Cosenza tiene
la piel seca.
El silencio
es una intuición universal.
El tacto, la
nostalgia, la ausencia.
El gallo se
adelanta, vencido, y
señor perro,
más tabernario, se lía puñetazos,
los tipos de
esa silla dirían que ladridos.
La
habitación es un palacio ausente.
Casi tan vacío
como un actor sin guión.
Mientras,
las estrellas buscan echarle el lazo a un
soldador.
Soñador como
sinónimo de muy lejos de ahí.
Por esta
vez, como una barrera: incapaz de cortejar al momento.
No al menos
con la plenitud plenipotenciaria plenitud de los que hacen un todo.
Tanto todo
para tanto uno.
Demasiado
todo para tanto uno.
Al menos por
esta vez.
Apaga la luz,
esa que no aparece
en la furia,
y acaricia
la piedra.
Apenas los
coches apenas se atreven a respirar.
Consenza,
después de todo, es una ilusión menos.
Inclina la
tristeza,
perdona el
techo
y agradece
el horizonte.
El silencio
es una intuición universal.
(Imagen de Vicenzo Covelli)
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