lunes, diciembre 31, 2012

El hombre que dice sí a la vida


¿Para qué sirve escribir? Woody Allen siempre lo ha tenido claro: para seducir al mayor número posible de mujeres. Hay quien se metió a este oficio con la idea de cambiar el mundo o, más modestos ellos, con la intención de sobrevivir a los días, cuando no habitarlos. Todas esas opciones son legítimas, interesantes y hasta necesarias; pero no incluyen mis favoritas: escribir para encontrar una broma que le pinte la sonrisa a la sombra y encontrar palabras que inauguren la gratitud hacia las personas que te han hecho feliz.

El protagonista de estas líneas es mi amigo Óscar. Corti para sus colegas de Benidorm. Óscar Cortina para los aficionados del Getafe que frecuentan a señorita nostalgia en el (por el momento) vano intento de recuperar en las voces de su transistor esa dupla de jugones (tripleta si pensamos en el alquimista Rafita) que les relataron las hazañas del equipo azulón a través de las ondas de Globo FM.

¿Cómo definir a Óscar? Hablamos de uno de esos tipos que pertenecen a ese exclusivo club de personas que pueden ser lo que se propongan. Intelectual del lado exótico de la literatura (los comúnmente conocidos como cómics), buen futbolista, (ex)mujeriego, reportero de entrevistas imposibles, profesor fuera de los convencionalismos, bebedor plusmarquista, cocinero talentoso y amigo para las buenas, las duras y también las regulares. De pequeño, puso a prueba a la vida y ésta le bendijo con un don para conquistar momentos y abrir sugerencias las esquinas de las mujeres, los campos de fútbol y el cinematógrafo casero.

No me gusta meter mi imagen en el blog, pero si quería hablar de Óscar el ánimo me pedía meter una foto de mi colega. Y cualquiera que lo conozca, sabe que el señor Cortina es un cazador de momentos, que disfruta más de la vida en la medida en la que la gente de su alrededor está contenta. Es bastante sintomático que habiendo dejado la práctica regular de los licores hace años, para ilustrar este homenaje sólo encontrara fotos en compañía de mi colega con una copa o una botella. Es un poco exagerar...O quizá no tanto.

Por el camino, hemos recorrido media Europa y Madrid entera en el noble arte de celebrar noches, mujeres, literatura y posibilidades. Porque de eso se trata, cuando este truhán está presente todo es factible; es lo que tienen los optimistas profesionales, que ríen con ganas y dibujan tramas sugerentes, con tipos tan brillantes como reservados, tan expansivos como amablemente atormentados. Su pasión por la comida china y los superhéroes también le delatan. Son pasiones que hablan de un amante de lo sencillo y lo sabroso, lo excepcional y lo vulnerable, en una búsqueda llena de humo, ron y timbas donde tiene la rara costumbre de salir con saldo favorable y la risa contenida de quien sabe que la arrogancia no tiene por qué llevarse mal con el temple.


Hubo un tiempo en el que los dos nos inventamos una historia llamada cinema nuit, que no duró mucho, pero que nos dejó el buen gusto de los que se acercan a los márgenes. Hubo otro momento, cuando la tierra se empeñaba en bailar el twist sobre mis miedos, en el que él me enseñó el valor auténtico de la amistad.

Porque, como ya sabe mi colega, lo importante no es lo que te espera al final del camino (que también) sino lo que eres capaz de disfrutar durante el trayecto, ahí reside uno de los trucos de esa vida (llámala Marta) a la que él seduce con la atención a los pequeños detalles que contienen el secreto de la gente que mejora a aquellos que comparten su búsqueda. En los últimos tiempos, además, mi amigo se ha reinventado.

Ha colgado las botas como uno de los cronistas más ingeniosos del deporte, ha dicho hasta luego a la literatura (busquen, si pueden, su 'Alfil Negro') y se ha esmerado en dejar boquiabierto al personal en su nueva faceta como profesor. Allí, en Benidorm, en su casa, en compañía de su chica, se ha ganado una reputación como profesor fuera de los convencionalismos. Hoy es una gymkana intelectual que cautiva a los alumnos y deja con la lengua fuera a los padres, ayer fue una clase de ajedrez que dio lógica y equilibrio a algunas cabecitas dispersas, mañana será un recorrido hipnótico por el Madrid de Alatriste; todos los caminos conducen a la suma si sabes activar la palanca del interés. Y él parece conocer el secreto.

Este sábado mi viejo colega ha tenido que pasar un trago muy amargo y quizá sea uno de los momentos más apropiados para vindicar al tipo más imaginativo y entrañable del viejo este mediterráneo.

Mucho ánimo y mucha fuerza, amigo

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