viernes, septiembre 22, 2006

City of blinding lights




Algunos días resulta divertido ser estrella del rock. Esas canciones con las que puedes hablar de ti mismo con algo de distancia y alegría. Un ciclo que encuentra la cima en esos encuentros con el público. Momentos en los que te entra frío y una desconocida te sonríe como si te conociera de antes. Intentas entonces, sí lo intentas, entrecerrar el horizonte con todo lo que podría cambiar y bailas con una energía invencible. Te cubre el cielo de Berlín. En ese instante te recuestas en la butaca y te enamoras de la equilibrista, cómo detener el estremecimiento de esa bella criatura recostándose sobre la cama. Melancólica cuando se alegra, una niña cuando ríe. Princesa cuando apura la copa de vino frente a un desconocido. Es extraño. Nunca imaginaste fascinarte con un cineasta yankee enfermado con la poesía visual de los europeos. Win Wenders. Y en alguna fracción de segundo te parece que sus imágenes y tu cultura de los resplandores diarios encajan. Arrodillado, con una ciudad hambrienta y legendaria, la encuentras mirándose en el espejo. Viene del futuro. Y cuando te sonríe otra vez decides hacer todo lo posible para hacerte el encontrandizo. Aunque sea a costa de quebrarte las costillas en tu descenso desde el cielo.

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