Cuerpo de castigador de la barra
y sonrisa de maquinador de hedonismos.
El trabajo es un viaje lejos del desierto.
Compositor de tentaciones,
se mueve despacio y piensa relámpago.
Vieja estratagema de los predadores.
Enciende las bromas y apaga el cigarrillo.
Las guiris le sacan casi una cabeza.
Pero su lustrado pelo atezado ignora
los complejos.
Qué alegría más amplia.
Moverse y cantar.
A esta invito yo.
Vuela sentado,
mientras mete cartas.
Cuando se quiere dar cuenta,
la cartera rubia se las concede todas.
El vagón está lleno pero a
dios le gustan las multitudes,
más aún acariciar el tejido de la
música.
¿Por qué le llamáis Dios?
Porque vive como quiere y
siempre está rodeado de mujeres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario