(Sucedió el 22 de Agosto. María y Chiki entrelazaron para siempre su destino. La ceremonia fue sobria y emotiva. El ágape, digno de la era del jazz estadounidense. La cena, pantagruélica como dicen les gustan a los príncipes de las mil y una noches. La fiesta posterior, simplemente sensacional, por divertida y delirante. Supongo que no es casualidad teniendo en cuenta la magia de los contendientes. Éste fue mi particular homenaje para ellos, el panegírico que diría Don Avelino).
Antonio es emprendedor, inteligente, divertido, trabajador, honesto y valiente. También impulsivo y curioso. En cierto modo, su manera de ser y vivir evoca la de aquellos pioneros que un día lo arriesgaron todo para mejorar su civilización.
En la Antigua Roma, hubiese sido el tribuno de su ejército. Si la revolución francesa lo hubiera escogido, se hubiese revelado como uno de sus librepensadores más solventes, uno de esos que inspira a todo el vecindario. En los tiempos del salvaje oeste norteamericano, es fácil imaginarlo como uno de esos tipos resistentes al hambre, la desesperación y el peligro, que cincelaron el manual del sueño de las 50 estrellas: una familia, una casa rodeada de una enorme extensión de tierra y un código inquebrantable de valores para hacer que todo eso funcionara.
En nuestros días es un tipo de fiar, el amigo que siempre está a tu lado en los momentos delicados. El tío inquieto que te graba una cinta de rock para que te adentres en la poesía cotidiana y aprendas a reír, a dejarte llevar cuando eres adolescente. También el colega que te cautiva con su determinación para explorar las noches y conciliarlo con notables notas durante de la carrera. Todo eso mientras se obstinaba en currar los fines de semana y entrenar su cerebro, sus músculos y su sentido de la responsabilidad para cuando le tocara fundar una familia. Aunque lo que siempre te ha hecho único, Chiki, es ese corazón que no te cabe dentro. Un corazón que te impulsa a buscar un mundo más libre, más justo y más solidario.
Ese día ya está aquí. Pero no se asusten. Esto no es un comienzo. Esto no es como siglos atrás o como cuando nuestros abuelos pasaban por la vicaría. Esto es una meta volante. Porque María y Antonio ya llevan tiempo juntos disfrutando del camino. Esto sólo es un pasito más adelante. Y sí, ya sé lo que están pensando. Pero no, Chiqui no me ha prometido una jarra extra de sangría a cambio de estas palabras para cuando luego estemos cenando. Y sí, tienen razón, ha sido una descortesía hablar primero de él y no de la guapísima novia. Pero la historia había que contarla así porque conozco al señor Antonio de cuando teníamos diez años y nos jugábamos el postre en el recreo del comedor, en el colegio.
Por eso, porque le conozco un poquito, estoy tan contento de que sea María quien le vaya a acompañar en este viaje. María es atenta, imaginativa, lista, tenaz, divertida; sorprendente. Conserva intacta la capacidad de asombro que hace especiales a algunos adultos. Por eso conecta con tanta facilidad con los peques. Porque siempre está dispuesta a reír y descubrir. Encima, es una trabajadora inagotable, una de esas pocas personas que no ceden hasta hacer realidad sus sueños. María, tú completas a Antonio.
Hay algo elegante y enigmático en María que remite a una princesa japonesa. Algunos lo llaman fascinación. Porque ella perfectamente podría ser la heroína de una de esas pelis argentinas donde una princesa se disfraza de normalidad y hace más agradable la vida a la gente del barrio, mientras guía con serenidad a sus alumnos y enamora a su chico. Hablando de cine, la prueba del algodón de que hoy estamos en el momento y lugar apropiado es proyectar una película muda. Cierren los ojos. Piensen en los momentos en los que han coincido con Chiki y María. Les resultará sencillo sonreír, porque hay vibraciones que no necesitan palabras.
Enhorabuena, chicos, que disfrutéis del viaje.