martes, julio 28, 2020

Otelo o cómo el monstruo de los celos te roba la humanidad y el discernimiento


               
               Fuente de foto: Wikipedia.org

Una de las obras maestras que cinceló William Shakespeare (Stratford-upon-Avon, Reino Unido, 1564-1616) versó sobre un valeroso y b|llante militar veneciano de origen árabe, Otelo (obra escrita en 1603 y representada por primera vez en 1604). El valor de este hombre, su encanto personal y su labia relatando sus hazañas cautiva a una de las más bellas nobles venecianas, Desdémona, que se prenda de sus cualidades y se casa con el en secreto, lo que incluye desligarse en público de su padre, que no acepta su casamiento con Otelo (en aquel tiempo, el racismo era algo más que una convención social...).

Todo le va de perlas al protagonista de esta historia. Excepto por un detalle que acabará marcando su vida: su alférez Yago no puede ni verle. Le odia. Seguramente porque ha escogido al bravo y valeroso Casio como su principal lugarteniente. La obra nos cuenta como Yago le tiende toda clase de trampas a su señor, en una oda a la insidias que acaba empozañando el espíritu del, hasta ese momento, ejemplar militar veneciano.


               Fuente de foto: Wikipedia.org

Otelo sigue estando hoy día más vigente que nunca. Habla del amor como posesión. También de cómo el temor y la insegiridad pueden acabar envenenando la imaginación y deteriorando (aniquilando, en este caso) relaciones y vidas.

He contemplado la obra del genial bardo inglés en la versión que Antonio Gala hizo para Estudio 1, en 1972, en el marco de RTVE, dirigida por Gustavo Pérez Puig, e interpretada por Alfredo Alcón (Otelo), Maribel Martín (Desdémona), Fernando Guillén (Yago), Manuel Dicenta, Jesús Tordesillas, Manuel Galiana, Charo Soriano y Sancho Gracia (Casio).


                 Fuente de foto: Pinterest

Verla del tirón cuesta. Es difícil no sublevarse al comprobar cómo Yago hace todo lo humanamente posible para enturbiar el entendimiento y el corazón de su señor. Sin embargo, conforme ganaba pulso dramático la narración comprendes el porqué de la grandeza de Shakespeare. Sus relatos conmueven y, al tiempo, iluminan los complejos laberintos del alma humana. Y lo hace con expresividad, acumulación y unos diálogos cuyo lirismo se abre paso a través de todos los tiempos.

Al contemplar la obra, evoqué una sabia reflexión que Mario Rodríguez 'Silo', el creador del humanismo universalista, en relación a cómo están vinculados el temor y el sufriniento: "debes saber que este sufrimiento está siempre basado en la violencia que hay en tu propia conciencia. Sufres porque temes perder lo que tienes, o por lo que ya as perdido, o por lo que desesperas de alcanzar. Sufres porque no tienes o porque sientes temor en general... 

He ahí los grandes enemigos del hombre: el temor a la enfermedad, el temor a la pobreza, el temor a la muerte, el temor a la soledad. Todos éstos son sufrimientos propios de tu mente. Todos ellos delatan la violencia interna, la violencia que hay en tu mente. Fíjate que esa violencia siempre deriva del deseo. Cuanto más violento es un
hombre, más groseros son sus deseos".


Fuente de foto: Asociación Humanista del Barrio de Pilar

Es decir, esa violencia se pone a beber barra libre de veneno en nuestra conciencia cuando cosificamos al otro/a. Cuando lo/la tratamos para un mí. ¿Como salir de ese determinismo biológico? Intencionado la fe en uno y el otro. Aprendiendo a respetar también la libertad del otro. En el mismo cuento/meditación donde se encuentra la reflexión anterior, La arenga de la curación del sufrimiento (1969), se habla de elevar el deseo, de purificar el deseo para superar esa clase de violencias que enjaulan nuestro futuro personal y colectivo.

¿Cómo lograr salir de ese determinismo? Aplicando la regla de oro: trata al otro como quieres ser tratado. Un principio que Yago no cumplió con Otelo ni con Casio, ni Otelo con Desdémona...en algún momento, tendremos que salir de ese círculo de resentimiento que tanto nos lastra personal y socialmente. Shakespeare tuvo la valentía para dignificar la figura de los árabes en un tiempo en que eran postergados socialmente. También para construir un alegato sobre la violencia de género, en una época en la que era moneda de cambio común en muchas relaciones conyugales, como se expresa en la obra.



Fuente de foto: Amazon.es

Esta denuncia adquiere un vigor sobresaliente en el monólogo de Emilia (reclamando autonomía para las mujeres en cuanto a su sentir, amar y decidir sobre su destino, y denunciando la atroz cosificación de la que eran objeto por parte de sus padres, sus maridos y en general por la sociedad). Una reflexión en clave feminista que sigue siendo ejemplar y necesaria en estos tiempos tan inciertos (y tan diversos culturalmente en cuanto a la situación de la mujer a escala planetaria).

Ahora toca que cada persona escriba un relato vital en la que no quepan violencias tan groseras como las que se muestran en Otelo (ni de las otras, aunque de eso ya hablaremos en próximos artículos). Es una tarea hercúlea, que sólo acercaremos a la realidad en la medida en que trabajemos en equipo y aprendamos a cultivar una interioridad que nos ayude a rasgar velos de separación como individuos, y a cultivar aquello que nos une y hace crecer...

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