Siete metros.
Mido siete metros.
Tumbado a la manera en que
ella
viaja entre la televisión y
el cansancio.
Mi océano es una casa.
Habito mi incertidumbre con
una inteligencia
(yo no utilizo palabras)
Elegante.
Los sonidos, la danza, el
salto.
¿Te gusta mi vagón acuático?
Sólo carne, sí.
Mejor, cerca de la costa.
Creo que lo llaman
comunicación.
¿Por qué somos amables con las
chicas curiosas?
¿Por qué la luna se deja
acariciar por el sol?
Comunicarse, orientarse, diario
esfuerzo competente.
Y alimentarse: los sonidos,
la danza, el salto.
No sólo de arte vive la
pervivencia.
Primo, cada día más cebón.
Sí, mi primo el hipopótamo.
¿Qué te enseñe la espalda?
Fusiforme: cuerpo alargado y
extremidades pegadas.
Largo como un bolígrafo de
antiguo saurio
y acuadinámico como un
automóvil profundo.
Dentro de una conciencia:
agua y aire.
Fluido como una caída en el
amor.
Modulado como un cantapenas.
Vivo en las redes sociales.
Tengo más de 1.000 agregados.
Algunos parecidos porqués.
Cicatrices, competencia,
mordeduras, hembras…
Apellido de oceánico.
Gestación de un año.
Y silbidos de frecuencia
modulada.
Tan afinados como para
rubirozar
la falda de la María Grazia
Cucinotta
de mis vecinas.
Música de impulsos.
Silencio. Sonidos. Silencio.
La pista de corrientes
marinas.
Y los ojos cerrados,
clic
(llámalo ecolocalización)
clic
(llámalo comunicación)
Clic
(llámalo seducción)
Simpático y amable.
¿A cambio?
pesticidas, metales pesados,
plásticos y otras ‘diplomacias’ industriales
ni siquiera las habitaciones
infinitas del agua pueden perdonar eso.
En lugares como en Taiji e
Islas Feroe, ñam, nam
Gracias, gracias.
¿Un concierto de rock?
Focalizar y discriminar las
ondas acústicas de alta frecuencia de
auxilio de nuestra
diversidad.
¿El futuro?
Que el capitán Kirk no tenga
que echarnos de menos.
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