Mostrando entradas con la etiqueta ANTIHÉROE DE CINE. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ANTIHÉROE DE CINE. Mostrar todas las entradas

jueves, noviembre 04, 2010

Príncipe de las tormentas


Príncipe siempre intuyó que algo especial pasaba en torno a sí. Pero pasaba de darle muchas vueltas al asunto. Simplemente, peleaba por pasar un buen rato. Un día era jugando al fútbol. Otro, flirteando con sus compañeras de clase. Había tiempo también para balancear su cabeza expansiva en algunos pedazos afilados de literatura.

Sus momentos de complicidad, hablamos de adolescencia, lo conducían invariablemente a su grupo de amigos. Un grupo con el que pasarlo bien. Algo mejor, una manada con la que sentirse fuerte. Una camada con la que las mejores juergas podían aparecer en cualquier momento. Y, por encima de todo, una colección de cómplices con los que las risas, la confianza y la aventura estaban garantizadas.

Dice príncipe que la primera vez que nos conocimos le miraba con cara rara. Dando por bueno el diagnóstico, es seguro que esa cara de pocos amigos no se debía a su presencia. Por aquel tiempo, tenía demasiadas cosas en la cabeza. No digo que el problema se haya resuelto con el discurso de los años. Pero al menos ahora disimulo mejor.

Mi amistad con P se fraguó en innumerables viajes a Miraflores, una localidad del norte de Madrid en cuya radio cometieron la imprudencia de dar el mando de sus programas de deportes a un puñado de joveznos universitarios, comandados por el tío Charlie. P era compañero de CH en la Facultad de Periodismo CEU y desde el principio fue pintado por mi viejo amigo como un tipo fuera de lo ordinario.

Puestos a hacer guasa, podría afirmar que normal no era ni la cantidad de gomina que empleaba para domeñar su irreverente melena ni las bellas mujeres con las que le alternaba en las primeras noches de botellón que compartimos. Tampoco era muy normal su afición por las poses de tipo atormentado y pegadizo, una suerte de River Phoenix en versión amable de las calles madrileñas.

Ese personaje, tan cautivante como generador de envidias, le valió un día el apelativo de “grunchero de postal” de parte de un desconsolado compañero de facultad. Desconsolado porque no podía soportar la popularidad de nuestro retratado. Sea como fuere, el secreto de ese éxito social y ese aura de enigmático descansaba precisamente en que P pasaba de esa receta tan común en todas las edades de “ganas de caer bien”.

P era un buen tipo, pero pasaba de exhibir sus credenciales con un molde convencional. Ya desde muy joven, tenía conciencia de su singularidad y cultivaba su diferencia con cantidades demenciales de literatura, música, cine y…Viajes. Si algo le gustaba a P era jugar. Recuerdo un garito de los entonces espumosos Bajos de Arguelles donde nuestro protagonista se sentía feliz y motivado.

En aquel tugurio los minis de calimocho tenían un precio democrático. Sonaban con frecuencia Los Héroes del Silencio (después serían Los Planetas y a día de hoy grupos como Belle & Sebastian) y solían abrevar un par de dulcineas que personificaban la dualidad de gustos de este buscador. De un lado, una chica rubia, bella como una Christina Rosenvinge y etérea como una criatura de Dante. Que jugaba al sí pero no. De otro, una morena juguetona, que se dejaba querer con una fórmula de sí pero sí.


Al final, no pasó nada con ninguna de las dos. En el caso de la morena, mi amigo respetó que le molaba mucho a un colega suyo. En el de la rubia, me resulta difícil recordar qué pasó exactamente. Quizá ya tenía novio. Tal vez simplemente le gustaba otro muchacho.

Sea como fuere, esa atonía era la versión menos frecuente en la vida de este trepamuros nocturno. P también podría ser definido como Mister Feromonas. En mi vida he visto un imán semejante para atraer el interés de las mujeres: camareras que le invitaban a una copa, desconocidas escándalo que jugaban a tirarle la caña con la convicción de que el pez merecía ser pescado, criaturas misteriosas que se desnudaban sentimentalmente en la primera conversación…

Como buen epicúreo, P tiene algunas historias delirantes que recordar. Me precio de haber compartido unas cuantas con él. Si me preguntan el secreto de su éxito vital, no sólo mujeriego, diría lo mismo: cuestión de actitud. Pocas veces he conocido a alguien con una personalidad tan definida y con un abanico de intereses vitales tan diversos.

