martes, junio 28, 2011

El 15M: un canal colectivo para el cambio 2.0


El mundo vive su mayor periodo de aceleración y sofisticación tecnológica. Al tiempo, crecen las desigualdades entre las regiones más desarrolladas y aquellas que están sumidas en la pobreza y el subdesarrollo. Entretanto, el capital está ampliando su radio de influencia, subordinando la actividad política de los países más avanzados a sus intereses. El resultado se concreta en que la clase media de muchos países está quedando deforestada, cada vez con menos recursos económicos y con menos perspectivas de desarrollo social. En este clima, ha germinado el movimiento del 15-M, una expresión multitudinaria de rechazo a la política que impera actualmente y, al tiempo, un soplo de esperanza fresca para muchos ciudadanos desencantados. En este reportaje indagamos en algunas de las claves de este movimiento.

El capital, el dinero expresado en cantidades exorbitantes funciona a la manera de una aspiradora. Nunca parece suficiente para él y absorbe cuantos recursos encuentra en su paso. El capital no es un ente abstracto, ya lo sabemos. Se trata de multinacionales y grandes corporaciones empresariales, muchas de las cuales están dirigidas por acaudalados empresarios que quieren perpetuar (y, si es posible, que lo es tal y como está montado el sistema, ampliar) el cauce de sus finanzas.
En este contexto, muchos de los agentes de ese gran capital especulan con el dinero y trabajan con él de manera virtual, terriblemente especulativa, sobre todo por los efectos que estas conjeturas con ánimo de lucro tiene en la vida de las naciones y los individuos más indefensos a esa estrategia de la jungla. Todo ello queda retratado lúcidamente en la película ‘Inside Job’, un documento imprescindible para entender mejor la que nos está cayendo encima.

España es uno de los países que está sufriendo de manera más severa los efectos de una crisis generada por múltiples factores. A los problemas universales (especulación, prácticas poco éticas cuando no fraudulentas de la banca, codicia de los que acumulan grandes fortunas, seguidismo del capital por parte de las mediocres clases políticas), nuestro país agrega algunas dificultades cruciales para entender el porqué de los más de cinco millones de parados que tiene nuestro país: el estallido de la burbuja inmobiliaria, amparada en buena medida por nuestro sistema financiero y político, falta de tejido industrial y excesiva dependencia de fuentes energéticas a importar (con el petróleo jugando un papel capital).

Eso por no hablar de la inmadurez de algunas de nuestras instituciones democráticas (mucho políticos se comportan como escolares que berrean en el recreo, en vez de buscar soluciones y fomentar encuentros para afrontar la adversidad) o el monocultivo de nuestra economía alentado por nuestra clase dirigente, que explota con admirable gama de recursos las ventajas del turismo, pero que no ha sido capaz de incentivar otras vías empresariales (siempre existen honrosas excepciones, como en el capítulo de las infraestructuras, las energías renovables…).

Así las cosas, el futuro no pinta halagüeño: el país no está incentivando la I+D (Investigación más Desarrollo), la calidad de nuestra educación (sobre todo en ciencia) ocupa la parte baja de los análisis de calidad universales y los mercados (ese ente implacable depredador selvático del que llevamos casi una página hablando) cada vez ejercen más presión sobre nuestra economía, lo que se traduce en numerosos recortes sociales y de salario para numerosos ciudadanos. Eso en el mejor de los casos, porque hay gente que lleva tiempo sin empleo (el 45% de los jóvenes menores de 35 años no tienen trabajo) y su horizonte está teñido de rabia, desesperación y desencanto.

Con estas coordenadas, es fácil entender por qué la ciudadanía ha tomado las calles y las plazas de numerosas ciudades españolas. Lo extraño es que no haya sucedido antes, coinciden en señalar muchos sociólogos. El 15 M ha conectado con la ciudadanía (según un estudio reciente de Metroscopia, un 64% de los españoles simpatizan con este movimiento), desterrando esa creencia común de la juventud apática y apolítica, porque ha dado una vía de expresión para todos aquellos que se sienten indignados y-o estafados por el sistema.

