jueves, junio 02, 2011

Águila castellana


La tierra alumbra un desafío.
Es una blasfemia tendida y hermosa.
El cielo se pone azul como un poema.

Los hombres sin grasa cimbrean su organismo.
A sus lomos, un caballo superficial responde a su mente.
En su pecho, un beso suave de una dama hecha de eternidad.

La gente arde cuando mueven sus ambiciones.
Algo de dinero, la vida ordenada y mucha aventura.
También, agonismo obliga, mucha miseria por la recompensa.

La leyenda, aún en la era de la teconología, prefiere la intimidad.
Los hombres que mueven seguimientos con su pundonor
inauguran secretas imaginaciones en la mirada de ‘la que amplía’.

Entre esos animales con rastros de hombre,
entre esos príncipes del sufrimiento,
hombres con rastros de hambre,
fulgura el nieto de los brazeros extremeños.

Su piel posee la cosecha de muchas horas de sol.
Su mirada, la determinación de los cazadores de gloria.
Su cuerpo funciona con la flexibilidad de mucho trabajo.

Y las fibras de un sufrimiento que le ha hecho más sabio.
Por eso, cada nueva tierra mojada
se mueve con más garbo, frecuencia y…

Generosidad.
Este vuelo castellano
recibiría la simpatía de
Charly, Fede, Juan o Marco.
Por qué no, también Lucho.

La simpatía de quienes saben lo complicado que es licuar el cielo.

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