(Redacción coral compuesta a partir de los testimonios de los alumnos de Sexto de Primaria del Colegio Público de San Miguel -los textos entrecomillados son citas textuales de los chicos-. Buen provecho).
“El avestruz es primo lejano de los dinosaurios”. Lo
aprendimos en la granja escuela de El Álamo. Para aprovechar esta visita,
“salimos del colegio muy temprano”. Por el camino, “cantamos, bailamos”, y más
de uno “se mareó”. Nada que no se pudiese arreglar mientras tomábamos tierra
firme y los primeros animales nos saludaban.
Luego, llegó el momento de “montar a los caballos”. Costó,
pero “los chicos superamos el miedo y dimos un par de vueltas” instalados en
sus mullidos lomos. Las chicas, más consideradas con los corceles, “optamos
sólo por acariciarlos”.
Después, nos acercamos a un granero donde había “una jaula
llena de gallinas y gallos”. Aquel derroche de color, sonidos y olor fue
demasiado tentador como para no “intentar coger algunas de esas aves”. Para
explicarnos cómo son y como viven, nos tocó en suerte un profesor “muy bueno y
muy gracioso, llamado Sergio”. También tuvimos ocasión de “ir al bosque, donde
normalmente hay jabalíes, águilas y búhos…No vimos ninguno, pero la experiencia
fue muy buena”.
Claro que también tuvimos ocasión de interactuar con los
animales. Por ejemplo, con los avestruces, cuyas “patas y movimiento” (echados
para atrás cuando andan) definitivamente “recuerdan a los movimientos de
algunos de sus primos dinosaurios”. Eso sí, estas aves no son el colmo de la
amabilidad porque “si acercabas la mano a su pico, te mordían”. Aunque para
animales amistosos, las ovejas, “que eran muy suaves”, tanto que “si ponías la
cabeza entre ellas”, la sensación era como la de “reposar en una almohada”.
Los cerdos “también se dejaban tocar”, y las cabras, más
solícitas, “se dejaron ordeñar tras cinco minutos de espera”. Eso sí, “no todas
tenían leche”. “Luego fuimos a lavarnos las manos porque nos tocaba hacer
mantequilla”. Durante el proceso, aprendimos que “las vacas tienen cuatro
estómagos” e “hicimos el queso” y después “la mantequilla, que nos salió muy
rica. Luego la comimos con pan”.
Después de esta intensa e instructiva jornada, tocaba
emprender el camino de vuelta a casa. “Cuando nos íbamos, nuestro autocar chocó
literalmente contra otro y le rompió las luces; el nuestro recibió un buen
bollo”. Por suerte, la cosa quedó en una anécdota. Gajes de los aventureros…
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