domingo, julio 21, 2013

La crisis como catalizador de una mirada audaz y delicada


La sede COAM es el Colegio de Arquitectos de Madrid. El edificio funciona además como sede de diversas exposiciones visuales. Durante más de 20 días, del 30 de mayo al 20 de junio, este aglutinador de arte cobijó ‘La Cara B’: la crisis como excusa’, una exposición de fotografía que condensó la mirada de diversos fotógrafos que han fogueado su talento en el Máster en Fotografía de Autor y del Curso Superior de Fotografía de Lens Escuela de Artes Visuales. En este reportaje damos cuenta de un caleidoscopio a medio camino entre el documentalismo y el arte; una constelación de miradas delicadas y ásperas a un tiempo que busca nuevos enclaves donde ofrecer sus preguntas al espectador.

Pocas veces en la vida uno tiene la sensación de sentirse como un príncipe sin que la referencia acabe en el salón de los sentimientos o en la azotea de ideas en declive. El caso es que, por esta vez, tuve la suerte de dar un paso adelante en el aprecio del arte en vivo y en directo. Como en el caso de nuestro príncipe Felipe, un tipo que probablemente tenga algunas plusmarcas en el arte de inaugurar exposiciones en nuestro país, mis amigos Raquel y David y quien esto traza disfrutamos de un recorrido individualizado de ‘La Cara B: la Crisis como excusa’. La cortesía corrió a cargo de Ana Amado, coordinadora de la exposición, y algunos de los autores de la muestra, que tuvieron el detalle de acercarse para explicarnos ‘in situ’ la filosofía y elaboración de su trabajo.

Ana Amado, mujer de ojos verde imposible, habló con la claridad de un río tranquilo y al tiempo arrebatado. Un destello de orgullo (y enfado) brotaba de sus palabras cuando nos explicó que la exposición retrata con lucidez las consecuencias concretas de la crisis en la gente que nos rodea. Su labor ha consistido en conferir un trazo de continuidad al trabajo de los fotógrafos. Su idea se centró en aprovechar las posibilidades de la sala para establecer un relato aglutinador de las miradas de los artistas con unas personas y un entorno donde el desamparo y la búsqueda se entrelazan en una sinfonía amarga pero al tiempo revitalizadora, en la medida en que un espejo concentrado siempre ayuda a digerir mejor la realidad.

Amado aprovechó diferentes texturas para enmarcar cada trabajo en función de su alma; alambradas incluidas. El diálogo con los autores se inició con el trabajo de Ana Murillo, cuya generosidad y paciencia resultó clave para disfrutar de este paseo. Murillo retrata la soledad, a menudo el desamparo, de los ciudadanos que sobreviven en los enjambres que conocemos como ciudades, cuyo talento para facilitar la soledad de los seres que la habitan se ha incrementado en los últimos tiempos.


Resistencia, desamparo y belleza; así son las fotos de Ana Murillo 

La mirada de Murillo es como un vaso de vodka apenas suavizado por un leve sorbo de zumo. Su mirada nos ofrece la soledad sin aditivos, con una neutralidad espléndida. Pero cuando te quieres dar cuenta, la foto empieza a llorar un color, un gesto, que te recuerda que el mismo silencio es la herramienta de la comunicación. Sus fotos sobresalen en relación al resto por su economía expresiva. Gentes que ignoran a la cámara. Un joven que espera a la vida, puede que al tren. Una señora que ignora la cámara mientras muestra una bata ebria de granate. Un veterano que a duras penas domestica las baldosas.

Esa habilidad para captar el momento (y no edulcorarlo) le convierte en algo así como una zoóloga de la desesperación resignada, ese intangible que tiñe, cada vez con más intensidad, algunas zonas importantes de la jungla urbana. A veces, la mejor forma de piedad es contar lo que sucede con la mayor neutralidad posible, justo lo que consigue 

Ana, cuyo talento también se filtra cuando pone voz a los protagonistas de su trabajo: “soy diferente, uno más de los diferentes, un igual entre los diferentes, uno más entre los diferentes, de los que nadie debe hablar porque nadie habla de nosotros”.

¿Qué hacer cuando la realidad te quiere asfixiar con su abrazo de vencimiento? La huida no es mala opción. La huida como forma de búsqueda. Concreta. Y tipos que sueñan, a veces divagan, seguro descansan con los ojos como alas de libertad, como mecanismos de resistencia. Texturas así depara el trabajo de David Mocha.

                                      
                                             David Mocha o la búsqueda de un paraíso propio

Mocha, entusiasta y amable durante toda la exposición, busca en los paraísos encontrados de las ciudades: los parques. Y confiere un toque de teatralidad al encuentro con algunas de las personas que lo habitan. Gente que está aquí y no lo está (no lo necesitan, no lo quieren). Su necesidad es inversa, buscan un lugar verde como un templo para dejarse perder “en la búsqueda de su propio paraíso”. Su trabajo tiene, por momentos, un aroma épico que evoca la grandeza de algunos fotógrafos norteamericanos; rastrea pues la belleza que aguarda en el trazo cotidiano, y confiere cierto aliento épico a sus desgastados sobrevivientes, cuya existencia cobra un latido más largo, aunque sea por el espacio de una fotografía, gracias a la facilidad ensoñadora y la factura estética de David.


