miércoles, noviembre 04, 2009

Cosquillas en el estómago


(En honor a Eva&Rulo, que tuvieron a bien alegrarnos la vida con su boda, en pleno ecuador de septiembre, cuando el verano practica sus últimas irreverencias)

“La música es sinónimo de libertad, de tocar lo que quieras y como quieras, siempre que sea bueno y tenga pasión, que la música sea el alimento del amor” (Kurt Cobain)

Hace mucho tiempo, en unos bares muy lejanos, vivía un chico con un puñado largo de cualidades. El tipo tenía algo que mucha gente se pasa la vida buscando entre manuales de autoayuda, parejas y trabajo: hablo de personalidad. Una genuina, que transpiraba en varios ámbitos. Lo recuerdo mirando al frente, con orgullo y confianza. En el instituto, la mitad de sus compañeras se habían enamorado de él en secreto.

Ya se sabe que los secretos tienen su propia rebeldía en la adolescencia. Pero, claro, él hacía como que no se enteraba. Cuestión de elegancia. La broma y su risa eran el mejor antídoto contra esos problemas que entonces parecían irresolubles. Te escuchaba, te pasaba la mano por el hombro como un involuntario maestro zen, y entonces te daba otra lectura de la situación, llena de sentido común y optimismo.

De alguna inexplicable manera, tenía gancho para relatar las vivencias del verano, ese paraíso donde los amigos son aventura y las chicas vibran sin tiempo para el tedio. Así fue como algunos chicos del barrio idealizamos lugares como las costas británicas o Zuzones. Cuando jugaba al fútbol, era despiadado al corte cuando tocaba defensa, y en ataque simplemente golpeaba la pelota con seguridad y convicción.

Alguna vez pensé que se había quedado sin cabellera en algún saque de esquina; a cambio de ese riesgo, encontraba el gol con mayor frecuencia que el resto. Ese chico era obstinado, miraba el mundo con asombro pero también con brújula: era sereno, divertido y amaba la música, también las mujeres, hasta límites desmedidos.

Ese chico también tenía problemas, como todos. Le podía su intolerancia al fallo y la injusticia. Su debilidad era también su virtud. Era cabezón, impaciente y estaba convencido de conocer el camino. Por eso, si alguna vez chocaba con una dificultad, la transformaba en un notable. No todos podemos decir lo mismo de los suspensos que se cruzaron en nuestro camino. El chico afianzó su talento como estudiante, a base de método y tenacidad, para acabar aterrizando en la universidad.

Hubo un momento en el que le ví perdido. Era la consecuencia natural de la incertidumbre que da conjugar el verbo futuro. Habíamos aprendido a relajarnos y desesperarnos. En mitad de ese dulce abatimiento, pasamos algunos de los mejores momentos de nuestra vida. Recuerdo noches como palacios. Con camareras que te escuchaban y sonreían, también ignoraban, con una sonrisa lenta, imparable.

A cambio, nuestra timidez gobernaba nuestras acciones. Pero nuestras palabras construían inconformismos, odas a desconocidas, filosofías de preguntas y alegría, montañas de insumisiones y risas. También, claro, probábamos el sabor del triunfo con princesas fugaces. O no tanto. Pero, claro, hubo un momento en el que no supimos si la incertidumbre era demasiado peso y los licores viajaban densos.

Hubo un momento en el que la timidez agarrotaba el cuerpo de nuestro protagonista. Pero esas sensaciones no duraron demasiado. Y cuando el chico empezaba a parecer un hombre, con esa sonrisa de corsario que ya sabe de qué va la vaina, apareció ella.

Ella tiene nombre de tentación cercana. Ella es solar, también telúrica, una mujer divertida, que sabe (y sabía) que lo mejor en este viaje es no tomarse las cosas con demasiado dramatismo. Ella era la amiga cómplice, la compañera con la que te apetecía estudiar. La chica de la risa perfecta: alta, contagiosa, imprevisible. Nuestro protagonista pasaba las tardes junto a ella con placidez.

Pero algo cambió de un modo gradual y al tiempo imparable, como la sonrisa de aquellas chicas de la barra. El chico-hombre descubrió un día que ya no quería utilizar los superpoderes de su sonrisa para deslumbrar a las desconocidas de la discoteca.

Ella centraba sus pensamientos. Ella es cercana, también cálida. Ella es valiente, posee una sabiduría ancestral, que le permite ordenar las cosas y las emociones. La vida hay que agitarla, dijo el sabio, y nuestro protagonista pensó en llevarle la razón: ella es inconcebiblemente guapa, con uno de esos rostros que se graban a láser en la memoria.

Ella tiene las mejillas preparadas para el rubor. Y la ternura. Ella se convirtió en la destinataria perfecta de los ramos de flores personalizados. También de otros detalles, comunes y especiales a un toque, concebidos por él. Ella da confianza. Ella no se cansa de conjugar el inconformismo. Es alegre, brillante y confiable, como dicen asiá.

Es la amiga que tiene una palabra amable en el momento justo. Ella, en tiempo moderno, es la reina, la más grande, para un puñado de estudiantes que la entronizan como esa mujer adorable que conocen en el salón del hermano de su amigo.

Ella creció en donde antes se pensaban los dormitorios y ahora se proyectan los futuros. Ella simboliza ese cambio de que las generaciones aprenden por repetición y de que hay individuos que demuestran que podemos ser más generosos, soñadores y constantes

¿Quieren personalidad? Ahí la tienen. Si buscan determinación en el logro diario, también lo encontrarán. Y, sobre todo, una compañera de viaje, para amigos y ya marido, que pone buen humor a las dificultades y una nota de calidez al día a día.

Ah, por el camino, él ha refinado su sonrisa de corsario y ahora, en el trabajo, es The Answer, La respuesta. Ese tipo que hace las cosas más fáciles a los demás. En casa, quizá, el amante ejemplar. Y como amigo, el buen humor y la alegría, ese compañero que hace sencillo lo difícil y convierte una velada en el restaurante en un gran recuerdo.

Digo cosquillas en el estómago porque Eva y Rulo llevan seis años compartiendo el viaje y, sin embargo, su historia me sigue pareciendo la definición de enamoramiento que he encontrado en el diccionario.

“El enamoramiento es s un estado emocional surcado por la alegría y la satisfacción de encontrar a otra persona que es capaz de comprender y compartir tantas cosas como trae consigo la vida”. Como amigo vuestro, para mí es un lujo saber que todavía estáis en esa fase. El mejor síntoma de que habéis acertado invitándonos hoy a esta fiesta. Vuestra fiesta. Chicos, os deseo lo mejor.

3 comentarios:

B.en lo alto de la colina dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
B.en lo alto de la colina dijo...

Preciosa escritura y precioso regalo para tu amigo!

(el comentario borrado era exactamente el mismo que este)

Pedro Fernaud Quintana dijo...

Muchas gracias Begoña, grazie por tu precioso estímulo ;-)