Haikus, liras, sonetos, submarinismo emocional...cine, series, baloncesto y algo de literatura; arrebatos y destellos para darle arraigo a la posibilidad. Lo mejor está por venir. A través de esa idea, vivo, disfruto y ordeno la realidad, que construimos juntos cada día :-). Un blog de Pedro Fernaud Quintana
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domingo, mayo 19, 2013
martes, enero 22, 2013
viernes, enero 06, 2012
viernes, noviembre 04, 2011
Las no fronteras de los sentimientos
El futuro descansa en una
localidad bañada por copiosas cantidades de nieve. El cambio climático sí ha
salido como en nuestras más inspiradas pesadillas.
Por lo demás, la gente se
desplaza en unos automóviles bastante parecidos a los de nuestra época. La principal
diferencia estriba en la presencia de robots que hacen la vida más sencilla con
una eficiencia que convierte nuestros movimientos en los de un bebé.
En ese ambiente se cimenta ‘Eva’,
ópera prima de Kike Maílo, el cineasta que ha pilotado una película española de
ciencia ficción que merece el calificativo de interesante.
La historia cuenta el
encuentro entre dos hermanos, brillantes en el campo científico, al tiempo que distantes
en el ámbito personal. Entre ambos, dos vínculos con un extraño magnetismo; de
un lado, una mujer hermosa y pegadiza por su forma de estar, también
científica, y una niña cuyo carisma es inversamente proporcional a su
irreverencia y temeridad.
Con esos ingredientes, la película
nos adentra en una atmósfera fascinante, donde nada es exactamente como parece.
La historia tiene un despegue cautivador y hace de la necesidad una virtud para
trazar un futuro sugerente, no tan diferente del nuestro y, al tiempo, con
bastantes más posibilidades.
Una edad de hologramas y
pensamientos como deseos. Un tiempo en el que los humanos podemos escoger a
discreción una conciencia para nuestra inteligencia artificial o, por ser más
cotidianos, donde una abandonada casa se convierte, en el curso de una sola
mañana, en una cabaña palaciega.
La película se deja ver con
agrado. Lástima que le falte épica y conflicto en el tramo decisivo de la
historia. Sea como fuere, posee ingredientes que no se encuentran todos los
días en nuestro supermercado audiovisual. A saber: ritmo, imaginación,
sugerencia y sabia dosificación de la información a través de unos diálogos depurados.
También merece admiración
algunas interpretaciones (Lluís Homar, Daniel Brül, Claudia Vega), la
fotografía de la cinta y el deje poético de algunas frases y juegos que se
establecen entre humanos y robots. Si queréis pasar un rato entretenido este
fin de semana, daros un garbeo por esta historia; os llenará la cabeza de
futuro.
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SUGERENCIA
jueves, febrero 17, 2011
Un alijo de sugerencias

Una servilleta y un bolígrafo.
El misterio de los acercamientos…
(Foto de Roberto Marquino, 'La princesa urbana')
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COTIDIANIDAD,
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miércoles, noviembre 10, 2010
Estrellas distantes y poemas contra uno mismo

A veces ‘los que miran’ tiene ocasión de sacar su curiosidad a través de una ventana cultural llamada televisión pública. Ya sabemos que la segunda cadena nunca fue muy popular. Probablemente, ahora que la han despojado de los deportes, lo sea menos. Si yo fuera ella, no me preocuparía demasiado por las expectativas de los demás. Por fin, La 2 está siguiendo su vocación con la energía necesaria para desarrollar algo que realmente merezca la pena. Le diría que tenga cuidado con la autocomplacencia del ‘todo es arte’, pero seguramente esa observación sea gratuita porque la piba debe tener más o menos mi edad; puede que alguna castaña más.
Claro que no siempre llegas en el momento adecuado al vientre de una cómplice. Por eso, este mundo nos ofrece ver los programas que nos interesan por Internet. En la web de RTVE puedes encontrar los episodios de un programa con valor propio: Imprescindibles (imperdibles diría mi amigo Ezequiel). En sus primeras aproximaciones he encontrado dos retratos de dos escritores a tener en cuenta (por lo que compusieron y por cómo se comportaron): de un lado, Roberto Bolaño, alias ‘me voy a llevar la literatura por delante’; de otro, Jaime Gil de Biedma, alias ‘el humor me absolverá de mi mismo’.
