(El Alta Gestión doblegó al MMT Estudiantes en un partido caracterizado por los desaciertos de ambos equipos. Brad Oleson lideró a los naranjas con otro partido para el asombro)
Existe un libro dictado por Larry Bird llamado Camino hacia al éxito que algún día perfectamente podrá prologar, en su versión ACB siglo XXI, Brad Oleson. En él, el genio de Indiana (señor Bird) disecciona un puñado de secretos del baloncesto. El libro consiste en la repetición de un mantra de cuatro o cinco consignas grabadas a fuego: humildad, respeto, inteligencia para ver al compañero mejor colocado, concentración defensiva para birlarle la posesión a tu adversario y, sobre todo, inteligencia y mucha determinación ganadora para emprender el movimiento de ataque más apropiado para cada momento. Todo enfocado a que tú mismo anotes la canasta decisiva que necesita tu equipo en ese momento hirviente que tanta magia genera en el deporte. Si se hace todo esto (que es como hablar de un universo), estaremos hablando de una estrella.
Y con partidos como el que protagonizó este domingo frente al MMT Estudiantes, Brad Oleson se gana esa consideración. El escolta alaskeño se fue hasta los 29 puntos, 3 rebotes y 3 asistencias en un partido lleno de valentía, acierto y momentos especiales.
Pero antes de que Oleson saliera a hombros del Fernando Martín (un decir) como si de Belmonte se tratara, como cuando el mítico torero conquistaba al público de las plazas de provincias, el Fuenla lo pasó bastante mal. El caso es que el equipo de Luis Guill completó uno de los partidos más pobres de la temporada. Por momentos, flojo en defensa y muy permisivo en el capítulo reboteador. Tanto que Carlos Suárez (7 rebotes ofensivos y 16 puntos) pareció la versión rediviva de Dennis Rodman.
El partido empezó mal para el Fuenla (2-9), pero supo enmendarse gracias al trabajo defensivo de la dupla argentina formada por Sandes y Mainoldi, que a día de hoy son un cheque al portador en la retaguardia naranja, en virtud de su entrega e inteligencia táctica para leer según que situaciones. Y los locales tomaron el timón del partido por cortesía de Nikoloz Tskhitisvili, cuya facilidad de acierto en el triple es inversamente proporcional a lo complicado que resulta decir su nombre con corrección.
No obstante, el Estu presentó mucha batalla. Compitió por cada centímetro de pista y llevó el encuentro a su escenario favorito: los ataques largos y densos, como una tertulia cinéfila de Garci y compañía. Nadie discute el valor de la apuesta. Pero es una clase de arte baloncestístico que paladean sobre todo los puristas del juego (o el arte).
Lo del Fuenla de este año es otra cosa. Algo así como una película de Spike Lee. Toneladas de acción (contraataques a espuertas), estilo directo en los diálogos (si te rascas la oreja, aprovecho para jugarme el triple) y un afán de trascendencia notable pero no grandilocuente (varios jugadores, y por primera vez Luis Guill en la rueda de prensa postpartido, hablan de jugar los play-off). Baloncesto, pues, que engancha al gran público, pero que también conecta con los entendidos; porque, a día de hoy, el Alta Gestión es la viva prueba de que el baloncesto ofensivo también sirve para ganar partidos. Salvando las distancias, el Fuenla es el equivalente a lo que significaban los Phoenix Suns de hace tres o cuatro años en la NBA.
En esa versión optimista del baloncesto, funciona también el acierto triplista de Mainoldi y la habilidad tiradora de Oleson. Ambos pusieron con ventaja al Fuenla al llegar al descanso (40-38). Pero por un rato ese guarismo pareció un espejismo. Porque el MMT pisó el acelerador en el tercer acto (8-20). Y casi deja sentenciado el encuentro. Lo hizo gracias a la voracidad de Suárez, la eficacia de Wideman en la pintura y la fluidez anotadora de Brewer.
Pero el aroma de tragedia no se consumó por varios motivos. El más importante, por la firme determinación de victoria que volvió a demostrar Bradley Scott Oleson por ganar el partido, concretada en su fundamentalismo triplista (5 de 7 en triples). A su lado, emergió la figura de un director sinfónico del caos llamado Kris Walters, que encuentra eficacia donde otros sólo ven desorden. La mejor noticia para los aficionados del Fuenla es que no está sólo. Primero, por la vibración de la hinchada, que dio vitaminas a su equipo cuando éste estaba moribundo. Y, después, por la eficaz defensa naranja en los tres últimos minutos del tiempo ordinario. También contribuyó, claro, cierto canguelo en los visitantes, que se bloquearon en ese tramo final de encuentro.
Así las cosas, el Fuenla se la jugó a tener la última posesión y Saúl Blanco anotó una canasta casi imposible, tras completar uno de sus habituales slalons de entrada a cesta.
