Tres partidos han bastado para que Ricky Rubio encienda el
entusiasmo de los aficionados de los Minesota Timberwolves. A sus 21 años, el
fenómeno del Masnou está justificando la expectación que había despertado al
otro lado del Atlántico. A este lado del charco, ha pasado de ser venerado como
una estrella del rock a ser objeto de chanza o repudio. Por suerte, la cabeza
de Mr Rubio está edificada desde hace tiempo en una estepa llamada equilibrio.
El baloncesto es, como tantos otros juegos, un laboratorio
de épica donde cada uno de los aficionados proyecta su manera de ver y vivir
este viaje. Escribo esto después de que el base suplente de nuestra selección
haya guiado a Minesota, vicepeor equipo del año pasado, hasta la misma yugular
de Miami, vicemejor equipo del curso anterior: 103-101, con 12 puntos, 12
asistencias, 6 rebotes y un robo de Ricky. Durante varios tramos del partido,
el señor Rubio provocó ovaciones unánimes de los aficionados de la gélida
Minesota.
Más de un yankee, que para geografía tienen el mismo talento
que gastaba George Best para decirle palabras agradables a su suegra, piensan
que Rubio proviene de Méjico. No importa. Sus cronistas ya les están sacando
del error. Me alegro especialmente de lo que le está pasando al señor Rubio.
Por él y, para que negarlo, por mí. Durante dos años he tenido que aguantar la
barrila de mis colegas sobre el señor Rubio: primero fue un “está
sobrevalorado”, luego un “no es para tanto”. Conforme el juego de Rubio perdía
grados en su brillantez, llegaron palabras más gruesas: “es un bluf” o “está
acabado”.
Tampoco hay que tenérselo muy en cuenta. Es el viejo deporte
de los españoles: haz que la realidad encaje para llevar la razón. O, como
dirían mujeres y cómicos: ya están peleando por ver quién la tiene más grande.
Pau lo resumiría con elegancia: no es nada personal. El caso es que Ricky ha
vuelto y me siento orgulloso de presumir de su juego. El talento siempre está
bajo sospecha. Pero cuando fluye, las bocas que antes criticaban a Rubio como
quien come una hamburguesa, ahora se quedan abiertas como si fueran la puerta
de la catedral de Burgos.
Repasemos un poco de cómo Ricky ha llegado hasta aquí.
Debutó como profesional a los 14 años con el Joventut de la mano de Aíto. A los
17 cautivó al mundo en unos Juegos Olímpicos en los que se colgó la medalla de
plata. Por el camino, lideró nuestras categorías inferiores. Y aunque le
tangaron en una eliminatoria clave como junior, mantuvo la serenidad, al
contrario que algunos compañeros que lloraron o sufrieron un pequeño ataque de
ansiedad. A posteriori, se coronó como
doble campeón europeo con la selección. Fichó por el Barça y ganó primero una Euroliga y la temporada pasada
una liga ACB.
Por el mismo camino, sufrió la temporada pasada una crisis
de identidad. En sus palabras: “perdí un poco la confianza en mi juego”. El
maestro de los highlights (mejores momentos), promocionado a categoría de
superestrella en la era de You Tube, parecía tener los pies de barro. Todo se
sobredimensiona. Pero el señor Rubio ha sabido ordenar lo que pasó. El día de
su presentación ponderó: “en estos dos últimos años he aprendido a ser mejor
compañero y tener mejor mentalidad”. Ya lo dijo el maestro zen: “el sufrimiento
te abre las puertas del aprendizaje”. Y es lo que a hecho Ricky, que desde
pequeño se hizo llamar así por la abundancia de Ricards que había en su
escuela.
Por el camino, no se ha rendido. Ha mejorado su masa
muscular y ha trabajado el tiro con parecida obsesión a la que gastan los
proyectos de opositores en sorber datos con longitud de jeroglífico. Mi
impresión es que la pequeña crisis de la que viene Ricky es un problema de
mentalidad, muy natural cuando hace nada que has dejado atrás la adolescencia. Me
entran escalofríos de pensar en los problemas de mentalidad que en más de una
noche mis colegas y yo tuvimos para…Hacernos mayores. Por suerte, el talento no desaparece
y Mr Rubio ha recordado que lo importante es divertirse.
Yo me lo paso teta viendo como toca un piano llamado
imaginación, con botes elásticos y alley hopos que ensanchan los límites de
este juego. Cuando lleva la pelota lo imprevisible se hace posible y esa
cualidad es oro líquido. No hay más que ver las reacciones de sus compañeros y
rivales o echar un ojo a la página principal de la NBA para saber que estamos ante alguien diferente, que irradia carisma y
que, paradojas de los adelantados, ha pasado ya la crisis de los treinta.
No te
rayes, Rcky, por supuesto que todavía te queda mucho por aprender, pero
recuerda que lo importante es disfrutar del camino. Camino como el que trazaste contra Miami. Que lo disfruten.
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