lunes, marzo 16, 2009

Dignidad en un día de perros


(El Alta Gestión perdió con nitidez ante el Ricoh Manresa, en un partido en el que se jugaba una suma importante de sus opciones de entrar a los play-off Josh Asselin lideró el asalto visitante)

El Fuenla compendió sus defectos (desequilibrio entre juego interior y exterior, irregularidad defensiva y agarrotamiento en ataque estático) en el partido más inoportuno para hacerlo. Ganó el Ricoh Manresa y cobra una ventaja que en la práctica vale por dos, ya que el equipo de Ponsarnau tiene ganado el basket average a los madrileños. La diferencia también se plasmó en los parciales intermedios del encuentro, hasta el punto de que los catalanes ganaron los tres primeros actos.

Puestos a hacer una descripción lineal de lo que sucedió, conviene decir que el partido empezó con un extra de positivismo de parte de los locales. La hinchada fuenlabreña estaba informada de la presencia de un sonómetro que medía los rugidos de los aficionados durante el encuentro. Si sólo hubiese sido ésa la batalla, el Fuenla hubiese salido victorioso, ya que se registraron 112,7 decibelios en el Pabellón Fernando Martín.

Una cifra que supera los mejores registros de las finales ACB de las temporadas 2003/2004 y 2007/2008. La mejor marca sigue perteneciendo al Martín Carpena, la cancha que visitarán la próxima semana más de 150 seguidores fuenlabreños para animar a su equipo en el partido contra Unicaja. Pero eso ya será otra historia, un partido en el que para ganar “habrá que hacerlo todo prácticamente perfecto, sobre todo tendremos que cerrar muy bien el rebote”. Palabra de Luis Guill.

Esa reflexión sirve para introducir una de las dos grandes claves del triunfo del Ricoh: su mayor vigor en los tableros. Si se consulta la estadística, el Alta Gestión sumó 4 capturas más que el Ricoh (39 en total). Pero a veces la realidad es invisible a los números y más en un partido como el que se disputó el sábado en el Fernando Martín, caracterizado por la intensidad que los jugadores pusieron en prácticamente todas las acciones. Había en juego un pasaporte a la gloria.

Y ningún jugador entendió mejor la trascendencia del choque que Josh Asselin, que gobernó ambos tableros con determinación (10 rebotes, 5 de ellos ofensivos) y mucho acierto (9 de 14 en tiros de 2). Si a eso añadimos que el Ricoh impuso su preferencia por los ataques en estático en el tempo de juego (al Fuenla, demasiado orden se le atraganta), resulta más fácil entender por qué los madrileños sucumbieron. Lo que le sucede al equipo naranja con el ataque estático es algo parecido a lo que le ocurriría a Ronaldo (vale cualquiera de los dos en los que están pensando) si le metieran en un centro de alto rendimiento para gimnastas que preparan una Olimpiada: incapacidad para ser feliz y rendir.

Para colmo de adversidades, el gran jugón naranja, Brad Oleson, permaneció inédito durante buena parte del encuentro. El jugador alaskeño está pasando una crisis de juego. Ahora lloverán los recelos. Pero tampoco los mejores son inmunes a los baches. Dicen que Clint Eastwood vivió algunos de ellos durante sus divorcios. Y ahora causa el asombro con películas como El gran Torino. Así pues, si el jugador alaskeño es fiel a sí mismo, y tiene paciencia y fe en su juego, acabará volviendo a emerger con fuerza.
Sea como fuere, los catalanes aprovecharon su mejor virtud: la defensa. Y el Fuenla penó más si cabe por el errático partido de sus hombres grandes. Si los locales tuvieron alguna oportunidad en el encuentro fue porque Saúl estuvo cerca de su mejor versión (19 puntos, 6 rebotes y 3 asistencias) y Radivojevic ofreció un tratado abreviado de máxima eficacia en el menor tiempo disponible (12 puntos en 12 minutos).

Pero no fue arsenal suficiente para tumbar a un organismo con esencia colectiva de buen baloncesto. En el Ricoh muchos jugadores hicieron bien las cosas: Ibaka reboteó (y anotó) con fiereza, Rubio hizo algo parecido, Javi Rodríguez puso la mejor temperatura para su equipo en la dirección, Montañez dejó un puñado largo de acciones con clase y Bulfoni tuvo una tarde dulce en ataque y, sobre todo, en defensa (que le pregunten a Oleson).

Así las cosas, al Fuenla, que ha llegado a estas alturas de temporada fatigado y con poca frescura de ideas, no le quedó más remedio que ponerse el traje de héroe trágico. Iba a perder, sí. Pero lo iba a hacer con dignidad, peleando con honor por cada pelota, defendiendo en toda la cancha y llamando todas las veces posibles a las puertas del cielo. No fue posible. Por suerte, la liga está llena de segundas oportunidades y el buen trabajo global del curso deja margen para seguir soñando con un pasaporte para jugar la fase decisiva con los ocho mejores equipos del campeonato.

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