El movimiento del 15 M empezó como un muestrario de manifestaciones esporádicas en contra de la precariedad laboral y los fallos del sistema y, amplificada por la corriente de reflexión en las últimas elecciones municipales, ha cobrado una dimensión tangible, que promete cambios importantes. El eje principal de su propuesta es una reformulación de la democracia; la idea es que ésta deje de ser un decorado de cartón piedra y, aprovechando por ejemplo los grandes avances tecnológicos que mencionábamos al principio, que la ciudadanía tenga ocasión de participar activamente en la toma de decisiones que configuran la realidad de su comunidad (ya sea pueblo, ciudad, región o nación).

En ese sentido, es interesante recoger aquí los testimonios de algunas de las personas que han acampado en plazas como la de Sol. El diario El País ha recogido unos cuantos. En ellos se puede leer el alma de este movimiento. "Todos queremos una democracia mejor", dice Alejandra. "Años de arreglar el mundo tomando café y por fin hay algo que puede cambiar", aseguran Guiomar, Borja y Bárbara.

"Estoy aquí porque quiero volver a soñar", afirma José Manuel, de 35 años. "Las cosas tal como están ya no funcionan, hay que abrir un debate social en el que se escuchen los problemas reales, las ideas que generen una evolución del sistema", suscribe Juan, de 39 años. "Vengo para cambiar aquello que huele tanto a rancio", proclama Almudena. "Espero que esto dure, que todo aquello que aquí se pide comience a calar en la conciencia del ciudadano", opina Diego J. Sañudo, de 30 años, periodista. En esa línea de ganas de cambio y hartazgo argumentado funcionan, por regla general, los testimonios de los acampados.

Uno de los logros de esta protesta es que no se queda sólo en la queja. Esa elección por también proponer y no solo entonar lamentos es una apuesta madura y cargada de futuro. Pero antes de hablar de sus propuestas, vamos a analizar algunas de sus puyas y reivindicaciones, nutridas con un ingenio que para sí quisieran muchos políticos del establishment…

“Violencia es cobrar 600 euros”, “Violencia es no llegar a fin de mes”, “No hay pan para tanto chorizo”, “Alternancia no es democracia”, “Nuestros sueños no caben en sus urnas”. “Sin trabajo, sin casa, sin futuro, sin miedo”, “La banca siempre gana y no me da la gana”, “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”, “Rebeldes sin casa”, “Tu futuro es ahora”, “Esta crisis no la pagamos”, “No somos antisistema, el sistema es antinosotros”…

Frases que por sí solas funcionan como temperatura emocional de una juventud desencantada, pero también airada y con la conciencia crítica bien despierta. ¿Cualidades que se aprecian en este movimiento? Capacidad para canalizar la rabia y el desencanto de un modo pacífico, constructivo, pujante, ingenioso y divertido. También extremadamente participativo e inclusivo. El rollo asambleario siempre genera una especial admiración, porque ese sería el ideal para tomar las decisiones más justas. Dar voz a todos y tomar decisiones en función de la mayoría más amplia posible.

Ahora bien, ese tono asambleario (propio de IU o ERC, dicho sea de paso) desgasta mucho y, en algún momento, si quiere cristalizar en una formación política o algo por el estilo, el 15-M tendrá que articular otras formas de organización paralelas y complementarias a ésta.

También maravilla la capacidad de autogestión del movimiento. Y su vocación multipolar en la portavocía; ambos rasgos le emparentan con lo mejor del movimiento anarquista, que buscaba despersonalizar las formas de gobierno y repartir protagonismos y responsabilidad a la hora de gestionar comunidades, moverlas y ponerlas en prosperidad, igualdad, libertad y fraternidad.

Sobre el papel, sobre todo en comunidades pequeñas donde es más fácil buscar la armonía grupal, a muchos nos gustaría un sitio así. Pero eso conlleva un largo camino y, lamento sacar aquí al pesimista-realista que todos llevamos dentro, parece poco probable que pueda cuajar en nuestras sociedades-civilización. Al menos a corto y medio plazo. Todavía nos queda por recorrer un largo camino en la maduración de nuestra conciencia colectiva. Pero por algo se empieza; hay que ponerle una zanahoria a los cambios…

Además, el ambiente ha sido festivo y animoso. Hemos visto a bebés y abuelos, adolescentes y cuarentones y, sobre todo, a amucha gente en el rengo de edad entre los 20 y 40 años. La concentración ha llenado de oxígeno la cabeza y el corazón de mucha gente.

