Lo interesante de la televisión, como de la propia vida, es
que ofrece muchas variaciones para poder acercarse y disfrutar de un mismo
tema. En esa sintonía, tengo que decir que me gusta Orbyta Laica, el espacio de
divulgación científica por el que ha apostado TVE desde la pasada temporada.
Parece que no es una opinión aislada, porque en su primera entrega el programa
recibió el Premio Zapping en la categoría de Mejor Programa Cultural, Divulgativo
y Documental.
El centro de gravedad de Orbyta descansa en el humor y la
creatividad de Ángel Martín, que nos obsequia con canciones introductorias,
pegadizas y surrealistas en el arranque del programa, para luego sazonar el
resto del mismo con una manera divertida, a medio camino entre el cinismo de
peluche y la guasa incisiva, de presentar a sus colaboradores, interrelacionar
con su invitado y sacar punta a las realidades y teorías científicas que se van
desgranando durante la media hora aproximada que dura el espacio.
En la primera temporada, aprendimos o, en el mejor de los
casos, recordamos una cantidad estimable de conceptos, historias y personas que
han marcado el desarrollo de la ciencia. A mi me cautivó la idea de que “somos
monos cyborgs”, una manera ilustrativa de explicar el desfase que existe entre
el desarrollo que hemos sido capaces de emprender en el ámbito tecnológico
frente a nuestras carencias en el campo de la gestión de las emociones y el
desarrollo personal, político, social y espiritual (la maduración de nuestra
humanidad, en suma).
Es verdad que el programa tiene un formato que por momentos
recuerda al trivial y el documental amable. La parte de Antonio Martínez Ron
remite al Hormiguero por su manera simpática y elocuente de escenificar
experimentos que prueban fundamentos científicos y que, en más de un caso, uno
puede animarse a recrear en casa. Claro que la primera en aparecer en escena es
la elegante periodista América Valenzuela, especialista en traer noticias
llamativas, chocantes, del ámbito científico.
Por su parte, José Cervera ejerce de erudito caballeroso
para relatar historias de la ciencia que provocan asombro, mientras que Clara
Grima se pone la escafandra virtual para mostrarnos vídeos que no suelen dejar
asiento a la señorita indiferencia. Aunque el eje que estructura el programa es
la conversación que mantiene Ángel Martín, con los amigos que invita (por norma
general, humoristas y gente del show business alternativo, como El Langui),
regadas de anécdotas, bromas y veras, donde la ciencia acaba mezclándose con
los proyectos y el cosmos del invitado.
Uno de mis momentos favoritos del programa es cuando Martín
introduce los contenidos con un monólogo (posterior a la canción) donde, taza
en mano, le quita el traje de etiqueta a la ciencia y al tiempo muestra su
admiración e interés por algunos de sus hallazgos, sin perder de vista que la
mejor manera de acercar algo o a alguien es bromearlo…Creo que por es funciona
esta suerte de trivial catódico, por su combinación de rigor, humor,
experimentación y cercanía.