Haikus, liras, sonetos, submarinismo emocional...cine, series, baloncesto y algo de literatura; arrebatos y destellos para darle arraigo a la posibilidad. Lo mejor está por venir. A través de esa idea, vivo, disfruto y ordeno la realidad, que construimos juntos cada día :-). Un blog de Pedro Fernaud Quintana
viernes, julio 31, 2009
jueves, julio 30, 2009
Invitación
miércoles, julio 29, 2009
domingo, julio 26, 2009
jueves, julio 16, 2009
The visitor
El visitante ha gastado su reserva de bromas por el camino. Arrastra los pies y aleja con un silencio que tiene las hélices de paseante taciturno.
El visitante no tiene casi paja en la cabeza, se la ha gastado sus pensamientos en la evocación de unas manos que han pasado al otro lado.
El visitante tiene corazón después de todo y dice las cosas despacio, como acreditando que su sonrisa funciona con una complicidad genuina.
El visitante se sienta gracias a ese amigo sirio. Permite a sus manos seguir el ritmo de los sentimientos. Ritmo, rabia, ruido, alegría, alejémonos, acerquémonos. Sentados, suaves, silbidos.
Pero, el visitante, vivirá las grietas más profundas y cambiará de caparazón. No todos tenemos la suerte de poder decirlo.
El visitante no tiene casi paja en la cabeza, se la ha gastado sus pensamientos en la evocación de unas manos que han pasado al otro lado.
El visitante tiene corazón después de todo y dice las cosas despacio, como acreditando que su sonrisa funciona con una complicidad genuina.
El visitante se sienta gracias a ese amigo sirio. Permite a sus manos seguir el ritmo de los sentimientos. Ritmo, rabia, ruido, alegría, alejémonos, acerquémonos. Sentados, suaves, silbidos.
Pero, el visitante, vivirá las grietas más profundas y cambiará de caparazón. No todos tenemos la suerte de poder decirlo.
lunes, julio 13, 2009
Violencia, deseo y melancolía
En algún trastero emocional del siglo pasado surgió este baile con vocación de mirada. La chica se deja llevar, al menos eso piensa el gaucho. Ella es bellísima, con esa dulzura impactante de quien conoce la mayoría de los secretos de la piel. Él no se permite una décima de duda. Cada uno de los movimientos transmite vigor, dramatismo y una forma salvaje de tristeza.
Varios de ellos desfilan ante mi imaginación. Puede que estemos en domingo y el calor gobierne cada uno de nuestros pensamientos. Los pasos, frenéticos y ordenados, producen la hipnosis. El teatro está semivacío pero la gente contiene la respiración. El gaucho jefe no. Chorrea de sudor. Transmite elegancia pero también rigidez. Como en el escenario original.
Morena pómulos frunce la mirada y cubre de elegancia sus abandonos. Sus piernas son una coreografía al borde del límite. El límite de la seducción. Pero también del descontrol. Con esos materiales, Mauro hizo de sus visitas al quilombo una necesidad durante medio año del 69.
Hablamos del XIX. Mujeres que demoraban la danza, con una mezcla de fatalismo, deseo y desgana que todavía hoy transfiere su adictiva perdición a los anhelantes madrileños de otra desvencijada generación de sobrevivientes.
miércoles, julio 08, 2009
Fuerza interior
Si alguna vez tengo un hijo, me gustaría que tuviera una cualidad bien desarrollada: confianza en sí mismo. Mucha confianza. En realidad, no sé si es una cualidad, porque este rasgo en cantidades generosas conforma el carácter de estúpidos profesionales. Pero también hace salir hacia delante a algunas de esas personas que la sociedad acaba reconociendo como triunfadores. Gente que más allá de esa pomposa etiqueta pueden reconocerse orgullosos por el camino recorrido.
En esa categoría incluyo a Pau Gasol. Un espigado atleta que durante la mayor parte del año vive en Los Ángeles, se pasa las semanas viajando, conoce el sabor del triunfo, baila, no baila, con chicas rubias que le abordan en mitad de una discoteca y ha sentido durante casi una década el largo ascensor emocional que tiene que fabricarse un inmigrante.
