lunes, julio 13, 2009

Violencia, deseo y melancolía


En algún trastero emocional del siglo pasado surgió este baile con vocación de mirada. La chica se deja llevar, al menos eso piensa el gaucho. Ella es bellísima, con esa dulzura impactante de quien conoce la mayoría de los secretos de la piel. Él no se permite una décima de duda. Cada uno de los movimientos transmite vigor, dramatismo y una forma salvaje de tristeza.

Varios de ellos desfilan ante mi imaginación. Puede que estemos en domingo y el calor gobierne cada uno de nuestros pensamientos. Los pasos, frenéticos y ordenados, producen la hipnosis. El teatro está semivacío pero la gente contiene la respiración. El gaucho jefe no. Chorrea de sudor. Transmite elegancia pero también rigidez. Como en el escenario original.

Morena pómulos frunce la mirada y cubre de elegancia sus abandonos. Sus piernas son una coreografía al borde del límite. El límite de la seducción. Pero también del descontrol. Con esos materiales, Mauro hizo de sus visitas al quilombo una necesidad durante medio año del 69.

Hablamos del XIX. Mujeres que demoraban la danza, con una mezcla de fatalismo, deseo y desgana que todavía hoy transfiere su adictiva perdición a los anhelantes madrileños de otra desvencijada generación de sobrevivientes.

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