Algunos continentes conducen al engaño.
Jaycee Carroll gasta cara de niño,
modales de funcionario responsable
y velocidad de gato.
La primera impresión te hace pensar que es
inofensivo.
Pero hace tiempo que dejó de engañarnos con su cuento de
misionero. El tío Jaycee es un reactor nuclear custodiado en el cuerpo de un artista. Los caminos que
conducen a los puntos son una facilidad cuando toca la pelota.
Quizá sea ese primer paso a canasta, que es a los dos puntos
lo que la sonrisa de Clooney a la líbido femenina. Tal vez sean esos saltos
cuánticos con los que se procura atalayas para embocar los triples con
comodidad.
No lo sé. No lo saben.
Esta es su hoja de reproches: demasiado bajo para escolta
(1’88), demasiado blando en defensa, demasiado dependiente (para centrarse) de
que los tiros entren…
Bueno, no todo el mundo despierta tantos recelos. Ahora fíjate
bien. Observa cómo navega entre las paredes de músculos. Simplemente, hace un
avión de papel con este juego. Convierte las cadenas mentales en una broma y
deja los partidos hechos un baño de espuma.
Para que luego sospechen del talento.
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