Ambos escritores compartían su fascinación poética. Bolaño dedicó sus primeros vuelos a esa corriente y luego canalizó su hambre por medio de la prosa. Gil de Biedma tuvo el buen gusto de escribir poco y depurar hasta la excelencia. Sus himnos, como ‘Contra la Juventud’, pueden consultarse en la antología ‘Las Personas del Verbo’, que compendia toda su obra publicada y que es una demostración de buen gusto, contención y sugerencia. Con palabras cinceladas a través de la inteligencia y un oído privilegiado.
Me gustó más el documental de Bolaño. O quizá debería decir que simpaticé más con él. B fue contestatario punk en su juventud. Se cagó en Octavio Fuentes (no es nada personal, Octavio, el influjo todos los grandes precisa siempre de unas gotas de blasfemia) y vagabundeó de allí para allá mientras pensaba (y luchaba por) un mundo mejor. Como (casi) todos los jóvenes expansivos se emborrachó más de la cuenta y viajó por innumerables cuerpos y puede que también territorios.
Cuando joven, en Chile soltaban hostias como deportaciones. Y B prefirió iniciar un viaje vital que le conduciría finalmente a Blanes, un pueblo de la Costa Brava donde la vida tiene un tatuaje de amabilidad en sus gentes y sus mareas. Alí malvivió. Apenas se ganaba vida vendiendo cosas que no caben la imaginación.
En realidad, él no buscaba el favor de la realidad. Lo que quería era cortejar grandes historias. Cuando conoció a su mujer, se presentó como ‘escritor’. Y cuando sus colegas bromeaban con el hecho de que malviviera en la 2-B de la literatura él, simplemente, se encogía de hombros y aventuraba que algún día jugaría en la Champions.
Como el ‘nobelado’ Vargas Llosa (que no duda en glosar las cualidades del contador chileno en la pieza reseñada), Roberto tenía una poderosa autoconfianza fundada en sus castillos de lecturas, su talento y una intuición más allá de la normalidad. Con estos materiales, creó una literatura singular, a prueba de obviedades. Compleja y pegadiza, rítmica y múltiple, donde la realidad aparecía ligeramente intelectualizada para poder recorrerla con la apropiada fantasía y entrega.
He visitado dos libros suyos. El primero, ‘Los detectives salvajes’ como ‘tardouniversitario’. El segundo, un muestrario de relatos literarios y vidas del pueblo. En ambos demuestra elegancia y fantasía, también una capacidad de concreción que sólo se formula después de haber encajado algunos golpes a pie de tierra.
Roberto era un maestro de la sugerencia. Su corazón bombeaba humanidad pero él no se permitía la exhibición; lo conseguía gracias a unas palabras recortadas y pujantes donde dibuja el carácter de la gente con la misma destreza con la que sentencia sobre las cualidades de una buena novela o una criatura a tener en cuenta. Roberto era el que no se rinde. El que enferma. Aquel que sentía orgullo cuando el frío cercaba sus dedos y enfermaba comiéndole los pechos a su madura computadora, mientras recitaba estrellas distantes que luego prestaban su nombre a sus libros.
Gil de Biedma, por su parte, tenía la vida a favor. Un columpio de dinero y respetabilidad social que le dejó tiempo en su infancia para birlarle horrores a la guerra a través de la lectura y la buena vida de una familia burguesa con el corazón repartido entre Barcelona y Castilla. Jaime era un tipo simpático y ocurrente. Gran bebedor y mejor conversador que cuando ingresó en la universidad lo pasó en grande mientras le robaba secretos al mecano literario, en compañía de camaradas veloces como Carlos Barral, Ana M. Moix y, más tarde, gente como José Agustín Goytisolo o Juan Marsé.
Tenía suficientes medios. Abundancia como para que su vida fuera filmada cuando anónimo o como para permitirse el fracaso en su asalto a la vida diplomática. También bendiciones sudor como la entrega en carne y alma al trabajo como secretario de la Tabacalera filipina, oficio que de algún modo heredó de su madre. G parlaba perfectamente el inglés. Era elegante, diletante y despegado. También homosexual en un mundo que censuraba (sospechaba en el mejor de los casos) la diferencia.
