martes, octubre 28, 2025

Fernando Romay o la bonhomía del que no se conforma


En recientes fechas he tenido la fortuna de leer el libro ‘Altísimo, un viaje con Fernando Ronay’, elaborado por el periodista Jacobo Rivero y dedicado a la figura de quien fuera pívot del Real Madrid (con el que conquistó 2 copas de Europa, 8 ligas y 5 copas del Rey) y la selección española (se colgó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles) durante los años 80 y, en menor medida, los 70 y 90. 

Evocar a Romay es rememorar un pedazo importante de la infancia. De él recuerdo sus andares desgarbados, su cara de “yo no lo veo así”, con cierta sorna, cuando los árbitros le tomaban la matrícula (más tolerantes a la nobleza del cuerpo a cuerpo los trencillas europeos, se nos dice en el libro) y su fuerza para dominar las zonas de las dos orillas del juego, en las que optimizaba sus 213 centímetros para rebañar todo rebote que estuviera huérfano, al tiempo que iluminaba la alegría de los hinchas de sus equipos (también jugó en Ferrol y Zaragoza) con una mezcla poco común de tapones y semi ganchos apañados. 

Me gusta cómo está elaborado el libro, da contexto de la época en la que Romay se forjó como ser humano (son inspiradoras las experiencias del Fernando adolescente en Madrid, viviendo en una pensión y aprendiendo a conectar con el mundo de la capital, tan diferente del que venía en Galicia, y regularse con la compañía de sus compañeros de la cantera merengue). Resultan muy valiosas también sus reflexiones para entender de dónde viene el ADN de la familia del basket en la selección (esas pochas, esa sana convivencia y camaradería entre los antagonistas del Madrid y el Barça), así como esa nostalgia hacia el carácter ganador y competitivo del añorado Fernando Martín, cuyo espíritu elevaba la fe y el rendimiento de sus compañeros. El volumen relata una parte importante de la peripecia vital de Romay de una manera no lineal, didáctica y rigurosa a un tiempo. Entretenida. 

También divertida. La voz de Romay deja el poso de que estamos escuchando a un tipo que no se apega al resentimiento (elocuente la anécdota de la reconciliación con el ex seleccionador Díaz Miguel, incitada por la mujer del pívot coruñés): buena gente, curioso, vitalista y valiente, que ha sabido reinventarse después de su carrera profesional como jugador de baloncesto, con un capítulo destacado para su faceta televisiva. 

De ese tramo de la edad adulta post-basket me ha parecido especialmente inspiradora esta reflexión: “De lo único de lo que me arrepiento es de no haber hecho alguna cosa”. Dicho de otra manera: hablamos de un tipo intrépido, que se da la oportunidad de aprender en los diversos ámbitos de la existencia y esa es una buena guía para manejarse en el camino de la vida

Termino dedicando este post a mi amigo Ezequiel, artífice de esta lectura y reflexión, en la medida en la que me regaló el libro que estamos comentando aquí. Eze es un tío memorioso, divertido y sensible. Aprendí mucho de él (de las relaciones humanas y de su Argentina natal, especialmente del ámbito deportivo) durante las tres temporadas que nos tocó relatar las peripecias del Baloncesto Fuenlabrada para la radio. Y espero seguir haciéndolo en esta nueva etapa de amistad que nos está brindando la vida. 

Fuentes de foto: blog BA-LON-CES-TO, Pedro Fernaud 

viernes, octubre 10, 2025

Bajar el ruido mental, elevar la atención

 Dejar espacio. 

Para uno y el otro, sí. 

Común tejido. 


Apercibir. 

Activar los sentidos.

Sentir lo humano. 




jueves, octubre 02, 2025

2 de octubre: una oportunidad planetaria para tomar conciencia de la No Violencia Activa

 


Estamos asediados de violencias. Interiores (cuando veo al otro como un competidor y me pongo en modo sálvese quien pueda o qué hay de lo mío) y también externas (maltrato psicológico, cosificación, precariedad laboral…por no hablar de genocidios, guerras y agresiones físicas o violencia cultural o religiosa, también con la crisis de la vivienda amenazando la vida digna de bastantes personas en este rincón del planeta). 

¿Cómo salir pues de ese encadenamiento de sufrimientos? Necesitamos construir un nuevo nivel de conciencia para salir del atolladero. Dicho de otra manera: precisamos “hacer acciones transferenciales en el mundo” que decía Silo, el fundador del Movimiento Humanista. Es decir: necesitamos ampliar la perspectiva. Ubicarnos en el mirador de lo sagrado que nos permita “trascender nuestros condicionamientos como especie” y construir acciones que nos pongan de acuerdo con nosotros y con la vida, en una dirección unitiva en la que pensamos, sentimos y actuamos en una dirección coherente, en la que trato al otro como me gustaría ser tratado. 

Esa dirección requiere esquivar la complacencia, el paternalismo y, por supuesto, el autoritarismo. Ese camino de vida requiere de una actitud en la que me comunico de manera verdadera, donde expongo mis vulnerabilidades y dificultades sí, pero donde también comparto mis aprendizajes y avances. Necesitamos grabar el hábito de dar desde una actitud reflexiva, que sale de lo mecánico. Las personas que mejor me han tratado en la vida me han ayudado a crecer, me han apoyado cómo la persona que podría llegar a ser, sin cosificarme en los baches del camino. 

Creo que el 2-O nos ofrece la oportunidad de resignificar la inestabilidad (que no el desequilibrio) como algo suave y querido, en el que me abro a los otros con la genuina aspiración de echar una mano. Eso requiere de comunicación directa, presencial y frecuente, también del compromiso con uno (ejercitando en el trazo cotidiano la autocrítica y la crítica) y con otros (no siempre te voy a decir lo que quieres escuchar, pero sí lo que creo que te puede ayudar, procurando estar cerca, aprendiendo el uno del otro). Es, claro, una dirección humilde, en la que uno se reconoce limitado y aprendiz en continua renovación del misterio de la vida. Es un camino en el que uno pide y agradece todos los días, configurando así un guía interno que nos alumbre futuro a todos. 

A veces parece un eco lejano ese porvenir en el que el ser humano crezca en “libertad, utilidad y felicidad”. Otras, sin embargo, el día a día te deja el aroma de lo unitivo, de lo que te hace ganar en intención, atención y energía. Necesitamos acumular muchas acciones válidas para elevar el destino personal y colectivo del ser humano. Generando así la posibilidad de una espiral en la que todos podamos aportar y aprender para el mejoramiento de la vida y el futuro que nos une.