jueves, junio 04, 2020

Mientras dure la guerra: una mirada valiente y ecuánime a las contradicciones de Don Miguel de Unamuno y los desastres de la Guerra Civil



                   Fuente de foto: ABC.es

Alejandro Amenabar es uno de los directores más singulares e interesantes de la filmografía española de los últimos 25 años. Recuerdo con mucho agrado su temple para articular el suspense y el misterio que demostró en películas como 'Tesis', 'Abre los ojos' o 'Los otros'. También su habilidad para profundizar en los márgenes de la condición humana, en películas como 'Mar adentro'.


           Fuente de foto: fotogramas.es

Tenía muchas ganas de ver su última obra, 'Mientras dure la guerra', desde que escuché su entrevista al respecto en 'Hoy por hoy', de la Cadena Ser, con Angels Barceló, y también al conocer como Arturo Pérez Reverte saludaba su creación "ecuánime", al tiempo que expresaba que le “había gustado mucho”. 

Tengo que decir que, por esta vez, las expectativas quedaron ampliamente cubiertas e incluso dejaron un aroma de grata sorpresa. 'Mientras dure la guerra' cuenta los últimos años de existencia de Don Miguel de Unamuno, uno de los más grandes escritores pertenecientes a la generación del 98, que despuntó en su faceta de novelista, con obras como 'Niebla' y 'San Manuel Bono Mártir', y en la de ensayista, con meditaciones como 'En torno al casticismo' y 'Vida de Don Quijote y Sancho'.


      Fuente de foto: micropsiacine.com 

Unamuno tuvo una vida tan polemista, pasional y  contradictoria como el sabor que dejan sus creaciones. La interpretación que del escritor vasco hace su paisano Karra Elejalde es sencillamente magistral: llena de contención, apasionamiento, soberbia, ternura, fragilidad y delicadeza. La película es, en palabras de Amenabar, fiel al espíritu de la historia, aunque es verdad que se toma algunas licencias creativas en la construcción de situaciones y diálogos: Unamuno se pasó años criticando a la monarquía y al dictador Primo de Rivera, lo que le costó el exilio a Fuerteventura. Después, fue ardiente defensor de la República, de la que llegó a ser uno de sus diputados. Sin embargo, pronto se desencantó por la manera en la que en el gobierno de esta se manejaron asuntos como la reforma agraria o la apuesta por la acofensiobalidad del estado, entre otros.

La película nos cuenta como Unamuno apoyó inicialmente el alzamiento militar liderado por generales como Mola, Franco o Sanjurjo, entre otros. Y cómo al poco tiempo se desdijo al ver las injusticias y asesinatos ideológicos que estaban cometiendo. La mirada de Amenabar, decíamos, es ecuánime porque insinúa también los criminenes cometidos en el bando republicano y confiere dignidad a algunos de los jerifaltes de los sublevados (Eduard Fernández borda a Millán Astray, aquel novio de la muerte) y Santi Prego dota de dignidad y matices a la tantas veces parodiada figura de Franco, el dictador que nos impuso su modelo de vida a los españoles durante 36 años (1939-1975, cuando falleció), que incluyeron asesinatos, ajusticiamientos y desapariciones forzosas (los historiadores cifran en 150.000 las personas que fueron asesinadas durante el régimen franquista, por motivos fundamentalmente ideológicos), además del catálogo completo de represiones: política, religiosa, educativa, de libertad de expresión y asociación...


       Fuente de foto: El Correo Vasco 

La película cumple pues una triple función: entretiene, contagia el interés por nuestra historia y abre la panorámica para profundizar en las aristas de la personalidad de Unamuno y del pueblo español. Lo consigue gracias al mecanismo de relojería de su guión, que contiene las dosis adecuadas de ingenio e información, así como por la direccion e interpretaciones, bien adobadas por unos logrados escenarios y caracterizaciones, así como la banda sonora, compuesta por el propio Amenábar, que ya hizo lo propio con otras de sus películas, y que realza los momentos cumbre de la historia, que alcanza su climax en el famoso enfrentamiento entre Unamuno y Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, con aquel aforismo supuestamente pronunciado por Unamuno: "veneceris pero no convencereis...".


       Fuente de foto: La Voz de Galicia 

Por fortuna, aunque a veces no lo parezca, en el siglo XXI hay espacio para contadores de historias que hilvanan pedagogía, artesanía y entretenimiento como hace en esta historia el director hispano-chileno (seguro que Chaves Nogales le daría su enhorabuena) para alumbrar algo de entendimiento sobre nuestras grandezas y demonios como pueblo...el reto es cómo acercarnos a la construcción de ámbitos más incluivos, posibilitadores y diversos, donde prime el bien común y lo que nos hace crecer... Una Aspiración que está hecha de una mayor coherencia, en la que lo personal y social vayan poniéndose cada vez más de acuerdo, lo que es necesidad en los complejos tiempos que nos toca afrontar. 

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