domingo, abril 03, 2016

El mensaje de Cristo y a arquitectura de Foster: diseñar y producir mundos más inclusivos, elegantes y habitables



Seguimos a vueltas con la idea de belleza. De eso sabe un rato el arquitecto inglés Norman Foster. Recomiendo la visión del documental que recopila algunos de sus logros: ¿Cuánto pesa su edificio, Señor Foster’

En el mismo, queda de relieve la habilidad de este hombre para armonizar innovación, estética y redefinición de los estándares que definen la convivencia social, con una idea de progreso en la que se diluyen algunas diferencias sociales (como ha hecho en algún proyecto, como el desarrollo de una fábrica). También es relevante su preocupación por combinar belleza y ecología, sin perder de vista la funcionalidad de la luz natural, camino en el que funcionan obras como el Aeropuerto de Pekín.

Entre las notas más destacadas de su biografía, me quedo por su permanente búsqueda de evolución en su manera de imaginar y concretar los espacios urbanos, como el metro de Bilbao, o remodelar  edificios emblemáticos, como el Reichstag alemán. También es loable su perseverancia y su voluntad de adaptación al cambio; más allá de que el documental que os recomiendo tenga cierto aroma de hagiografía, es de ley poner en valor los logros de este inventor de espacios.


En categoría especial, con respeto y montañas de admiración, también queremos hacer una referencia al legado de Jesucristo, posiblemente la persona más conocida y quizá reverenciada de todos los tiempos. El motivo de esa pervivencia en el legado del inconsciente colectivo es su mensaje de amor fraternal y su valentía para dibujar mundo más inclusivos (donde los enfermos y los marginados sociales reciben el mayor cariño y comprensión, con una apuesta inequívoca por su normalización social); un mundo en el que la mujer (a la que Jesús prestó una consideración revolucionaria para su época) está llamada a desempeñar un papel más protagónico, por su habilidad para escuchar y hacer funcionar a familias y proyectos de una manera sutil y diversa.
Lo que más me impresiona de Jesús es su facilidad poética para transmitir esperanza con alegorías y parábolas que siguen funcionan con independencia del discurso del tiempo. En ese sentido, el sermón de las bienaventuranzas es una de las cimas de su predicación.
Lo gracioso (y decepcionante, por no emplear una palabra más gruesa) es que su mensaje no calara en la práctica a lo largo de los dos mil años y pico que han transcurrido desde su desaparición (tema aparte es el tema del dolor y la injusticia que padeció en vida, que nunca debería servir de coartada para justificar mundos terribles e injustos como los que se han vivido en este tiempo).

La buena noticia es que su ejemplo inspira a muchos corazones en el mundo y que su afán por cincelar belleza (con palabras, gestos y entrega cuidada) encuentra continuidad en la labor que muchas personas ejercen en diferentes lugares del planeta. También de nuestro país. En esa línea sitúo el trabajo que hace mi hermano Javi con las dos comunidades con las que está comprometido. No hay mejor testimonio que una vida encomendada a las mejores causas…

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