Memphis: afirmación personal y ambiente deprimente
El año pasado Pau vivió una mezcla muy rara de sensaciones. Vivía una pesadilla en Memphis. No sólo porque su equipo ganara menos partidos que los Blue Devils, sino porque (eso era lo peor) a la mayoría de sus compañeros esa mediocridad se la sudaba. Buena parte de sus compañeros habitaban en la apatía y el egoísmo.
No digo que una parte importante de nosotros no viva con una actitud parecida, pero los deportistas profesionales son un espejo. Lo más parecido que tenemos a un héroe. Y, de repente, empezó un sueño en los Angeles, donde contribuyó de manera decisiva a que su franquicia pisara unas finales que hacía un lustro largo que ni olía. Eso sí, se quedó con la amargura de perder con cierta nitidez ante Garnett, Pierce y compañía.
Las críticas como arco de superación
En Memphis aprendió bien el inglés, ganó un pastón y se labró un prestigio como jugador. Uno notable. No súper, ya saben, si hubiera sido así hubiera llevado a su equipo hasta las orillas de, por lo menos, la final de conferencia. Fue casi un decenio de autoafirmación, éxito personal, dudas y frustración. También tuvo tiempo para conocerse a sí mismo. Lo suficiente para saber que no era refractario a las críticas.
Lejos de eso, éstas le motivaban a seguir superándose. Por eso no me ha extrañado que este año haya protagonizado su mejor temporada como profesional y haya guiado a los Lakers a su decimoquinto anillo (décimo para el tío Phil, cuarto para Kobe). Lo ha hecho de manera silenciosa. Como perfecto contrapunto a la arrogancia superlativa de Kobe, cuyo talento para conciliar belleza y eficacia individual es inversamente proporcional para generar recelos, cuando no antipatía, en buena parte del público.
Vibración en el público, privilegio para los escogidos
A fin de cuentas, Kobe persigue un imposible. Generar vibración en el público. Una emoción de estar fundido con él, de hacerle participe de la magia de una victoria, una genialidad. Sensaciones que sólo se logran desde una vocación panorámica y solidaria; el sello de gente como Magic, Bird, Corbalán, Kukoc o Sabonis.
Pau es de otra pasta. Un superclase con la selección, mezcla adecuada de liderazgo, generosidad y jerarquía en la pintura. En la NBA congenia con Kobe porque es un líder silencioso. Y contagioso. Hasta ahora, dejaba huella por su tiro de cuatro o cinco metros. Sus buenos movimientos en la pintura. Y su destreza en el pase. Pero le faltaba algo. Llámalo rabia, mala hostia. Intimidación de macho alfa.
Dicen que el señor Jackson (tío Phil para los davidianos) se ha dejado la garganta buscando ese algo. Pau ruge. Pau no te escondas. Pau me cago en tu puta madre, vas a darle la razón a esos juntaletras que dicen que eres una nenaza.
Rabia que crece paralela al trabajo
La rabia de Pau crecía paralela a su trabajo en el gimnasio. Él, que de adolescente era alérgico a las pesas, ha metido un cuerpo de Hulk en sus fibras de 215 centímetros. Gasol se ha pasado media temporada rumiando la humillación que pasó la temporada pasada, cuando llegó casi sin pilas a la final y fue subyugado por Garnett.
Ha ganado en actitud y carácter. Aquí no me tose ni Dios y daré ejemplo desde el trabajo. Por eso ha secado a sus pares. Por eso ha obtenido la capitulación de Superman Howad en la gran final de la NBA. Gracias a ese instinto de superación se ha ganado el respeto de toda liga y el derecho a decir que ha sido una piedra angular en el nuevo éxito angelino (ya están a sólo dos piezas de mis viejos Celtics, el equipo más condecorado de la liga).
Fuerza interior o instinto de superación
Una vez le escuché a Jorge Garbajosa decir que lo que de verdad diferenciaba a Pau de la mayoría de los jugadores era su fuerza interior. Esa férrea determinación para progresar, una convicción a veces enfermiza por mejorar. Como persona, me quedo con sus visitas a los campamentos de las ONGs con las que colabora, donde los cooperantes alucinan su sincero interés por conocer la situación de esas gentes y ayudarles en la medida de sus posibilidades.
