miércoles, enero 14, 2015

Cristiano o la promesa de que las cosas pueden mejorar

Son días de reconocimiento y rosas para Cr7, esa máquina de hacer goles, pasarlo bien y chulearse que está haciendo historia en el Madrid en los últimos tiempos. Creo que hay pocas dudas sobre el merecimiento de su recién recibido Balón de Oro, en un año en el que ha ganado con el Real Madrid cuatro títulos (con la ansiada décima Champions a la cabeza) y ha anotado 61 goles en 60 partidos (números, convengámoslo, que mandan al paro a la señorita Imaginación cuando se trata de buscarle límites a este búfalo del área).

Y eso que no todos son parabienes para el crack de Madeira. Cristiano pone de los nervios a la mayoría de los aficionados rivales por su histrionismo y su falta de swing (algo que podríamos definir pensando en la elegancia que desplegaba Zidane en el campo) para celebrar los goles. Tampoco cae bien el hecho de que se lo tenga “tan creído y sea tan chulo", en palabras de mi amiga Ana (términos que...con más vehemencia también comparte mi amigo Chiki, colchonero de pro).

A mí esos detalles (aunque puede estar de acuerdo con ellos) me la traen al pairo. Porque ya sabemos que en una sociedad como esta en la que se venera tanto el culto al cuerpo y la vertiente material, no le puedes pedir peras al olmo. No le puedes pedir a Cr7 que cultive su personalidad de una manera armónica, cuando el competitivo mundo del fútbol en el que ha tenido que abrirse paso desde pequeño se parece mucho a una jungla humana…
 
Lo esencial de Cristiano, lo que nos emociona a los aficionados del Madrid, es que es un tío que (casi) nunca se rinde: disfruta afrontando desafíos, aprendiendo nuevos trucos (ha mejorado notablemente su sincronización y entendimiento colectivo con los compañeros) y concretando en goles las ansias de victoria de sus colegas y de los millones aficionados merengues que le respaldan.

Goles que al final crean un campo gravitatorio propicio para que los títulos se alojen en el Bernabeu, aunque a veces no sea él el actor protagonista de los momentos claves.
Otro rasgo de la personalidad competitiva que me enamora del juego de Ronaldo es su habilidad para concretar las acciones de peligro. Lo que se comienza, se acaba. Así es como se construyeron tantas cosas (y casas) en el mundo de nuestros padres y abuelos. Ese es también un puente claro para cultivar la autoestima y la sensación de crecimiento personal. En esencia, el secreto de Cristiano es que siempre está aprendiendo.

Y que concreta esos aprendizajes. Lo importante de su singladura no es que esté cerca de igualar a Messi en galardones como mejor jugador del mundo (3-4 a favor del pequeño genio argentino). Lo trascedente de su biografía como jugador de fútbol es que ya lleva 1 Champions, 1 Liga, 2 Copas del Rey, 1 Mundualito y 1 Supercopa de Europa con el Real Madrid. Es decir, que está creciendo alineado con un equipo que hace no tanto era bailado por la excelencia del Barcelona, que viene de tiranizar el fútbol español durante un lustro (2008-2013).
 
Después de todo, el éxito de Cristiano es el de un tipo que ha madurado y se ha dado cuenta que necesita crear y estar en armonía con sus compañeros para que las cosas fluyan con más éxito. Como dice Antoñito Romero, periodista de la Cadena Ser, un “tío que está pensando las 24 horas de los 365 días al año en mejorar” al final merece esta clase de galardones. Para el resto de los mortales esos premios son una sonrisa de alguien que de verdad nos importa, un reconocimiento laboral, un paseo por el Retiro con tu hermano, el abrazo de los hijos, un rato de complicidad con los amigos…
Pero no está de más tener presente esa mentalidad ‘ronaldiana’, porque es sabido que lo que no crece, decrece. Y es importante afrontar cada día con la madurez y el convencimiento interior de que las cosas pueden y van mejorar, buscando puntos de encuentro y de complicidad con la gente que quieres .

Nuevos tonos de la realidad que se construyen a través de acciones concretas; que se pueden desarrollar de una manera relajada y llena de humor cuando no acechan las obligaciones laborales o de horarios familiares :-)

La singladura de Cristiano, en suma, es una buena muestra de que hay muchas posibilidades para construir una vida más armónica y plena. Y esa es una realidad que construimos de manera interna (meditando, por ejemplo con un buen libro) y en conjunto y en sinfonía con los demás.


Ahora que el fútbol parece haberse convertido en el espejo y en la válvula de escape para mucha gente (como en los tiempos de Franco, matiza mi madre con varios puntos de saludable distancia), es importante rescatar sus aspectos positivos e inspiradores.

Sin perder de vista que una sociedad se construye esencialmente en el plano político, legal, económico y, sobre todo, en el ámbito de la relación humana, el del trabajo con las manos (algo que suena al pleistoceno en una sociedad tan mental), el pensamiento cooperativo adaptativo, la vida en sociedad y el valor de la cultura como catalizador de pasiones y, en el mejor de los casos, transmisión de valores.
Todas esas vertientes deberían articularse a través de una accesibilidad y universalidad a esos derechos y posibilidades que ahora mismo no se da…pero eso, amigos, es harina de otra historia. La que hoy he escrito es una oda a un competidor formidable, que nos recuerda el valor regenerador y constructivo del trabajo.

Felicidades Cristiano, próxima estación… ¿unos indios rebeldes que aguardan al otro lado de la montaña? La respuesta, este jueves a las 20 horas, en una montaña sagrada llamada Santiago Bernabeu.

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