casa.
Noche sorpresa y cálida.
Las copas, suaves.
Bromas y veras.
Canapés de cariño.
Hermano gente.
Amigos fiables.
Diversión señor Ra.
Y risas nuevas.
Hogar futuro.
Música muy potable.
Y la belleza.
Taxi de ricos.
Y barrio de bohemios.
Navidad de ron.
Fiesta de mundo.
Rápida es la noche.
Flotan preguntas.
Gasolina futuro.
Repartida alma.
Bosques personas.
Aprendizaje.
Sabor incertidumbre.
Islas confianza.
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