La señora cumplimentó el formulario con esa distancia ignífuga de la que presumía ante sus amigas. ¿Nombre? ¿Edad? ¿Experiencia? ¿Lugar donde aprendió a reír? Ah no, debes saber que nuestro servicio priorizará siempre a las personas que aprendieron a resentirse en nuestra tierra. Finalmente, apretó la tecla de imprimir. Al entregar las hojas, descubrió con horror que era a su propia hermana a quien acababa de aplicar esa irreprochable eficiencia.
Fuente de foto: desdelatrinchera.com
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