Durante casi un mes (del 15 de mayo al 12 de junio) los indignados han poblado numerosas plazas de las ciudades españolas. Sea como fuere, sus protagonistas no quieren que su retirada de las plazas se interprete como un acto de sumisión o de rendición. Dicho con sus palabras: “No nos vamos, nos expandimos”. Y es que ese es uno de los principales logros del movimiento: su capacidad para trasladarse de las plazas a los barrios, en un proceso dinámico, autogestionario y envolvente que está encontrando muchas adhesiones entre la ciudadanía. Ese caudal ciudadano puede ser uno de los principales activos de este movimiento si sabe encauzar con inteligencia, constancia y organización.

Mientras estuvo levantado el campamento del 15 en la plaza de Sol, me acerqué varias veces y me quedo con las sonrisas de la gente y el ambiente cordial que reinaba. Seguro que Bakunin habría soltado alguna lagrimilla al ver como una de las empanadas verticales del sistema capitalista estaban empapeladas de insurrecciones elegantes.
Sea como fuere, el movimiento, tan ejemplar en su nota común de pacifismo e inclusión, ha cometido algún que otro resbalón, como esa protesta al borde de la violencia (verbal, real o figurada) contra los parlamentarios catalanes.

Los medios conservadores han querido desacreditar o menospreciar el movimiento con valoraciones como éstas: “Indignados dirigidos por la izquierda radical”, “perroflautas" y "pijo-progres"…Quizá por ello, sólo el 54% de los votantes del PP ve con buenos ojos este movimiento (frente al 83% entre los votantes socialistas) según el estudio de Metroscopia publicado por el Diario El País al que antes hacíamos referencia.

Sea como fuere, el movimiento también ha tenido sus damnificados. Al menos así lo cree la Confederación de Comerciantes especializados de la Comunidad de Madrid (COCEM), que a través de su presidente, Hilario Alfaro, ha estimado que la acampada de Sol ha supuesto un una reducción del 70 por ciento en las ventas durante los fines de semana y un 50 por ciento durante los días laborables.

Por último, un somero análisis de las propuestas expuestas por estos manifestantes. A continuación, un puñado de reivindicaciones de ‘Democracia Real’ que seguramente merezcan vuestro respeto:

-Control estricto del absentismo de los cargos electos en sus respectivos puestos. Sanciones específicas por dejación de funciones.
-Eliminación de la inmunidad asociada al cargo. Imprescriptibilidad de los delitos de corrupción.
-Publicación obligatoria del patrimonio de todos los cargos públicos.
-Reducción de los cargos de libre designación.
-Bonificaciones para aquellas empresas con menos de un 10% de contratación temporal.
-Seguridad en el empleo: imposibilidad de despidos colectivos o por causas objetivas en las grandes empresas mientras haya beneficios, fiscalización a las grandes empresas para asegurar que no cubren con trabajadores temporales empleos que podrían ser fijos.
-Transporte público barato, de calidad y ecológicamente sostenible: restablecimiento de los trenes que se están sustituyendo por el AVE con los precios originarios, abaratamiento de los abonos de transporte, restricción del tráfico rodado privado en el centro de las ciudades, construcción de carriles bici.
-Recursos sociales locales: aplicación efectiva de la Ley de Dependencia, redes de cuidadores locales municipales, servicios locales de mediación y tutelaje.
-Prohibición de cualquier tipo de rescate o inyección de capital a entidades bancarias: aquellas entidades en dificultades deben quebrar o ser nacionalizadas para constituir una banca pública bajo control social.
-Modificación de la Ley Electoral para garantizar un sistema auténticamente representativo y proporcional que no discrimine a ninguna fuerza política ni voluntad social, donde el voto en blanco y el voto nulo también tengan su representación en el legislativo.

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