miércoles, enero 26, 2011

La crisis: debacle y oportunidad


(Este artículo fue redactado hace un mes y medio para un periódico humanista con el que colaboro. Acabo de leerlo y no parece que haya perdido mucha vigencia...)

La crisis económica se ha convertido en el lugar común número uno de de las conversaciones en nuestro país. Entre otras muchas lecturas, este tsunami de desempleo, recortes de sueldos y pesimismo en el ánimo colectivo nos ha dejado por lo menos tres aprendizajes relevantes. El primero, que algunos de los bancos más importantes del imperio capitalista han gestionado de manera temeraria el capital de sus clientes. No es precisamente inspirador saber que la gente a la que le confías tu dinero ha estado jugando al ‘enriquécete más rápido’ con tus ahorros.

La segunda, que los gobiernos que elegimos tienen rol de marionetas ante el poder económico. Es decir, aquí quien de verdad manda es el mercado. Algo más retorcido: quien tiene mando crucial en el destino de tu comunidad son los especuladores que, de acuerdo con lo expuesto un poco más arriba, son predadores que detectan debilidades en los países con los que comercian y a los que no les tiembla el pulso para poner en apuros a millones de personas si con ello pueden seguir engordando sus cuentas de beneficios. La tercera tiene una lectura particular, en clave española.

Nuestro sistema productivo tenía dos patas fundamentales: construcción de viviendas (negocio inmobiliario) y turismo. La primera de esas patas ha quebrado con estrépito. Llegados a este punto, queda claro que el país necesita articular nuevas patas que sostengan su economía. A corto plazo, no vamos a encontrar ninguna tan robusta como la del negocio inmobiliario. Pero sí podemos desarrollar patas ‘intermedias’ que den un soporte razonable al funcionamiento económico (y por ende social y político) del país.

A priori, parece que estamos bien situados en terrenos como el de las energías renovables, la gastronomía y el desarrollo de infraestructuras en países extranjeros, por poner tres ejemplos meridianos de nuestra potencial a corto y medio plazo. Para ampliar, profundizar y diversificar esa dinámica productiva, sería clave hacer una fuerte inversión en I+D (Investigación y desarrollo) y educación. Como ambas políticas no dan réditos a corto plazo, los lumbreras que nos gobiernan no están poniendo el acento en esos decisorios factores, que podrían ser nuestra verdadera tabla de viabilidad como nación y como individuos. Es una lástima. Quizá si entre todos nos movilizáramos-concienciáramos podríamos cambiar esa mirada cortoplacista de nuestros políticos.

Sea como fuere, no me gustaría hilvanar estas reflexiones sólo en clave macroeconómica. Al final, lo que nos espanta de esta crisis es su incidencia en nuestras vidas cotidianas. Mucha gante ha perdido el empleo. Hay cuatro millones largos de parados. Un número importante de esas personas no tienen la suerte de contar con un paraguas de protección social (apoyo familiar o de amigos, ayudas del Estado). Y ya estamos asistiendo a verdaderos dramas vitales, que llevan a muchas personas a pedir ayuda básica en asociaciones como Cáritas, también hijos cuarentañeros viviendo con sus ancianos padres, familias que de un día para otro se ven en la calle…

El panorama es de aúpa. Pero no caigamos tampoco en el catastrofismo. Si nuestros abuelos sobrevivieron a una guerra incivil y al hambre y la miseria de la posguerra, nosotros también saldremos adelante de este trance. Para empezar, todos hemos interiorizado una lección de sentido común que no siempre tuvimos presente: hay que vivir de acuerdo a las posibilidades de cada uno. Ser realistas y prudentes en la administración de nuestros recursos. También sabios y escépticos a la hora de calibrar la lógica implacable de un mercado en el que rige la ley de la jungla.

Esta crisis tiene mucho de material, pero también de valores. Es el momento para subrayar la importancia de la ética de trabajo, la constancia, la paciencia, la alegría interior y exterior…Intensificar lazos con la gente que nos quiere y a la que amamos. La gente que nos conecta con la vida: pareja, familia, amigos…También de recuperar e intensificar la cordialidad y generosidad con el conocido y el vecino.

No es tanto un rollo paternalista como la recuperación de nuestro sentido común como tribu. En la medida en que seamos honestos y cabales, tanto en nuestras relaciones personales como en el trabajo, estaremos cambiando el sistema y nos estaremos cargando de legitimidad para pedirle a la gente que nos gobierna para que cambien de rumbo. Eso por no hablar de la posibilidad de que nosotros mismos (o allegados) desempeñemos trabajos de gestión pública y social con los que mejorar las cosas.

Al final, estamos hablando de una cuestión de actitud. De valorar lo que tenemos (antes apenas lo hacíamos, eso en el mejor de los casos), sólo así podremos cambiar este mundo y los mundos de miseria y esclavitud que nos circundan, lugares donde nuestra crisis sería un motivo de esperanza. En nuestra mano está cambiar la situación…

¿Cuál es tu pasión?, ¿En qué eres bueno?, ¿Qué estas dispuesto a hacer con ello?

2 comentarios:

Rafa Badia dijo...

Una exposición lúcida, clara y contundente, pero que deja espacio a la esperanza. Un buen trabajo que propone y aconseja la reflexión personal. Tan apropiado como necesario. Gracias.

Pedro Fernaud Quintana dijo...

Merci Beaucoup Rafa. Ya sabes, en tiempos de tribulación lo mejor es apostar por la serenidad, mirar con la mayor lucidez posible y buscar salidas...