Como jugador, me quedo con ese tatuaje invisible que lleva en su torso: Posible is everything. More ore less, man, tampoco queremos perder el sentido del humor ni de la humildad que a hecho de este chaval de Sant Boi uno de los deportistas más admirados del planeta. Enhorabuena, Pau.
En esa categoría incluyo a Pau Gasol. Un espigado atleta que durante la mayor parte del año vive en Los Ángeles, se pasa las semanas viajando, conoce el sabor del triunfo, baila, no baila, con chicas rubias que le abordan en mitad de una discoteca y ha sentido durante casi una década el largo ascensor emocional que tiene que fabricarse un inmigrante.
Memphis: afirmación personal y ambiente deprimente
El año pasado Pau vivió una mezcla muy rara de sensaciones. Vivía una pesadilla en Memphis. No sólo porque su equipo ganara menos partidos que los Blue Devils, sino porque (eso era lo peor) a la mayoría de sus compañeros esa mediocridad se la sudaba. Buena parte de sus compañeros habitaban en la apatía y el egoísmo.
No digo que una parte importante de nosotros no viva con una actitud parecida, pero los deportistas profesionales son un espejo. Lo más parecido que tenemos a un héroe. Y, de repente, empezó un sueño en los Angeles, donde contribuyó de manera decisiva a que su franquicia pisara unas finales que hacía un lustro largo que ni olía. Eso sí, se quedó con la amargura de perder con cierta nitidez ante Garnett, Pierce y compañía.
Las críticas como arco de superación
En Memphis aprendió bien el inglés, ganó un pastón y se labró un prestigio como jugador. Uno notable. No súper, ya saben, si hubiera sido así hubiera llevado a su equipo hasta las orillas de, por lo menos, la final de conferencia. Fue casi un decenio de autoafirmación, éxito personal, dudas y frustración. También tuvo tiempo para conocerse a sí mismo. Lo suficiente para saber que no era refractario a las críticas.
Lejos de eso, éstas le motivaban a seguir superándose. Por eso no me ha extrañado que este año haya protagonizado su mejor temporada como profesional y haya guiado a los Lakers a su decimoquinto anillo (décimo para el tío Phil, cuarto para Kobe). Lo ha hecho de manera silenciosa. Como perfecto contrapunto a la arrogancia superlativa de Kobe, cuyo talento para conciliar belleza y eficacia individual es inversamente proporcional para generar recelos, cuando no antipatía, en buena parte del público.
Vibración en el público, privilegio para los escogidos
A fin de cuentas, Kobe persigue un imposible. Generar vibración en el público. Una emoción de estar fundido con él, de hacerle participe de la magia de una victoria, una genialidad. Sensaciones que sólo se logran desde una vocación panorámica y solidaria; el sello de gente como Magic, Bird, Corbalán, Kukoc o Sabonis.
Pau es de otra pasta. Un superclase con la selección, mezcla adecuada de liderazgo, generosidad y jerarquía en la pintura. En la NBA congenia con Kobe porque es un líder silencioso. Y contagioso. Hasta ahora, dejaba huella por su tiro de cuatro o cinco metros. Sus buenos movimientos en la pintura. Y su destreza en el pase. Pero le faltaba algo. Llámalo rabia, mala hostia. Intimidación de macho alfa.
Dicen que el señor Jackson (tío Phil para los davidianos) se ha dejado la garganta buscando ese algo. Pau ruge. Pau no te escondas. Pau me cago en tu puta madre, vas a darle la razón a esos juntaletras que dicen que eres una nenaza.
Rabia que crece paralela al trabajo
La rabia de Pau crecía paralela a su trabajo en el gimnasio. Él, que de adolescente era alérgico a las pesas, ha metido un cuerpo de Hulk en sus fibras de 215 centímetros. Gasol se ha pasado media temporada rumiando la humillación que pasó la temporada pasada, cuando llegó casi sin pilas a la final y fue subyugado por Garnett.
