Escondido en un parque donde hace apenas dos siglos chicos escogidos por la fortuna impresionaban a las cortesanas con algunas bestias, un par de pequeños lagos y la altura de unos árboles entristecidos. No me gusta alardear de ello, pero hoy día esos dominios me pertenecen. Soy capaz de llenarlo de otoño en cualquier momento. Poco importa sea verano. Me basta con preguntarme por aquello que no funciona, es suficiente con la respirar, un sitio del que no he tenido que huir, un palacio donde cualquier seducción funciona. Payasos, universitarias emborrachándose, niños grabando su primer película. Si me dejan elegir, me quedo con el sonido de los europeos africanos convocando una danza multitudinaria. Me quedo con esta gruta a la vista de todos. Uno de esos sitios donde mezclas incertidumbre con romanticismo, tierra mojada y antiguos resplandores. El lugar donde no pasa nada porque es lo justo. Y lo exacto. Principio de principios.
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