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Este pasado domingo 11 de septiembre de 2022, Carlos Alcaraz ha logrado su primer Grand Slam, el US Open, ante Casper Ruud, por 6-4, 2-6, 7-6 y 6-3 en tres horas y 20 minutos.
La final tuvo de todo un poco (incluido un rato de ansia y frustración del nuevo prodigio del tenis mundial, que hasta ese momento había manejado sus emociones de una manera admirable). En todo caso, el partido fue un buen compendio de por qué nos encanta la manera de jugar al tenis de este adolescente: nunca se rinde y juega con la chispa de esos elegidos que hacen vibrar a la grada y entran en comunión con ella. Detrás de esa fluidez hay muchas horas de dedicación, la de los que se comprometen a diario con su propósito.
Otro aspecto que enamora de la manera de batirse el cobre de Alcaraz es su versatilidad: tiene un amplio repertorio de golpes. Su derecha es un misil a tierra, tan potente como certera.
Se defiende de maravilla con el revés, devuelve todo tipo de saques y bolas, a la manera de su admirada 'pared primordial Rafa Nadal', su primer saque mejora en cada torneo, volea como los mejores de la historia que uno haya visto (Becker, Sampras, Ivanisevic, Federer, Djokovic) y su talento (y obstinación, a veces inoportuna) por hacer dejadas le convierte en un jugador impredecible. ¿Qué clase de personas podríamos llegar a ser si empleáramos ese tipo de versatilidad (como cuidadores de nuestros ámbitos) en el trazo cotidiano?
Lo que más asombro me causa de su manera de jugar es su capacidad para ser creativo y confiable en situaciones de gran presión. Y, sobre todo, que se lo pasa bien jugando. Ese gusto por divertirse lo transmite al público, que acaba siendo cómplice de su manera de moverse en la pista (con la confianza de un cherokee y la abnegación de un repartidor de pizzas diligente), con una agilidad directamente proporcional a su hambre por aprender en cada partido.
Alcaraz, ademas, tiene un amplio repertorio de ritmos y herramientas para adecuarse (o para marcar, según requiera el momento y el rival) al ritmo que necesite el partido. Dicen quienes le conocen que además es buen tipo en las relaciones de largo aliento (con su equipo -muy valorable cómo ha modelado su carácter y juego Juan Carlos Ferrero y todo su staff- y compañer@s de circuito) y con los desconocidos que se acercan a pedirle un autógrafo o una foto.
En cualquier caso, tiempo al tiempo. De momento, le tenemos que agradecer que nos haya tenido unas cuantas noches en vela aprendiendo de su fe en sí mismo, su humildad para aprender de quienes tienen más recorrido vital y de esa manera intencional de elevar el ánimo antes las adversidades...¿Qué pasaría si logramos esa actitud de "se puede" y de fe en uno mismo y los demás para construir unas relaciones y proyectos personales y sociales más coherentes? Tiempo al tiempo...