                                            Javier Malo: confusión, vibración y esperanza

El tercer jalón de la visita nos lleva hasta el trabajo de Javier Malo, titulado Catastropha. La anatomía de Malo es un mapa de tatuajes que encuentran dirección en la mirada de un artista hecho de destellos. El trabajo de Javier es una exploración en la psicodelia de los buscadores de la ciudad. Un tipo que se desparrama por una escalera tras una noche de farra, un político demasiado repartido como para ofrecer un sentido, cruces invisibles que hablan de una necesidad de creer en algo mientras las religiones oficiales se han especializado en cerrar puertas.

Dicho con las palabras del propio Malo: “Catastropha como sinónimo parcial de decadencia…”.Es la cara personal, personificada, de “una Europa que difumina sus fronteras entregada a grandes capitales, y que olvida a sus mujeres y hombres al azar de lo incierto”. El encanto del conjunto fotográfico cincelado por Mola estriba en la sugerencia que emiten sus composiciones, viajes interiores al alma de sus retratados, a medio camino entre la confusión y el impulso, la búsqueda y la desesperación, la vibración y la mezcla de un entorno convulsionado. Pero, como remarca el propio Javier, con “un fondo de esperanza”.

La cuarta artista encargada de alimentar la fantasía del príncipe (por un momento, uno pone las manos a la espalda y frunce el ceño, gesto reconcrentrado que al señor Borbón parece funcionarle como herramienta de conexión con los artistas a los que frecuenta) es Christine Bukhard. Christine es una artista suiza que emite una curiosa mezcla de entusiasmo y singularidad. Esta última faceta queda de relieve con la elección temática de su mirada: las fachadas de los edificios que han quedado varados en su construcción (o adecentamiento) durante esa tormenta que conocemos como crisis.


                                        Christine Bukhard: rastreo de asombro en lo cotidiano

Las fotos de Bukhard interpelan a la paciencia y también la curiosidad del que mira. Son fotos de lo decididamente cotidiano, que de repente cobran un impulso diferente gracias a la observación de Christine, que pone su riesgo al servicio de una “realidad” que “es sólo quimera”. Fachadas que nos hablan de una necesidad de transición, de la apatía y el cambio, de los sentimientos varados; torres de viviendas que, miradas con amplitud, tienen algo sugerente en su manera de cubrirse el cuerpo.


                                        Alexa López de Hierro: 'My house is my Castlle'

Hasta aquí la suerte buena de ser un príncipe. El resto de la exposición la recorremos a caballo de nuestras suelas de público cotidiano. Dentro de la misma, nos impresiona la valentía de ‘My house is my Castlle’, la compilación de imágenes de Alexa López de Hierro, cuya audacia para mostrar el delicado y abigarrado universo interior (físico, sentimental) del hogar de su madre nos recuerda la responsabilidad del artista para ser valiente y elaborar su mirada con materiales que arden, como es la emulsión familiar.


 Eva Rufo: 'Bienvenidoacasa'

En esa dirección funciona también “Bienvenidoacasa”, de Eva Rufo, un valioso documento que combina el elemento visual con el testimonial para retratar la situación de desesperanza y estancamiento que muchos jóvenes están teniendo que afrontar durante la crisis al verse obligados a volver a casa y reiniciar una convivencia familiar que les pone frente al espejo de todas las ilusiones, sueños y esperanzas que tenían cuando adolescentes o en su primera juventud y que ahora deben volver a elaborar, empujados por las circunstancias y la frustración de una crisis que, por momentos, parece haber puesto el botón de “congelado” en sus existencias.


                                                  Raquel Cebas: 'Arqueología de San Blas'

Por su parte, ‘Arqueología del Gran San Blas, de Raquel Cebas, funciona como itinerario exterior del Barrio de San Blas, un barrio obrero de toda la vida que también se ha visto castigado y agrietado por el impacto de una crisis; una mirada que pone de relieve la amargura y también la dignidad de algunas de sus gentes, así como el empobrecimiento de algunas de sus realidades, como ese deportivo cubierto por una lona que simboliza una crisis con forma de velo, de aplazamiento de lujos, tal vez de alegrías.


 Eloísa Ochoa de Zabalegui: 'Naturalezas confinadas'

Claro que no sólo de humanidad vive el hombre. Los psicólogos y los sociólogos convergen en su análisis de la realidad reciente, al señalar que el grado de empatía de las personas hacia sus semejantes crece, pero también lo hace su capacidad para ponerse en el lugar de los animales y los diversos seres vivos que pueblan el planeta. En esa tendencia se enmarca ‘Naturalezas Confinadas’, un proyecto de Eloísa Ochoa de Zabalegui,que retrata el conflicto “entre la voluntad de dominar de los humanos y la energía primaria de la naturaleza”. Una crisis de aliento largo, cuya resolución probablemente dibujará también nuestras posibilidades de futuro como especie.



                                                   Alberto García: 'Lo que dejamos atrás'

Por su parte, ‘Lo que dejamos atrás’, mirada cincelada por Alberto García, testimonia de un modo visual las herramientas de trabajo de aquellas personas que, debido a los embates de la crisis, se tienen que reinventar profesionalmente para guarecerse de un “presente incierto”, con la carga de dureza que implica, “en muchos casos, empezar de cero”.

Si estás interesado en alojar o promocionar esta exposición, puedes remitir tu interés a los siguientes correos: Ana Amado (ana@lens-fotografia.es); LENS - Escuela de Artes Visuales (info@lens-fotografia.es).

Gracias. 

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