Pero por encima de esas etiquetas era un escritor con garra. De esos que ponen la testosterona en los escritos para ponerle espejo al alma y por el camino dan palabras y un relato a los ‘sin consuelo’. Su voz era como un búfalo de agua, enérgica y dúctil. Y esa facilidad para la sugerencia a través de las palabras justas e irónicas le procurará un lugar en el futuro.
Gil de Biedma sobrevivirá como aquel que se pintó en el agua y se perdonó arrogancias con el recurso de la deportividad y el insulto amable. Bolaño viajará por siempre en la memoria de su chica y sus dos hijos a través de relatos de invención y cariño. Retratos de un fotomatón de una playa cualquiera que no se cansa de pensarle como una posibilidad. La posibilidad de qué otra cumbre podría haber cincelado tras 2666.
jueves, octubre 28, 2010
Ser guionista, ser sugerente; la importancia de inducir en una historia

La segunda clase a cargo de Elisa Puerto en La Piscifactoría tuvo como eje inicial la revisión del primer ejercicio que nos había propuesto. La idea era describir en cinco líneas un momento de indiscreción. Y relatarlo en primera persona. Primero en prosa de toda la vida y luego plasmar la situación en el terreno visual. Por el camino, encontré una vieja vía para disolver el bloqueo creativo: pedirle a una amiga que rebusque en su memoria y filmar con palabras su anécdota más divertida y comprometida.
No voy a aburriros con los pormenores de mi primer fracaso. Pero sí os contaré algunas de las cosas que aprendí. Primero, de mis compañeros. A dibujar las emociones a través de lo concreto: un objeto, una mirada. En el cine lo mejor es no interpretar. Basta con acotar la vida con sus expresiones y situaciones. Tan sencillo, tan complicado.
El mejor resumen de esta lección lo condensó Elisa: “si una escena parece que va de lo que va y va de lo que va, fallo gordo. Estamos tratando a los espectadores como estúpidos y más pronto que tarde, de un modo casi inconsciente, ellos se desconectarán de lo que les estamos contando”. Dicho de otra forma: “La clave para evaluar si una escena merece la pena es valorar el subtexto (lo que sucede debajo de lo que aparentemente está sucediendo, lo que no aparece en el diálogo). Si una escena aparenta ir en una dirección pero en realidad se está fraguando en otra, ahí empezamos a obtener un principio de éxito en nuestro propósito de atrapar el interés del espectador”.
Llegados a este punto, debo incidir en lo que ya os advertí el otro día. Esta prosa nunca llegará a las rodillas de la lucidez y encanto de las enseñanzas de Elisa. Pero un buen escribano ya sabe que sus palabras a duras penas captan el fulgor y desgarro de la vida. Y no por eso cesa en su intento de cartografiar el mundo…En línea con lo ya comentado, E nos explicó que un buen guionista nunca lo da todo masticado.
En esa dinámica, se inscribe el concepto de prop (objeto con carga dramática). En algún momento de la trama, introduciremos éste (acción conocida en el gremio como “planting”), y más adelante le conferiremos sentido, cerraremos el círculo (lo ‘retribuiremos’ en palabras de nuestra sherpa), lo que expresado en la jerga cinematográfica es un ‘pay off’. Explicado con un ejemplo rudimentario (corre de mi cuenta), en una película de asesinos en serie, contemplamos a la que parece una dulce ama de casa limpiando un cuchillo talla XXL (el cuchillo es el prop y la situación un planting).
Cuarenta y cinco minutos más adelante del metraje, cuando la historia ha entrado en una dinámica enloquecida, esa misma ama de casa se carga a una amiga (de manera que ‘cerramos el círculo’ del prop con un pay off’). Tu misión como guionista, amigo lector, consiste en plantear una pregunta tras otra, un conflicto tras otro para mantener encendido el interés del espectador. La idea es que “nunca tiene que haber un aspecto hueco en vuestro relato”.
Llegados a este punto, surge un viejo dilema metafísico en el arte de contar historias en una pantalla grande. ¿Hasta qué punto no debe mi historia contener ‘la vida real’? ¿Hasta qué punto no estás legitimado para imitar a la vida e introducir momentos de tedio en tu relato cinematográfico?
