lunes, enero 18, 2010

George Best que estás en la memoria colectiva


Se supone que debería pasar página. Hablar de un nuevo tema, tras llevar unos cuantos días mirando a través de la misma ventana. Pero ya sabéis que bitácoras como ésta fueran pensadas (entre otras cosas) para mandar algunos convencionalismos al carajo. Así que donde hoy esperabais un poema, encontraréis un poco de la gestación de los versos que preceden a estas líneas. Lástima. Otro rasguño en la palabra misteriosas, pero no me negaréis que una obligación (algo desatendida aquí últimamente) de alguien que escribe es resultar de cuando en cuando impredecible.

George Best es un icono de su tiempo. Alguien cuyo legado trasciende generaciones y uno de esos pocos tipos que son mitológicos en vida. Ser mitológico implica que tu leyenda contiene unos cuantos relatos célebres; mejor si éstos te granjean fama como guerrero, artista y vividor.

No diremos que el tío Best fue una gran persona. El propio Georgie nos estamparía una jarra de cerveza en la cabeza por incurrir en esa falsedad. Pero sí estamos autorizados a hablar de un chico que desde pequeño logró casi todo lo que se propuso. Nacido y criado en Irlanda del Norte, con once años logró un viaje como premio a sus méritos académicos. Pero enseguida descartó los estudios y se centró en el deporte.

Al principio fue el rugby. Le cosían a hostias pero se lo pasaba en grande. En esa etapa se formó parte de su carácter como competidor: “Odio peder la pelota. Por eso, si me roban el balón, me lo tomo como algo personal. La pelota me pertenece. Y no tengo problema en bajar el culo hasta donde haga falta para recuperarlo. Se lo debo a los compañeros, a la gente que paga la entrada y a mí mismo”.

Este post existe porque no existe otra manera de expresar la admiración hacia este funambilista de las esquinas. Best debutó con diecisiete años en el Manchester United. Desde el primer momento, causó fascinación. Sus greñas rebeldes y esa fijación por dejar tumbados a los rivales cuando enfilaba el final del carril zurdo enloquecían a la gente. Había algo magnético en su manera de detener el tiempo, regatear y templar el centro. Todo ello no necesariamente en este orden. Además, era capaz de marcar gol desde casi cualquier posición del frente de ataque. Imprevisible.

Ese aura de jugador especial le acompañó durante el resto de su carrera profesional. Con los diablos rojos lo ganó prácticamente todo: 2 Premiers, 1 Copa de Europa y 1 Balón de Oro. 1968 fue su año. Su equipo le ganó al Benfica una ‘orejuda’ épica, en la que Best abrió la lata para los suyos en plena prórroga.

La acción fue marca de la casa: el extremo norirlandés cogió la pelota en medio del campo, diribló a un defensa luso, tomó ventaja gracias a su acción de pillo y cuando todo el mundo esperaba que fusilara al meta, lo regateó con limpieza y marcó. Gol. Su equipo ganó esa final por 4-1 pero todo podía haber sido distinto si ‘El Genio’ no hubiese entrado en escena. Para comprender la dimensión de este futbolista, basta con apuntar que Pelé lo consideraba el mejor jugador del mundo.

1968 fue su año. No es casualidad que durante esos 12 meses Kubrick alumbrara ‘2001: Una odisea en el espacio’. Tampoco que la Copa de Europa viniese acompañada de la consecución del Balón de Oro. El primer y hasta ahora único jugador irlandés distinguido con el galardón. A los 22 años, el tío Best se bañaba en la gloria de la adulación y el reconocimiento. Recibía 10.000 cartas diarias de admiradores.

También se le conocía como el Quinto Beatle. Algún tiempo antes de la final del 68, un tipo saltó al estadio de la Luz (el del Benfica) con un cuchillo en la mano. Simplemente, quería un mechón de su pelo.

Estatura media, moreno, desgarbado, los ojos verdes, la sonrisa de seductor…Las mujeres la adoraban. Y él no hacía nada para decepcionarlas. Pronto, sus conquistas femeninas y sus borracheras ganaron la batalla a sus gestas deportivas en los tabloides.

