Haikus, liras, sonetos, submarinismo emocional...cine, series, baloncesto y algo de literatura; arrebatos y destellos para darle arraigo a la posibilidad. Lo mejor está por venir. A través de esa idea, vivo, disfruto y ordeno la realidad, que construimos juntos cada día :-). Un blog de Pedro Fernaud Quintana
lunes, enero 10, 2011
La redención del memorialismo
Y del humor. Sus majestades cercanas tuvieron a bien dejarme el libro que Juanma Iturriaga ha escrito para la editorial Turpial: ‘Antes de que se me olvide’. El volumen es una compilación de recuerdos de este jugador que fue muchas cosas en el mundo del baloncesto profesional. Vistió por ejemplo en 90 ocasiones la camiseta de la selección nacional con la que, entre otros logros, obtuvo dos subcampeonatos: uno europeo (Nantes 83) y otro olímpico (Los Angeles 84). Con su principal equipo, el Real Madrid, jugó 12 temporadas. Con los blancos conquistó 1 Campeonato del mundo de clubes, 2 Copas de Europa, 1 Recopa, 1 Copa de Korac, 7 Ligas y 3 Copas del Rey.
La verdad es que el tipo no se puede quejar de cómo le trató la excelencia. Antes de retirarse, tuvo tiempo para jugar dos temporadas con el Caja Bilbao, donde demostró seguir siendo un anotador por encima de la media, con una habilidad especial para jugar de palomero, gracias a unas importantes dosis de velocidad y pillería. Itu colgó las botas a los 31 años, la misma edad del tipo que ahora mismo está escribiendo esto. Esa clase de detalles impresionan. Con 31 palos este señor había recorrido la peripecia profesional de su principal vocación profesional.
Estas 237 páginas confirman la impresión que ya tenía sobre el autor. El señor Iturriaga me cae bien. Puede que a veces se pase de listo. O de gracioso. Pero detrás de esa careta de payaso impredecible se esconde un buen tipo. Divertido. Inteligente. Irreverente. Fuera de la norma y bastantes veces también de la corrección. Pero lúcido como pocos, con voz propia a la hora de mirar la realidad del baloncesto (también de la vida, como demuestra en este libro).
El señor I gastó una buena porción de sus ratos libres en estudiar Ingeniería Industrial. Lo cual tiene mérito, porque por el camino tuvo que repartirse como jugador de élite de baloncesto y obrero de juergas en templos nocturnos como la discoteca pachá (su favorito, al juzgar por el número de veces que lo menciona en este libro). Al final, se quedó a cinco asignaturas de la cumbre de la licenciatura. Menciono el hecho porque el tipo tiene la suerte de tener una cabeza con doble compartimento, que le permite escribir jodidamente bien y hacer malabarismos con los números o abstracciones de ciencias si la realidad lo requiere. Un club de duplicidades en el que es complicado estar y en el que también incluyo con papel sobresaliente a mi hermano Javi y el tío Davide.
El libro se lee del tirón. La clave está en su estilo sencillo, directo y brillante. El humor es el eje de su éxito, tanto que es inevitable estallar en más de una carcajada mientras lo lees, situación pintiparada para provocar la desconfianza o intriga de tus, por ejemplo, compañeros de tren.
Te busca a ti y no al revés. Hacía tiempo que no tenía esa sensación. Probablemente, la última vez que me ocurrió algo parecido fue leyendo los Cien, esa (inédita) maravilla de la ciencia ficción creada por Carlos Cortina. Una de las cosas que más aprecio de este libro es la sinceridad del autor para exponer el lado gamberro de su singladura como jugador. Hay anécdotas memorables, como cuando Andrés Jiménez y Felipe González (sí, el ex presidente) se pusieron a, puro en mano, contar chistes en un lujoso restaurante parisino. También el relato de cómo Larry Spriggs encamaba a las desconocidas, con un método que convierte a las puertas frías de Chete en dramaturgias griegas.
Hasta aquí puedo leer. Si queréis conocer qué hay detrás de un personaje televisivo exitoso (porque el tipo tuvo la suerte de labrarse luego una carrera como conductor de programas, deportivos y ajenos a ese ámbito, como ese fenómeno social llamado Inocente, inocente) echad un ojo a ese libro.
Describiréis anécdotas propias de un tío con hambre vital. Al que la dispersión, un espíritu contestatario apenas refrenado y las ganas de pasarlo bien lastraron unas extraordinarias condiciones para el deporte de la canasta. Itu se pasa buena parte del libro lamentándose por no haber aprovechado mejor sus condiciones para el baloncesto, por no habérselo tomado más en serio, como el rígido y poco prometedor Epi, que a base de montañas de trabajo y rugosidad mental se convirtió en el mejor jugador español de su tiempo y uno de los mejores de Europa.
En cierto modo, dice haber escrito este libro para redimirse y abrirnos los ojos a como, con un poco de cabeza y un mucho de sentido común, ambición y constancia cada uno de nosotros puede desarrollar el potencial que tiene para hacer algo mejor que la media. Dicho esto, creo que el propio Itu sabe perfectamente que ese camino de perfección es una alegría interior, pero que tampoco está mal haber llevado una vida plena, buscando y privilegiando la diversión para conseguir esa resbaladizo estado de felicidad que en algunas fases del viaje puedes disfrutar. Por eso convencen estas memorias, porque están escritas con honestidad, incluido algún trance vital fastidiado que habla de un tipo lúcido y, menos apreciable en el personaje público, agradecido. Enhorabuena, barbado.
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