lunes, enero 05, 2009

El tapón como metáfora de un espíritu ganador


(El Alta Gestión se impuso in extremis al Iurbentia Bilbao (88-86) gracias a su acierto puntual, encarnado por Oleson y Walters, y a su capacidad de resistencia, personificada por Sandes)

Algunos partidos quedan definidos por una acción. Después de atravesar una montana rusa de rendimiento, el Fuenla perdió la última posesión del partido. Ferrán erró el pase, descompensado como estaba en el aire, y Javi Salgado encaró el aro fuenlabreño con la confianza que le daba el saberse el mejor jugador bilbaíno del encuentro. Justo en ese momento, el pequeño base de Santuxo se lanzó sobre el aro como un ewok que tiene a tiro un soldado de la guardia imperial de Darth Wader; todo parecía a punto para la prorroga.

Pero no. Ahí enfrente, con la misma energía que Salgado, pero con unos cuantos centímetros más, emergió un alero con mensaje de resurrección llamado Matías Sandes, que volvió a demostrar que esta temporada está dispuesto a hacer grandes cosas gracias a una increíble intensidad en todas las facetas del juego.

El resto de la coreografía ambiental sonó a vieja buena historia fuenlabreña. Los jugadores celebrando el triunfo, apiñados en el centro de la pista, y la gente entregada a la fiesta. Y sí, el Pabellón Fernando Martín se volvió a llenar (5.700 espectadores dice la estadística oficial). Y no fue a causa de la presencia de unos de los equipos punteros de la competición.

Más bien, se debió a un triple eje lleno de inteligencia y corazón: el club regaló una entrada a cada uno de los abonados que así lo quisieran, el partido se jugó el sábado por la tarde (que es cuando la masa social fuenlabreña mejor se moviliza) y, por supuesto, el arte y la pasión que despliegan este año los jugadores naranjas sobre la cancha.

No obstante, el pasado sábado el Alta Gestión completó uno de los partidos más irregulares de todo el curso. Mérito también del Iurbentia, que realizó una defensa llena inteligencia táctica y entrega. En esa línea, la primera mitad del encuentro estuvo gobernada por la voracidad anotadora y reboteadora de de Marco Banic (10 puntos y 7 rebotes en ese periodo), que sin embargo se borró a partir de entonces. Quizá le entró la vena poética y se acordó de aquello que decía Neruda de que las estrellas que brillan con más intensidad duran la mitad de tiempo. Sea como fuere, entre él, Guardia, que estuvo de notable alto en su vuelta a la cancha que lo celebró durante ocho temporadas, y Salgado guiaron al equipo vasco hacia algunas ventajas frecuentes en el marcador.

Sin embargo, éstas no se concretaron en el parcial de la primera mitad que ganó el Fuenla (40-39) merced al día inspirado de Walters (18 puntos sin fallo) y la mejor versión de Oleson (25 puntos, 4 asistencias y 2 recuperaciones), que, ausente de nuevo Saúl, decidió dar no uno sino dos pasos hacia delante y acaparar buena parte del protagonismo ofensivo de los locales. A su lado, no había mucho más positivo que reseñar en el capítulo de ataque. Si acaso, la intensidad reboteadora en las dos orillas del juego de Matías Sandes (11 rebotes para un chico que apenas sobrepasa los dos metros). También pueden llamarlo hambre de gloria.

Así las cosas, el tercer cuarto se pareció a un certificado de definición para los chicos de Luis Guill, quienes se desordenaron más que nunca en ataque (eso sí, Peter John dio la cara con un arranque muy acertado). Por el contrario, el Iurbentia se fió a la inteligencia competitiva de Javi Salgdo, que robó balones, se hinchó a convertir canastas que desafían la lógica de los tratados de gravedad y, ya puestos, tuvo tiempo para dar asistencias cómodas para que Luke Recker afinara su mirilla de acierto triplista.

El caso es que el equipo naranja llegó a estar ocho puntos por debajo (57-65). Una situación así sólo se revierte con grandes dosis de amor propio y determinación ganadora. Y de eso sabe un rato Brad Oleson, que alega timidez para explicar que, tras varios años, todavía no haya aprendido castellano pero que no tiene ningún rubor en colgarse del aro a la menor ocasión. Como por ejemplo hizo tras recibir un perspicaz pase de Matías Sandes, que le permitió ganar la espalda a su defensor para recordarnos que su ADN es el de un jugador pata negra dentro de la competición.

Entre su acierto, el de Bueno y Mainoldi, que despertaron en el tramo final del encuentro, y la garra de Sandes el equipo le dio la vuelta la tortilla. Lo hizo gracias a una defensa que rozó el límite de la legalidad y el entusiasmo de un público que convirtió en el Fernando Martín en un pasaje en el infierno para los árbitros y los jugadores del Iurbentia.

Luego llegó el final feliz y la confirmación de que Matías Sandes es, a día de hoy, la mejor metáfora del momento dulce que vive el Fuenla. Humilde, sí, pero con suficiente talento y ambición como para empezar a ser importante desde ya. Este sábado, frente al Real Madrid, con los focos de TVE, a lo mejor el equipo firma lo que sería un histórico pasaje para disputar la Copa del Rey. Lástima que dependa de terceros.

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