Pongo un ejemplo reciente para ilustrar de lo que hablo. Los dos últimos veranos, P ha viajado en compañía de su alma paraíso, Natalia, a Guatemala y Nepal para realizar voluntariado. De acuerdo, por el camino ha descubierto territorios y comunidades fascinantes. Pero por encima de esa inquietud de antropólogos espontáneos se ha impuesto la humanidad de mi amigo y su novia. Su enorme corazón.

En ambas experiencias han acompañado a chavales con muy pocos recursos. Han jugado con ellos a través del lenguaje universal de la broma. Han enriquecido y se han enriquecido con esa moneda de cambio tantas veces ignorada: desinterés afectivo. Un lujo que gente a la que se lo comento estos días envidian (nadie es perfecto) en voz alta.

Llegados a este punto, es justo y necesario hablar de Natalia. N es guapa como esa actriz recién llegada a millones de hogares una noche de lunes. Guapa y elegante. Es discreta, divertida y generosa. P encontró a N detrás de una barra. Y el flechazo fue instantáneo, con velocidad de ida y vuelta. Fue de este modo como la Gwyneth Paltrow de la acera de los gatos se colocó en el centro de la vida de nuestra protagonista.

El mejor resumen que puedo hacer de su irrupción en la existencia de mi amigo es que desde entonces Príncipe ha ido perdiendo sus tormentas. Sus ansiedades de hombre en traslación se han ido diluyendo en la serenidad que confiere haber encontrado tu lugar en el mundo.

Como dijo Juan Bonilla (uno de los primeros de autores de cabecera de P, cuyos cuentos-y algunos de sus poemas- son brillantes edificaciones), la patria es ese lugar en el que fundas tu alegría. Natalia es la patria de Paco. Y es una patria con la que es muy fácil simpatizar y sentirse cómodo. Así pues, viva la península Natap.

No le quedan muchas líneas a este pergamino. Así que iremos al turrón: Muchas felicidades Sir Paco. Felicidades por esas flamantes 32 castañas. Felicidades por tu trabajo de escribano cualificado en el Diario Marca, en el Plus, en el Mundo. Felicidades por los principios y la imaginación. Felicidades por esa familia que te contagió una manera recta y generosa de entender la existencia. Felicidades por tu alegría. También por esos gruñidos de hombre ajeno a lo ritual con los que la disimulas. Felicidades por esa unión con Natalia, siempre en perfecta reinvención de los días.

Tres imágenes de postre.

Un caserío en León. La generosidad de tus padres con el forastero. Contagio de lecturas. El olor de la bahía gallega. Un abundante plato de berberechos en Sansenxo. Las risas y el disparate. Los enfados por el sueño del poeta dormilón. Un millón de copas en la madrugada. Sentimentalismo de exploradores. La epifanía. Aquel bombón con acento.

Aquella chica rubia. El apartamento lleno de explosiones de luz.

La playa de Lanzada. Horas fuera de brújula. Una sensación de lentitud y posibilidades.

Y, por encima de todo, la amistad. Amistad es cuando tu amigo se lía a pegarle hostias a tus primeros escritos, criticando su vena fantasiosa y la falta de rigor o lecturas que arrastran. Y te jode y te picas y…Cambias de registros simplemente por llevarle la contraria. Amistad es cuando te regalan ‘Las Flores del Mal’ cuando todavía no tienes veinte. O cuando te invitan a un concierto de ‘La buena vida.’

Amistad es cuando no tienes un pavo y tu colega se lía a retirar copas como una prolongación de la noche. Siempre con elegancia y asombro por todo lo que está sucediendo o podría suceder alrededor.

Amistad es cuando tu colega te devuelve a casa en un buga más mamado de la cuenta. Amistad es cuando tu colega te da ideas para salir de tu atolladero profesional. Amistad es cuando P te cuenta experiencias y situaciones dolorosas pero que también conectan. Amistad es cuando, sin pretenderlo, Príncipe te enseña el arte del flirteo. Amistad es cuando tu viejo camarada te presenta a tu mujer musa y no se enfada (al menos no más de la chanza) cuando partes rumbo al palacio de ella.

