jueves, octubre 06, 2011

No tengo mucho que ofrecerte, Chet


La calle siempre sabe esperar.

Aquella bruma supuso el ritmo de

una dislocación.


Los hombros de Mary bailaban al
compás de un romance invisible.

Cómo no sentir esa caricia al aire

de los reactores de su cuerpo.


Modulados y sinuosos como unas
alas alumbradas bajo la piel.

La dislocación vino más tarde.

Exceso de neones, dijo Jimmy.

Qué más da.
Es el precio de un cuadrilátero de rosas.


Tocar la abundancia
hendir el pan nuestro en el temblor.


Después, dondequiera que estuvieras,
un rastro divertido y agónico.


Tu cara, tus manos, tu voz.
La trompeta.

A medio paso entre el olvido y el alma.


Sintiéndote vivido,

inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios

blancos en la niebla.



Alemania, Francia, Inglaterra,
todas querían necesitar tu jaula.


El resto, viaje a la desaparición.   
El resto, escaleras de distancia.
El resto, momentos, calma, mundo.

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