Su hermana, el día de su funeral (murió en 2005, a los 59 años, duró cuatro años más que su madre, que también falleció como consecuencia de sus excesos etílicos), armó un discurso emocionante, en el que hablaba de un chico tremendamente divertido, que se lo hacía pasar en grande con sus bromas cuando simplemente era un chico de quince, dieciséis años.

Ella se aferraba a los buenos recuerdos de un chico sensible, que escapó de la primera vez que le llevaron a la escuela del United, que prefería a su familia. Y que cuando era una celebridad y entraba en una taberna británica, simplemente “no sabía decir no”; la gente que siempre estaba dispuesta a invitarle a un trago.

Sea como fuere el tío Best rebosaba ingenio cuando se ponía a definir la realidad. Y, sobre todo, cuando se ponía a explicarse a sí mismo. Algunas de sus frases hablan por sí solas: “Gasté mucho dinero en licor, mujeres y coches. El resto lo despilfarré”.

“Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con Miss Mundo iba a tener una difícil elección. Afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas”. “Dicen que me he acostado con siete Miss Mundo, pero sólo han sido tres”. “Nunca salía por la mañana con la intención de emborracharme. Sólo sucedía”.

Supongo que para completar el cuadro (me duele) también hay que incluir estas dos frases. Primero, una de su mujer: “cuando está borracho George es el más deplorable, burro e ignorante pedazo de mierda que he visto”. Y por último, del propio Best, hablando a propósito del día en que intentó suicidarse: “En cierto modo, Angie me salvó y, probablemente, lo lamentará el resto de su vida”.

Pero no quiero cerrar este cuadro así. No es justo. Best hizo feliz a mucha gente en vida. Es fácil imaginarle viviendo hoy día como un chico anónimo en Madrid. Es probable que en su nueva vida una lesión de rodilla haya fastidiado su carrera como genio del fútbol. A cambio, Best anónimo habrá aprendido de sus errores, habrá estudiado una carrera de bien (quizá Económicas, tal vez Empresariales). Se emborrachará, pero sólo los fines de semana, nadará a menudo y se habrá convertido (qué raro) en un fanático de la música y las películas de los 60.

Todo parecerá normal en él, anodino incluso. Hasta que sonría. En ese momento, sus patillas y su peinado desvencijado centrarán su atención en la rubia que aguarda a su amiga en el fondo de la barra. Y entonces todo será posible.

Algo así pensaba la gente que entresemana curraba en las factorías de Rolls Royce o Kellogs de Manchester con el anhelo de que llegara el fin de semana, repitiendo mentalmente algunas de sus filigranas al borde del área.

Unos destellos de poesía que hacían que la semana fuera más llevadera. Agradable. Esa misma palabra debió emplear la chica que le estaba esperando a la salida de aquel lejano partido sesentero, con un álbum de cromos en una mano y una pinta de cerveza en la otra. Pero ésa ya es una historia, una que quizá podáis vivir vosotros mismos…

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Peter, muy chulo...
Saludos de un blue

Pedro Fernaud Quintana dijo...

Muchas gracias compañero blue ;-)

Gordie Lachance dijo...

Hay que ver el juego que te dan los mitos, Pedrito. Te dejo el enlace de una canción que le compusieron los Kinks cuando estaba en la cresta de la ola. Si prestas atención a la letra, parece que a Ray Davies no le parecía un personaje tan complejo como a ti. Jejejejeje

http://www.youtube.com/watch?v=TQAR-nx4w88

Pedro Fernaud Quintana dijo...

jeje, desde luego que no Gordie. Bueno, ellos veían al animal carismático que era televisado y capturado en fotos durante sus juergas...

Te agradezco el detalle de la canción, no la conocía. Aunque me quedo con los New Order, que me prestaron su banda sonora como acompañamiento a este post.

Y tienes razón, me conoces bien y sabes que me atraen los mitos, al fin y al cabo son los profetas (equivocados o no) de su tiempo.

Anónimo dijo...

Aqui te dejo otras frase del mítico: "En 1969 dejé las mujeres y el alcohol, fueron los peores veinte minutos de mi vida"....Señor Fo.

Pedro Fernaud Quintana dijo...

jajajaja, sí Collan, otra frase mítica de Sir George. Nada como decir algo en serio medio en broma.

Pero bueno esa facilidad para reírse de sí mismo era una de las razones por las que la gente le 'perdonaba' a Best su modo excederse...