Amistad es cuando cualquier camiseta se presta para montar la broma y ríes sin pensarlo. Amistad es cuando tienes a un colega con el que compartir el hambre vital. Amistad es ese amigo que te guía en nuevos gustos musicales. Amistad es cuando P fuerza el protocolo de libranzas para ver recitar a su viejo amigo. Amistad es la fidelidad de un colega que nuca falla a la fiesta de tu cumpleaños.

Gracias por todo, compañero. Ojalá tres veces 32 en el cómputo global de este viaje.
Por bromas, curiosidad y canciones no va a quedar.

jueves, octubre 28, 2010

Ser guionista, ser sugerente; la importancia de inducir en una historia


La segunda clase a cargo de Elisa Puerto en La Piscifactoría tuvo como eje inicial la revisión del primer ejercicio que nos había propuesto. La idea era describir en cinco líneas un momento de indiscreción. Y relatarlo en primera persona. Primero en prosa de toda la vida y luego plasmar la situación en el terreno visual. Por el camino, encontré una vieja vía para disolver el bloqueo creativo: pedirle a una amiga que rebusque en su memoria y filmar con palabras su anécdota más divertida y comprometida.

No voy a aburriros con los pormenores de mi primer fracaso. Pero sí os contaré algunas de las cosas que aprendí. Primero, de mis compañeros. A dibujar las emociones a través de lo concreto: un objeto, una mirada. En el cine lo mejor es no interpretar. Basta con acotar la vida con sus expresiones y situaciones. Tan sencillo, tan complicado.

El mejor resumen de esta lección lo condensó Elisa: “si una escena parece que va de lo que va y va de lo que va, fallo gordo. Estamos tratando a los espectadores como estúpidos y más pronto que tarde, de un modo casi inconsciente, ellos se desconectarán de lo que les estamos contando”. Dicho de otra forma: “La clave para evaluar si una escena merece la pena es valorar el subtexto (lo que sucede debajo de lo que aparentemente está sucediendo, lo que no aparece en el diálogo). Si una escena aparenta ir en una dirección pero en realidad se está fraguando en otra, ahí empezamos a obtener un principio de éxito en nuestro propósito de atrapar el interés del espectador”.

Llegados a este punto, debo incidir en lo que ya os advertí el otro día. Esta prosa nunca llegará a las rodillas de la lucidez y encanto de las enseñanzas de Elisa. Pero un buen escribano ya sabe que sus palabras a duras penas captan el fulgor y desgarro de la vida. Y no por eso cesa en su intento de cartografiar el mundo…En línea con lo ya comentado, E nos explicó que un buen guionista nunca lo da todo masticado.

En esa dinámica, se inscribe el concepto de prop (objeto con carga dramática). En algún momento de la trama, introduciremos éste (acción conocida en el gremio como “planting”), y más adelante le conferiremos sentido, cerraremos el círculo (lo ‘retribuiremos’ en palabras de nuestra sherpa), lo que expresado en la jerga cinematográfica es un ‘pay off’. Explicado con un ejemplo rudimentario (corre de mi cuenta), en una película de asesinos en serie, contemplamos a la que parece una dulce ama de casa limpiando un cuchillo talla XXL (el cuchillo es el prop y la situación un planting).

Cuarenta y cinco minutos más adelante del metraje, cuando la historia ha entrado en una dinámica enloquecida, esa misma ama de casa se carga a una amiga (de manera que ‘cerramos el círculo’ del prop con un pay off’). Tu misión como guionista, amigo lector, consiste en plantear una pregunta tras otra, un conflicto tras otro para mantener encendido el interés del espectador. La idea es que “nunca tiene que haber un aspecto hueco en vuestro relato”.

Llegados a este punto, surge un viejo dilema metafísico en el arte de contar historias en una pantalla grande. ¿Hasta qué punto no debe mi historia contener ‘la vida real’? ¿Hasta qué punto no estás legitimado para imitar a la vida e introducir momentos de tedio en tu relato cinematográfico?

