sábado, agosto 13, 2011

Los Jameos de Lanzarote: pintarle los labios a la naturaleza


La isla más oriental de las islas afortunadas es también la que tiene la tasa de mortalidad más baja de los siete pedazos de belleza volcánica que desafían el afán de protagonismo del océano Atlántico. Lanzarote http://es.wikipedia.org/wiki/Lanzarote tiene un nombre que evoca caballero legendario proclive a los amores prohibidos y, en cierto modo, la isla responde a ese aire porque contiene algunos singulares sitios donde la naturaleza se ha puesto más sugerente para llenarnos la cabeza de buenas ideas sobre sostenibilidad y armonía.

Quizá el enclave que más llama la atención sea ‘Los Jameos de Agua’. Los Jameos eran, a mediados del siglo XX, unas cuevas volcánicas que no habían podido esquivar la dejadez de unos cuantos (o unos muchos, tanto da) individuos que la habían convertido en un enorme cubo de basura. Su suerte cambió cuando la encontró César Manrique, artista poliédrico, sediento de la belleza de su isla tras haberse formado en Tenerife, Madrid y Nueva York, que la escogió como primer jalón de su proyecto: “convertir mi isla natal en uno de los lugares más hermosos del planeta”.

A fe que lo consiguió. Coaligado con unos cuantos colaboradores, con una mención especial para Jesús Soto, arquitecto que le ayudó a plasmar en realidad la mayoría de sus brillanteces, Manrique convirtió los Jameos en una maravilla de sugerencia y misterio, que abrió los ojos a nuestros ojos en 1966.

Al entrar dentro de ellos, la primera estancia (obviaremos restaurantes y otros negocios) es un jameo (tubo volcánico) bañado por un agua misteriosa donde viven algunos cangrejos blancos que hace no tanto pasaron las de Caín por la manía de algunos visitantes de dejarse las perras en el circense intento de que se movieran.

Por suerte, ahora se alerta-prohíbe gastar las monedas en esa suerte; oportunidad que ganan los visitantes. De ese modo, tienen ocasión de alejarse un poco de la masa mientras se fascinan con las duchas de luz (hablamos de un día soleado) que se filtran entre los bostezos de unas rocas con veinticinco millones de vida. Quietud, agua, lava domesticada…Una gruta perfecta para los monstruos felices, que algo así debemos representar para nuestros amigos los cangrejos, a quienes chafamos la siesta.

Un poco más adelante, se ha tumbado una piedra blanca cuyo agua azul rivaliza con el sonido del cielo. Es una amplia bañera que cautiva con sus rocas, embajadoras de una furia adiestrada que cubre de potencia y calma el corazón de los visitantes.

Sensaciones que se repiten en un auditorio donde nos reconciliamos con nuestros abuelos de las cavernas y tenemos ocasión de representar la realidad por medio de una escenografía donde la gente asiste en modo escalera al misterio de la vida delante de un espejo con voz, pausa, chispazos gestuales…Teatro en el corazón del fuego.

Los Jameos nos recuerdan todo lo que podemos encontrar en la inmersión imaginativa. Y sí, amigo, la sugerencia se multiplica si hablamos de una isla triángulo (Europa-África-América) de clima subtropical. Detalles del destino.

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