miércoles, diciembre 27, 2006

No lo puedo contar


Los dolores en la cabeza de cuando cualquier sonido es un nuevo problema. El frío interior dejando en absurdo al de afuera. La intuición de una ternura formándose. Las convenciones grabando sus expectativas sobre una sonrisa de chica secretamente entristecida. Un poco de calor. Esa oscilación entre la música de Miles Davis y el pánico concretado en la ecuación del carro, las rabietas sin consuelo y este blanco regalo interior. El empuje de tu hundimiento y el éxito para las sonrisas de la recién llegada. Lenta armonía que choca contra tus desplantes. El rigor de la indefinición de esos sueños a medio hacer. Algunas noches, una lejanía de adolescente me tizna el vientre de miedo y locura. ¿Movimientos de no pares? Prueba otra ironía. Pero existen nacientes manitas, rincones de sol donde su carita me inventa algo muy parecido a la alegría. Me aferro a esos momentos, momentos donde olvido sentirme oscura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Simplemente delicioso. Siempre me fascinaron los momentos. De hecho, una de mis "colecciones" de escritos, por llamarlo de alguna manera, se titula así: "momentos". Me parece muy bonito encontrar el encanto en las cosas pequeñas, y en las situaciones en los que otras personas quizá no se fijarían. Curiosamente, y sin yo quererlo, me rodeo a menudo de personas que tienen esa misma cualidad: la búsqueda de la belleza en lo cotidiano, la búsqueda de lo profundo en lo simple.
Gracias por tus palabras,
Saludos,
Isabel.