Si la pregunta la respondiese Jerry Bruckheimer (productor especializado en reventar las taquillas con productos como ‘Prince of Persia’, ‘Piratas del Caribe’, o la televisiva ‘CSI’ por mencionar sólo algunas de sus criaturas más sobresalientes) nos diría algo así como: “iros a tomar viento fresco. La gente no va al cine para que les contéis vuestras neuras o conflictos. Tampoco los de la gente que lo tiene peor. El público, simplemente, quiere pasar un buen rato en el cine. Quiere subirse en una montaña rusa de entretenimiento y aventura, mientras trepida con una acción que le deja hipnotizado y le aleja durante hora y media de las limitaciones de su mundo cotidiano”.

Por el contrario, si la respuesta procediera de algunos de los ‘popes’ de la Nouvelle Vague, gente como Truffaut, Godard o Rohmer, éstos apostarían porque de vez en cuando el arte imite a la vida, la deforme, la lentifique, la descuadre, la haga más interesante, la excite…

A fin de cuentas, uno piensa que un poco de imaginación siempre nos ayudará mirar con más perspectiva los tiempos muertos y el sentido que éstos pueden aportar a nuestra existencia. En ese sentido, funciona ‘Atrapado en el Tiempo’, esa odisea de la repetición que vale como comedia, drama y viaje iniciático. Difícil no estar de acuerdo con la valoración que sobre esta cinta ofrece
el señor Boyero: “espléndida, compleja y subvalorada”.

Por el camino de estas divagaciones, surgieron nuevos términos técnicos que precisaban de una aclaración; ‘zoom in’ equivale a cerrar el foco sobre uno de los actores, objetos, paisajes de una película. Es decir: enfocar. ¿’Zoom out’? Abrir el campo visual; el foco.

En el cine, como en la vida, hay gente que apuesta a fuego por la acción, el ritmo incesante del “hazlo”. En la vida, como en el cine, hay gente que prefiere una manera melodramática de sentir y explicar las cosas. Entre ambas corrientes, siempre emerge el impacto de las obras maestras, películas que triunfan en todas las latitudes del planeta.

Películas-saga como ‘El Padrino’. Quizá algún día me anime a escribir sobre ella. Entretanto, conviene consultar el pulso certero con el que la describe oráculo Davide. Al sacar la película a colación, E la definió como “sensación de cine noble”, de esos que provocan, o pueden provocar, una catarsis vital en la gente que se acerca a verlo. También nos habló un poco de Sir Francis Ford Coppola, uno de los creadores de la cubana escuela de cine donde ella adquirió parte de los conocimientos que hoy día imparte.

Mujer Sherpa habló de Coppola como ese personaje que ya intuimos: socarrón, divertido y alegre. Alguien también afectuoso a la italiana; encantado de repartir abrazos y cariñosas provocaciones.

Con el repaso del primer ejercicio, E también nos transmitió un sencillo esquema de trabajo que nos podría dar mucho orden en el futuro. “Escribe con párrafos esbeltos, son el ritmo de tu narración”. Al tiempo, estructuró el andamiaje de nuestras descripciones: estancia, personaje, acción. Espacios, ritmo…

También nos explicó que ha cambiado bastante el modus operandi en el que se mueve un guionista. En los años 30, las productoras compraban un guión o era el propio guionista el que se las vendía a ellas. Hoy las cosas funcionan de un modo mucho más ‘manufacturero’ y mediocre si pensamos en la ‘industria oficial’.

En opinión de E, la clave de éxito de una película se fragua en la coordinación y confluencia del trabajo entre sus tres principales hacedores: guionista, director y productor. En esa línea, considera que infinidad de imprevistos del rodaje quedarían mejor solventados si se llevara al guionista ‘ a pie de obra’; puesto que éste es el que conoce en profundidad el arco emocional de los personajes y el que puede dar una solución más apropiada a según qué escenas para que éstas guarden coherencia con la estructura del relato.

Hablamos también de la importancia que tiene el sonido en un relato audiovisual; una fuerza viva de lo que estamos contando. Más que en grandes alardes sonoros, estamos pensando en esos chasquidos que delatan actitudes y adelantan situaciones.

La siguiente parte de la clase la pasé en fuera de juego. Con la vergüenza que da estar out of game por dejadez. No había visto ‘El Gran Lebowski’. La idea consistía en que teníamos que haberla ‘visitado’ durante la semana para luego comentarla en clase. Es cierto que la había visto con algún chacho tiempo atrás. Pero tengo memoria de pez cuando se trata de recuperar detalles de la mayoría de las películas que ya he visto.