Si la pregunta la respondiese Jerry Bruckheimer (productor especializado en reventar las taquillas con productos como ‘Prince of Persia’, ‘Piratas del Caribe’, o la televisiva ‘CSI’ por mencionar sólo algunas de sus criaturas más sobresalientes) nos diría algo así como: “iros a tomar viento fresco. La gente no va al cine para que les contéis vuestras neuras o conflictos. Tampoco los de la gente que lo tiene peor. El público, simplemente, quiere pasar un buen rato en el cine. Quiere subirse en una montaña rusa de entretenimiento y aventura, mientras trepida con una acción que le deja hipnotizado y le aleja durante hora y media de las limitaciones de su mundo cotidiano”.
Por el contrario, si la respuesta procediera de algunos de los ‘popes’ de la Nouvelle Vague, gente como Truffaut, Godard o Rohmer, éstos apostarían porque de vez en cuando el arte imite a la vida, la deforme, la lentifique, la descuadre, la haga más interesante, la excite…
A fin de cuentas, uno piensa que un poco de imaginación siempre nos ayudará mirar con más perspectiva los tiempos muertos y el sentido que éstos pueden aportar a nuestra existencia. En ese sentido, funciona ‘Atrapado en el Tiempo’, esa odisea de la repetición que vale como comedia, drama y viaje iniciático. Difícil no estar de acuerdo con la valoración que sobre esta cinta ofrece
el señor Boyero: “espléndida, compleja y subvalorada”.
Por el camino de estas divagaciones, surgieron nuevos términos técnicos que precisaban de una aclaración; ‘zoom in’ equivale a cerrar el foco sobre uno de los actores, objetos, paisajes de una película. Es decir: enfocar. ¿’Zoom out’? Abrir el campo visual; el foco.
En el cine, como en la vida, hay gente que apuesta a fuego por la acción, el ritmo incesante del “hazlo”. En la vida, como en el cine, hay gente que prefiere una manera melodramática de sentir y explicar las cosas. Entre ambas corrientes, siempre emerge el impacto de las obras maestras, películas que triunfan en todas las latitudes del planeta.
Películas-saga como ‘El Padrino’. Quizá algún día me anime a escribir sobre ella. Entretanto, conviene consultar el pulso certero con el que la describe oráculo Davide. Al sacar la película a colación, E la definió como “sensación de cine noble”, de esos que provocan, o pueden provocar, una catarsis vital en la gente que se acerca a verlo. También nos habló un poco de Sir Francis Ford Coppola, uno de los creadores de la cubana escuela de cine donde ella adquirió parte de los conocimientos que hoy día imparte.
Mujer Sherpa habló de Coppola como ese personaje que ya intuimos: socarrón, divertido y alegre. Alguien también afectuoso a la italiana; encantado de repartir abrazos y cariñosas provocaciones.
Con el repaso del primer ejercicio, E también nos transmitió un sencillo esquema de trabajo que nos podría dar mucho orden en el futuro. “Escribe con párrafos esbeltos, son el ritmo de tu narración”. Al tiempo, estructuró el andamiaje de nuestras descripciones: estancia, personaje, acción. Espacios, ritmo…
También nos explicó que ha cambiado bastante el modus operandi en el que se mueve un guionista. En los años 30, las productoras compraban un guión o era el propio guionista el que se las vendía a ellas. Hoy las cosas funcionan de un modo mucho más ‘manufacturero’ y mediocre si pensamos en la ‘industria oficial’.
En opinión de E, la clave de éxito de una película se fragua en la coordinación y confluencia del trabajo entre sus tres principales hacedores: guionista, director y productor. En esa línea, considera que infinidad de imprevistos del rodaje quedarían mejor solventados si se llevara al guionista ‘ a pie de obra’; puesto que éste es el que conoce en profundidad el arco emocional de los personajes y el que puede dar una solución más apropiada a según qué escenas para que éstas guarden coherencia con la estructura del relato.
Hablamos también de la importancia que tiene el sonido en un relato audiovisual; una fuerza viva de lo que estamos contando. Más que en grandes alardes sonoros, estamos pensando en esos chasquidos que delatan actitudes y adelantan situaciones.
