La luna recortada por un cuello desnudo.
El pelo recogido como una promesa a conciencia
y una capucha descubierta, cansada de irradiar poder.
Artemisa me quema mirarte a los ojos,
azules como destellos de una muerte indolora.
¿De dónde vienes, sinfonía?
Las doncellas están rotas por esas teclas orgullosas.
Aunque reconozco que tu arco y sus flechas son alas.
Emblema de la auto-suficiencia y el destino deletreado.
Eres una roba-planos de las diosas del Olimpo.
Pero tu leyenda se edifica con lejanías.
Con razón las vírgenes te escogieron como su Madonna.
Tu cólera, tu orgullo y tu pudor sigue alimentando a
las luchadoras de mi tiempo.
¿Cómo se apuñala un cruce del corazón?
Lo intentaste, infectaste nuestra mente,
pero las lágrimas dejaron de hacerse las interesantes.
El timbre de tu distancia es una inspiración porque,
detrás de ese consensuado orgullo,
las estrellas que te cuidan son la publicidad de tu
heroísmo.
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