La pelota entró con incertidumbre. Casi no lo hace. Pero el impulso del escolta ovetense tuvo premio y la prorroga fue un manto de flores para los locales. Los chicos de Casimiro se vinieron abajo, víctimas de su propio desánimo y de la facilidad triplista de los exteriores naranjas. El final sonó a final feliz para el Fuenla, que definitivamente está viviendo los mejores años de su trayectoria como club, consiguiendo conciliar victorias y espectáculo.
Y con partidos como el que protagonizó este domingo frente al MMT Estudiantes, Brad Oleson se gana esa consideración. El escolta alaskeño se fue hasta los 29 puntos, 3 rebotes y 3 asistencias en un partido lleno de valentía, acierto y momentos especiales.
Pero antes de que Oleson saliera a hombros del Fernando Martín (un decir) como si de Belmonte se tratara, como cuando el mítico torero conquistaba al público de las plazas de provincias, el Fuenla lo pasó bastante mal. El caso es que el equipo de Luis Guill completó uno de los partidos más pobres de la temporada. Por momentos, flojo en defensa y muy permisivo en el capítulo reboteador. Tanto que Carlos Suárez (7 rebotes ofensivos y 16 puntos) pareció la versión rediviva de Dennis Rodman.
El partido empezó mal para el Fuenla (2-9), pero supo enmendarse gracias al trabajo defensivo de la dupla argentina formada por Sandes y Mainoldi, que a día de hoy son un cheque al portador en la retaguardia naranja, en virtud de su entrega e inteligencia táctica para leer según que situaciones. Y los locales tomaron el timón del partido por cortesía de Nikoloz Tskhitisvili, cuya facilidad de acierto en el triple es inversamente proporcional a lo complicado que resulta decir su nombre con corrección.
No obstante, el Estu presentó mucha batalla. Compitió por cada centímetro de pista y llevó el encuentro a su escenario favorito: los ataques largos y densos, como una tertulia cinéfila de Garci y compañía. Nadie discute el valor de la apuesta. Pero es una clase de arte baloncestístico que paladean sobre todo los puristas del juego (o el arte).
Lo del Fuenla de este año es otra cosa. Algo así como una película de Spike Lee. Toneladas de acción (contraataques a espuertas), estilo directo en los diálogos (si te rascas la oreja, aprovecho para jugarme el triple) y un afán de trascendencia notable pero no grandilocuente (varios jugadores, y por primera vez Luis Guill en la rueda de prensa postpartido, hablan de jugar los play-off). Baloncesto, pues, que engancha al gran público, pero que también conecta con los entendidos; porque, a día de hoy, el Alta Gestión es la viva prueba de que el baloncesto ofensivo también sirve para ganar partidos. Salvando las distancias, el Fuenla es el equivalente a lo que significaban los Phoenix Suns de hace tres o cuatro años en la NBA.
En esa versión optimista del baloncesto, funciona también el acierto triplista de Mainoldi y la habilidad tiradora de Oleson. Ambos pusieron con ventaja al Fuenla al llegar al descanso (40-38). Pero por un rato ese guarismo pareció un espejismo. Porque el MMT pisó el acelerador en el tercer acto (8-20). Y casi deja sentenciado el encuentro. Lo hizo gracias a la voracidad de Suárez, la eficacia de Wideman en la pintura y la fluidez anotadora de Brewer.
Pero el aroma de tragedia no se consumó por varios motivos. El más importante, por la firme determinación de victoria que volvió a demostrar Bradley Scott Oleson por ganar el partido, concretada en su fundamentalismo triplista (5 de 7 en triples). A su lado, emergió la figura de un director sinfónico del caos llamado Kris Walters, que encuentra eficacia donde otros sólo ven desorden. La mejor noticia para los aficionados del Fuenla es que no está sólo. Primero, por la vibración de la hinchada, que dio vitaminas a su equipo cuando éste estaba moribundo. Y, después, por la eficaz defensa naranja en los tres últimos minutos del tiempo ordinario. También contribuyó, claro, cierto canguelo en los visitantes, que se bloquearon en ese tramo final de encuentro.
Así las cosas, el Fuenla se la jugó a tener la última posesión y Saúl Blanco anotó una canasta casi imposible, tras completar uno de sus habituales slalons de entrada a cesta.
La pelota entró con incertidumbre. Casi no lo hace. Pero el impulso del escolta ovetense tuvo premio y la prorroga fue un manto de flores para los locales. Los chicos de Casimiro se vinieron abajo, víctimas de su propio desánimo y de la facilidad triplista de los exteriores naranjas. El final sonó a final feliz para el Fuenla, que definitivamente está viviendo los mejores años de su trayectoria como club, consiguiendo conciliar victorias y espectáculo.
2 comentarios:
Celebro que los mejores años del baloncesto fuenlabreño coincidan con los mejores años (hasta ahora) de un narrador-poeta tan talentoso como el que firma este blog. Felicidades por la crónica y por la buena marcha del equipo.
Eugenius
Muchas gracias Eugenius. Saber que estás leyendo todo esto es siempre un estímulo extra para seguir haciéndole preguntas a la sugerencia. Bueno, en este caso a la cesta :P.
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