La siguiente parte de la clase la pasé en fuera de juego. Con la vergüenza que da estar out of game por dejadez. No había visto ‘El Gran Lebowski’. La idea consistía en que teníamos que haberla ‘visitado’ durante la semana para luego comentarla en clase. Es cierto que la había visto con algún chacho tiempo atrás. Pero tengo memoria de pez cuando se trata de recuperar detalles de la mayoría de las películas que ya he visto.
El Gran Lewboski dibuja un antihéroe con el que la mayoría de nuestra generación compartiría de buena gana unas cuantas bromas y cervezas. Un vago que viste algo parecido a un pijama. Que se droga. Pasota. Un hombre que simplemente quiere estar tranquilo. El novio perfecto para que una chica alegre el día a su hermano adolescente. El deseo de ‘El Nota’ (Jeff Bridges) es estar tranquilo. Su necesidad, recuperar su nombre (su vida) para poder volver a tomárselo con calma.
El deseo de su sancho panza de acción, John Goodman: volver a las intensidades de la guerra, que va buscando en cualquier conflicto que aparezca en su monótona vida. Su necesidad: dejar atrás el pasado. Lo que desea por un lado, lo que de verdad necesita como individuo en proceso de evolución, por otro. Todos tenemos una necesidad. También un deseo. Por lo menos. Y sobre esos ejes tenemos que edificar nuestras existencias. Quizá, si nos paramos a pensar en ello, podamos ‘interpretar’ mejor el papel que nos ha tocado en esta tragicomedia.
“Todo es un despropósito” es el mensaje que encubre este disparate de película, que parodia las historias del cine negro en las que Humprey Bogart era el rey. En cierto modo, recogiendo la lectura que hizo mi compañero Carlos, podríamos decir que la premisa temática de la película haría bueno el viejo adagio formulado por Guiseppe Tomasi, príncipe de Lampedussa: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
A partir de esta película, hubo pie para hablar de las claves del género de la comedia y de los rasgos generales que definen a un antihéroe. Las claves del humor, motor de toda comedia que se precie de serlo, descansan en estas características:
-Contradicción (lo que se dice, lo que se hace)
-Contraste (cuánto más acentuado, mejor, ejemplo: El gordo y el flaco).
-Corte brusco con lo esperado. Ruptura de la lógica (Aquella mítica frase del Señor Lobo tras el post lavado del ‘coche fiambre’ en Pulp Fiction: “Caballeros -tono educado, respetuoso-, no nos chupemos todavía las pollas" -tono soez, directo-. La mezcla de tonos crea un momento divertido y caracteriza el carisma del personaje, capaz de manejar diferentes códigos y capaz de hacerlo con retranca.
-Banalización de los hechos más importantes (‘La vida de Brian, de los Monthy Python, parodia de la vida de Jesucristo)
-Los equívocos (pensad en los enredos-malentendidos de las comedias del señor Allen)
- También se puede dar del contraste entre voces: lo que sabes tú, lo que sabe el tipo al que estás viendo…
Asimismo, se trazó un acercamiento al antihéroe. Un arquetipo escurridizo, con rasgos difíciles de perfilar. Por suerte, E arrojó algo de luz sobre el tema. Un antihéroe tiene la mochila cargada de cobardías. Somatiza sus miedos. Huye de las situaciones comprometidas de la vida por regla general. Es también un tipo inmaduro: un niño grande enjaulado en el cuerpo de un adulto, con presiones cotidianas que le superan.
El anti-héroe es incapaz de cambiar su suerte, de evolucionar como persona. En el mejor de los casos, no le interesa afrontar esta evolución.
El antihéroe no toma decisiones. No espabila a tiempo. Es alguien con conflictos internos que no acierta a solventar. También se puede definir a un antihéroe por lo que no es. No es por ejemplo alguien que sufre por un trauma. Alguien cuyo torpe o siniestro comportamiento se explique por un padecimiento. Alguien como ‘El Joker’ de Batman, que es el antagonista del héroe; algo así como un héroe del lado oscuro (tiene guasa la descripción si uno piensa que estamos hablando del antagonista de Batman, uno de los héroes más sombríos de la historia de la imaginación).
Cerramos este capítulo con una frase que induce. Una sugerencia que podría valer como título para un poema: “Postura de héroe”. Ante una circunstancia concreta y adversa, todos necesitamos una de esas posturas antes o después en nuestro recorrido vital.
La esencia de cualquier personaje es la de tomar decisiones.
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