El Gran Lewboski dibuja un antihéroe con el que la mayoría de nuestra generación compartiría de buena gana unas cuantas bromas y cervezas. Un vago que viste algo parecido a un pijama. Que se droga. Pasota. Un hombre que simplemente quiere estar tranquilo. El novio perfecto para que una chica alegre el día a su hermano adolescente. El deseo de ‘El Nota’ (Jeff Bridges) es estar tranquilo. Su necesidad, recuperar su nombre (su vida) para poder volver a tomárselo con calma.

El deseo de su sancho panza de acción, John Goodman: volver a las intensidades de la guerra, que va buscando en cualquier conflicto que aparezca en su monótona vida. Su necesidad: dejar atrás el pasado. Lo que desea por un lado, lo que de verdad necesita como individuo en proceso de evolución, por otro. Todos tenemos una necesidad. También un deseo. Por lo menos. Y sobre esos ejes tenemos que edificar nuestras existencias. Quizá, si nos paramos a pensar en ello, podamos ‘interpretar’ mejor el papel que nos ha tocado en esta tragicomedia.

“Todo es un despropósito” es el mensaje que encubre este disparate de película, que parodia las historias del cine negro en las que Humprey Bogart era el rey. En cierto modo, recogiendo la lectura que hizo mi compañero Carlos, podríamos decir que la premisa temática de la película haría bueno el viejo adagio formulado por Guiseppe Tomasi, príncipe de Lampedussa: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

A partir de esta película, hubo pie para hablar de las claves del género de la comedia y de los rasgos generales que definen a un antihéroe. Las claves del humor, motor de toda comedia que se precie de serlo, descansan en estas características:

-Contradicción (lo que se dice, lo que se hace)
-Contraste (cuánto más acentuado, mejor, ejemplo: El gordo y el flaco).
-Corte brusco con lo esperado. Ruptura de la lógica (Aquella mítica frase del Señor Lobo tras el post lavado del ‘coche fiambre’ en Pulp Fiction: “Caballeros -tono educado, respetuoso-, no nos chupemos todavía las pollas" -tono soez, directo-. La mezcla de tonos crea un momento divertido y caracteriza el carisma del personaje, capaz de manejar diferentes códigos y capaz de hacerlo con retranca.
-Banalización de los hechos más importantes (‘La vida de Brian, de los Monthy Python, parodia de la vida de Jesucristo)
-Los equívocos (pensad en los enredos-malentendidos de las comedias del señor Allen)
- También se puede dar del contraste entre voces: lo que sabes tú, lo que sabe el tipo al que estás viendo…

Asimismo, se trazó un acercamiento al antihéroe. Un arquetipo escurridizo, con rasgos difíciles de perfilar. Por suerte, E arrojó algo de luz sobre el tema. Un antihéroe tiene la mochila cargada de cobardías. Somatiza sus miedos. Huye de las situaciones comprometidas de la vida por regla general. Es también un tipo inmaduro: un niño grande enjaulado en el cuerpo de un adulto, con presiones cotidianas que le superan.

El anti-héroe es incapaz de cambiar su suerte, de evolucionar como persona. En el mejor de los casos, no le interesa afrontar esta evolución.

El antihéroe no toma decisiones. No espabila a tiempo. Es alguien con conflictos internos que no acierta a solventar. También se puede definir a un antihéroe por lo que no es. No es por ejemplo alguien que sufre por un trauma. Alguien cuyo torpe o siniestro comportamiento se explique por un padecimiento. Alguien como ‘El Joker’ de Batman, que es el antagonista del héroe; algo así como un héroe del lado oscuro (tiene guasa la descripción si uno piensa que estamos hablando del antagonista de Batman, uno de los héroes más sombríos de la historia de la imaginación).

Cerramos este capítulo con una frase que induce. Una sugerencia que podría valer como título para un poema: “Postura de héroe”. Ante una circunstancia concreta y adversa, todos necesitamos una de esas posturas antes o después en nuestro recorrido vital.

La esencia de cualquier personaje es la de tomar decisiones.