Suena el despertador y la música te acaricia el ánimo. Es un
despertador evolucionado, donde antes había brusquedad, ahora surge la
sorpresa. Una canción antigua a veces, otras: una canción nueva; en cualquier
caso, una nueva ruta emocional con la que deslizarse suave por la vida. Me gusta
saludar a Juan por su nombre, es el tipo que cuida de la casa, una colmena que
protege a un par de centenares de personas. Ese pequeño gesto de camaradería
ordena el principio del día y le proporciona un principio de continuidad con
los anteriores.
El sonido del fuego enciende una llama interior. Escucho el
sonido de las brasas. En todo caso, basta con concentrarse con ese medallón
naranja que se vislumbra en el horizonte. En invierno, me gusta escuchar el
olor de la leña, puede que el carbón. En verano, plegarme en el perfume del
agua y el césped, también en la facilidad de las mujeres para expresar sus
hasta entonces escondidas obras de arte. Descender las escaleras del metro es descender
a la gruta de mi conciencia. Ese es un conocimiento que relativamente pronto
adquieren los contadores de historias: un lugar cerrado es un viaje al centro
de tus pensamientos y emociones.
Cuando leo, encuentro una fuente de asombro, aprendizaje y
meditación. Incluyo en la lista a un chiste de whatsapp, aunque sé que no tienen
la mejor prensa. Poco importa, el sentido del humor es uno de los mejores
disolventes de nuestros temores. Le quita óxido a los músculos y los huesos.
Una de las mejores cosas de este mundo es leer una historia y que haya
situaciones, momentos, que te provoquen la carcajada o una sonrisa cómplice.
Puede que tu gesto provoque curiosidad. Tal vez envidia,
seguramente indiferencia. Poco importa, lo que importa es lo que tú honras con
tu atención. Cuando lees, cuando te metes en una película metes nuevas vidas en
tu vida y comprendes, como un relámpago, que el tiempo es una mecánica del
fluido que necesita ser vivida desde diferentes posiciones. En el trabajo
disfrutas con el vínculo de amabilidad y a veces de complicidad con la gente.
Algunos de tus jefes prueban, un día cualquiera, a sacarte de tu confort. Mejor
no te enredes en sus puyas psicológicas. Recuerda que son tus maestros de la
paciencia, del desarrollo de la planificación y la empatía. Un cliente es un
recordatorio de que no basta con sobrevivir, también hay que hacer mejorar la
vida de la gente; es el mejor modo de poblarla con presencia y gratitud.
También esperanza y, desde luego, disfrute. Disfrute tiene
muchas acepciones en el diccionario de las mujeres y los hombres que aman la
realidad que construyen. Disfrute es meter tu cuerpo en un enorme cubo de agua
y disfrutar ejercitando los músculos en un acto mecánico y consciente, a ratos
placentero, en el que respiras con facilidad mientras nadas y el cuerpo gana en
resistencia y flexibilidad.
A veces se nos olvida. Somos una fábrica de agua y una
trompeta de bambú. La importancia de apagar las velas y dormir como un bebé. Disfrute
es saborear unas tostadas con aceite, o con mermelada y mantequilla, mientras
el fin de semana te cura las cicatrices del guerrero. Disfrute son los besos de
aire, los besos de fuego. Las explosiones de ternura y los momentos de
aceptación. El lenguaje del silencio. También el sonido de la lluvia. Como una
pieza de rock, pongamos que hablo de Mayonaise, de Smasing Pumpkins; una pista
de emociones que enciende tu imaginación mientras intuyes que la vida puede ser
muchas cosas.