jueves, septiembre 07, 2006

Alma de lobo


Cada uno ama, siente un equipo por un motivo diferente. En los años ochenta, cuando los seis o siete años, empecé a fascinarme con el Real Madrid y sus triunfos (Liga, Copa de la UEFA…) y casi más con su mítica. Recuerdo preguntarle a mi padre acerca del imperio de las cinco copas de Europa. Y los de la Quinta siempre perdían en la comparación, quizá eso me ayudó a entender mejor las tres semifinales continentales que al poco tiró a la basura esa generación. Hubo incluso un tiempo en el que quise cambiarme de equipo, ser del Atlético y tal y tal, con el deslumbre de sus fichajes. Pero como no ganaban, el atrevimiento me duró un par de semanas. Por eso soy del Madrid: ya hay demasiadas derrotas en la vida como para seguir sufriendo con el fútbol. Y eso que últimamente los de blanco sólo nos dan disgustos. Pero ya es tarde para mí.
Como lo es para Pepu. Sí, el seleccionador nacional de baloncesto. Ese tipo que se ponía la mano en el pecho, ahí arriba en el podium de Japón, para que no se le reventara el corazón. Su padre había muerto la noche anterior y el tío estaba aún más emocionado por la tristeza que por la gloria. Una nueva demostración de que su alma es la de un muchacho. A veces, también la de un lobo. Una de esas criaturas que progresan porque su honestidad, su hambre de gloria, su humanidad es salvaje. Al contrario que otros entrenadores de élite, este tío te parece íntegro, de una pieza, capaz de atender con el mismo respeto y atención a un periodista de la SER que a uno de una emisora confinada en el sur de Madrid.
Al contrario que a la mayoría de la gente con poder, a Pepu no le ha entrado el miedo a ganar. Ese vértigo que hermana a pusilánimes y brillantes a la hora de escoger una táctica ganadora, gestionar un problema en casa o seducir a una desconocida. Pepu ha sido fiel a sí mismo. Ha analizado a sus lobos, les ha recordado el placer de cuando el corazón bombea la sangre conforme te acercas a la presa y les ha dicho: sé tú mismo, por eso te escogí para la manada. Por eso, España ha arrasado.
La selección ha ganado todos los partidos del mundial y la preparación (18). Y menos en el partido de Argentina, donde por fin nos tocó la suerte de los ganadores, lo ha hecho con diferencias favorables por encima de los diez puntos. Encima, ha jugado bonito, abarrotando los partidos con mates, tapones, contraataques plásticos y triples en desequilibrio (cortesía del señor Navarro). Son talentosos y encima estaban hambrientos. Consecuencia: han jugado como los genios balcánicos, pero sin su marrullería y mal ganar, añadiéndole al asunto un toque insaciable a lo Carpanta (nunca nos habíamos zampado una de oro) o a lo Merckx (yo no soy culpable de tu incapacidad para zafarte de mi cuerpo a cuerpo).

(Continuará)

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