Ha ganado en actitud y carácter. Aquí no me tose ni Dios y daré ejemplo desde el trabajo. Por eso ha secado a sus pares. Por eso ha obtenido la capitulación de Superman Howad en la gran final de la NBA. Gracias a ese instinto de superación se ha ganado el respeto de toda liga y el derecho a decir que ha sido una piedra angular en el nuevo éxito angelino (ya están a sólo dos piezas de mis viejos Celtics, el equipo más condecorado de la liga).
Fuerza interior o instinto de superación
Una vez le escuché a Jorge Garbajosa decir que lo que de verdad diferenciaba a Pau de la mayoría de los jugadores era su fuerza interior. Esa férrea determinación para progresar, una convicción a veces enfermiza por mejorar. Como persona, me quedo con sus visitas a los campamentos de las ONGs con las que colabora, donde los cooperantes alucinan su sincero interés por conocer la situación de esas gentes y ayudarles en la medida de sus posibilidades.
Como jugador, me quedo con ese tatuaje invisible que lleva en su torso: Posible is everything. More ore less, man, tampoco queremos perder el sentido del humor ni de la humildad que a hecho de este chaval de Sant Boi uno de los deportistas más admirados del planeta. Enhorabuena, Pau.
jueves, julio 02, 2009
Algo cercano, algo salvaje
Un regalo es tu cuerpo.
Con sus frutas bien dibujadas.
Y tu falda dejándole dedos a la elegancia.
Aunque lo mejor, tu risa.
Tu risa es una liberación.
Tu risa esta noche es mi himno.
Blanca como si una intensa luna
te estuviese encendiendo la piel.
No tengo prisa.
Pero esta mañana no he podido morir.
No he podido.
Cómo te mueves,
el modo en que la ronquera te concierta.
Crujen maderas aquí dentro.
Y aunque tú no lo veas,
te estoy silbando.
Aunque tú no lo veas.
Por esta vez,
Hago el vuelo con las manos.
Las espumas se ponen a gritarnos.
Esto nos separa. Esto nos acerca.
Sí, estoy temblando.
Las frutas de tus frutas.
Y estoy cerca de un a punto.
Quizá sea lo más sensato.
Darte el punto.
Punto y seguido.
Punto y aparte.
Punto y cercano.
Despacio, más despacio.
Me gusta el contrapeso de tus muslos.
Dramáticamente feliz.
La noche tenía un perfume solar.
Cruzaba los parques.
Y me parecías egoísta y sabia.
Sabia como para perdernos.
Sabia como para perdonarnos.
¿esconderme para estos meses?
Tus dedos decidiendo despacio.
Y la ronquera haciendo de las suyas en la piscina.
Pero esta mañana no he podido morir.
No he podido:
Con sus frutas bien dibujadas.
Y tu falda dejándole dedos a la elegancia.
Aunque lo mejor, tu risa.
Tu risa es una liberación.
Tu risa esta noche es mi himno.
Blanca como si una intensa luna
te estuviese encendiendo la piel.
No tengo prisa.
Pero esta mañana no he podido morir.
No he podido.
Cómo te mueves,
el modo en que la ronquera te concierta.
Crujen maderas aquí dentro.
Y aunque tú no lo veas,
te estoy silbando.
Aunque tú no lo veas.
Por esta vez,
Hago el vuelo con las manos.
Las espumas se ponen a gritarnos.
Esto nos separa. Esto nos acerca.
Sí, estoy temblando.
Las frutas de tus frutas.
Y estoy cerca de un a punto.
Quizá sea lo más sensato.
Darte el punto.
Punto y seguido.
Punto y aparte.
Punto y cercano.
Despacio, más despacio.
Me gusta el contrapeso de tus muslos.
Dramáticamente feliz.
La noche tenía un perfume solar.
Cruzaba los parques.
Y me parecías egoísta y sabia.
Sabia como para perdernos.
Sabia como para perdonarnos.
¿esconderme para estos meses?
Tus dedos decidiendo despacio.
Y la ronquera haciendo de las suyas en la piscina.
Pero esta mañana no he podido morir.
No he podido:
keep you apart deep in my heart
separate from the rest.
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